Hay otro aspecto
a nuestra santificación por el Espíritu Santo: el dar muerte al pecado.
Hemos tratado de
como el principio gobernante de gracia impartida a nosotros puede crecer en
nosotros, y ahora debemos aprender como el principio opuesto del pecado y sus acciones
externas deben de ser tratadas. La Escritura en todas partes nos dice que el Espíritu
Santo nos santifica, pero a nosotros se nos manda y se nos enseña constantemente
de dar muerte a nuestros pecados. La santificación es gracia impartida a nosotros
y recibida por nosotros. La mortificación es el obrar de la gracia
santificadora para un propósito particular.
Necesitamos
entonces, aprender dos cosas sobre este deber de amortiguar el pecado.
Debemos saber lo
que el deber es en sí mismo y como este deber es forjado en nosotros por el
Espíritu Santo.
A. EL DEBER DE EL
AMORTIGUAMIENTO
Este deber de
amortiguar el pecado es frecuentemente puesto para nosotros en la Escritura.
Pablo dice: .Amortiguad pues, vuestros miembros que están sobre la tierra: fornicación,
inmundicia, malicia, mala concupiscencia y avaricia que es idolatría. (Col. 3:5).
Lo que Pablo está diciendo es, dar muerte a tus corruptos deseos terrenales
evitando la fornicación, inmundicia, etc. Por lo tanto una distinción es hecha
entre los deseos corruptos terrenales y sus frutos. Estos frutos inmorales
salen de malos deseos corruptos los cuales les gustaría cometer fornicación.
Así que los pecados especiales mencionados son los deseos dentro de nosotros
los cuales, si se les permiten, producen estos pecados reales. Estos deseos
también se llaman nuestros miembros.
Son llamados
nuestros miembros porque salen de un principio gobernante de pecado llamado .el
cuerpo de pecado, o el cuerpo de los pecados de la carne. (Ro. 6:6; Col. 2:11).
Estos deseos son
como brazos y manos agarrando a nuestros cuerpos físicos y llevándolos a
cometer estos pecados de hecho. Así que cuando Pablo dice, Amortiguad pues
vuestros miembros que están sobre la tierra. (Col. 3:5), él no quiere decir la verdadera
destrucción de alguno de nuestros miembros físicos, como algunos piensan quienes
se imaginan que amortiguad se refiere a castigar el cuerpo, sino el dar muerte
a nuestros malos deseos pecaminosos al no permitir a nuestros cuerpos llevarlos
acabo.
Ahora así como el
cuerpo naturalmente usa sus varios miembros físicos, por lo tanto el cuerpo del
pecado dentro de nosotros naturalmente usa estos deseos malos, y por estos deseos
malos atrae al cuerpo físico para el servicio al pecado. Así que Pablo nos
advierte de no dejar al pecado reinar en nuestros cuerpos mortales (Ro. 6:12).
Y prosigue
diciendo, Que como para iniquidad presentasteis vuestros miembros a servir a la
inmundicia... así ahora para santidad presentéis vuestros miembros a servir a
la justicia. (Ro. 6:19).
¿Cuál voy a
hacer? ¿Presentar mi cuerpo al servicio para malos deseos, o a deseos santos?
Habiendo sido redimido
por Cristo, cada parte de mí incluyendo cada miembro de mi cuerpo, ahora
pertenece a Cristo y para su servicio. ¿Quitaré pues los miembros de Cristo y los
hare miembros de una remera? (1ª Co. 6:15).
El amortiguad
quiere decir destruir. Así que se nos llama al deber de destruir todos los deseos
pecaminosos, corruptos y terrenales que están en nosotros que se oponen y resisten
a esa vida espiritual la cual nos capacita a vivir para Dios (Ro. 8:13). En
este verso, amortiguad esta puesto en el tiempo presente para enseñar que es
una obra la cual siempre debemos de estar haciendo. Si tú amortiguas quiere
decir. Si siempre estas empleado en esa obra.
Otra palabra
usada es .crucificad. (Ro. 6:6). Nuestro viejo hombre esta crucificado con Cristo.
(Véase también Ga. 2:20; 5:24). Pablo dijo, .Mas lejos este de mi gloriarme,
sino en la cruz de nuestro Señor Jesucristo, por el cual el mundo me es
crucificado a mi, y yo al mundo. (Gal 6:14). Aquí el deber de .amortiguad esta
relacionado a la muerte de Cristo, porque nosotros y nuestros pecados es dicho
estar crucificados con Cristo.
Nosotros y
nuestros pecados están así crucificados por virtud de su muerte (2ª Co. 4:10).
Así como una
persona crucificada toma un largo tiempo para morir, así también el cuerpo del
pecado dentro de nosotros. Pero el hombre crucificado en la cruz vivirá mucho
mas si se le alimenta bien y se le cuida que si pasa hambre y le quiebran las piernas.
Pero el
significado mayor de que nuestro ser halla sido crucificado con Cristo es de que
cuando venimos a la fe en él, por virtud de su muerte, nuestra naturaleza
pecaminosa y corrupta fue .crucificada en nosotros. Su poder en nosotros fue roto.
El pecado no tiene más dominio sobre nosotros. Así que ahora este .cuerpo de
pecado. Crucificado dentro de nosotros no debe de ser alimentado y cuidado,
sino mejor dicho, cada esfuerzo se debe hacer para apresurar su muerte. Esta
naturaleza corrupta crucificada que está dentro de nosotros amaría ser popular
entre los hombres y realizar todos sus deseos codiciosos, así como la gente
mundana lo hace.
Pero cuando
amortiguamos estos deseos y rehusamos dejar al pecado salirse con la suya en
nosotros, estamos inmediatamente siendo vistos diferentes por el mundo, y
nuestras vidas santas que resultan los convencen de sus caminos pecaminosos.
Por lo tanto el Cristiano es aborrecido y vilipendiado y tratado así como
Cristo fue tratado. Por lo tanto Pablo dijo que él siempre llevó en su cuerpo
la muerte del Señor Jesús (2ª Co. 4:10). El poder de Cristo crucificado obró
dentro de él la amortiguación del pecado y lo trajo a experimentar externamente
la muerte del Señor Jesús a causa del trato que recibió del mundo.
La Oposición al amortiguamiento
El
amortiguamiento es un deber siempre puesto en nosotros. Cuando ya no es un
deber el crecer en gracia, entonces ya no sigue siendo un deber el
amortiguamiento al pecado.
El hecho de que
el amortiguamiento es siempre un deber puesto en nosotros implica que siempre
hay un principio gobernante de pecado que todavía mora en nosotros. La
Escritura llama a esto el pecado que mora en nosotros; el mal que esta presente
con nosotros; la ley en nuestros miembros; deseos malos, codicias, carne. De
este principio gobernante de pecado sale la necedad, engaño, tentación,
seducción, rebelión, guerras, y lo parecido.
El pecado que
mora adentro es lo que se debe amortiguar. La raíz o el principio dominante de pecado deben ser amortiguados.
El .hombre viejo. (Así opuesto al .nuevo hombre. el cual es creado a la imagen
de Dios en justicia y verdadera santidad) debe de ser muerto.
La inclinación,
el hábito actual y la disposición, y las obras externas de este hábito, llamados
el cuerpo de pecado con sus miembros, debe de ser amortiguado (Ga. 5:24: Ef. 2:3;
4:22).
Los pecados
actuales producidos también deben de ser amortiguados. Estos pecados actuales
son de dos clases. Hay pecados internos. Estos son las imaginaciones y las
ideas y los deseos del corazón (Gn. 6:5; Mt. 15:19). Hay también pecados
externos (Col. 3:5; Ga. 5:19-21). Este principio gobernante de pecado con todos
sus deseos y pecados actuales está opuesto directamente al principio gobernante
de santidad en nosotros por el Espíritu Santo.
El pecado y la
santidad son opuestos en lo que desean llevar acabo (Ga. 5:17; Ro. 7).
Son opuestos en
las obras y acciones que producen (Ro. 8:1) Andando de acuerdo a los deseos del
pecado lleva a condenación. Andando de acuerdo a los deseos del Espíritu lleva
a vida eterna (Ro. 8:4). Andando de acuerdo a los deseos de la carne pecaminosa
lleva a la desobediencia de las leyes de Dios. Andando de acuerdo a los deseos
del Espíritu lleva a la a obediencia de las leyes de Dios.
No le debemos
nada a la naturaleza corrupta y pecaminosa. Solo trae problemas y muerte. Por
lo tanto amortiguad esta naturaleza corrupta, porque si no lo haces morirás (Ro.
8:12, 13).
Andando de
acuerdo a la carne significa estar de acuerdo con los deseos de la carne y permitirles
que obren en nuestros cuerpos (Ro. 8:5). Andando de acuerdo al Espíritu significa
el ser dado a su dominio y guianza, y el comportarse como él desea que nos comportemos.
Los frutos y actividades externas de estos dos principios se oponen (Ga. 5:19-24).
El deber de
amortiguar es el de hacerse al lado de la gracia en contra del pecado. Esto significa
apreciar y fortalecer el principio gobernante de santidad implantado en
nosotros por el Espíritu Santo. Significa dejar a la gracia obrar en nosotros
libremente todos los deberes, ambos internos y externos. De este modo las
actividades de la carne son derrotadas. Significa aplicando la gracia
apropiada, con todo su poder y actividad, en contra de aquel pecado particular
el cual desea ser llevado acabo. Así como hay pecados particulares los cuales
desean llevarse acabo, así hay una gracia particular para oponerse a cada
pecado. Cuando amortiguando un pecado en particular, esa gracia particular diseñada
para oponer a ese pecado particular debe ser traída al juego. Es en esta aplicación
correcta de la gracia apropiada para el pecado particular que el secreto de la amortiguación
descansa.
Este deber de
debilitar al pecado al fortalecer la gracia para oponerse al pecado se llama
amortiguación, o dar muerte; primero, porque es dar muerte en verdad al pecado que
mora, y segundo, porque es un deber violento. Todos los otros deberes pueden
ser hechos de una manera más fácil y gentil, sin embargo en este deber debemos
de luchar, pelear y matar. Tercero, es llamado amortiguamiento porque el
propósito entero de este deber es la destrucción final y completa del pecado
que mora adentro.
B. COMO AMORTIGUAR EL
PECADO
Determina que
vas, cada día y en cada deber, a abolir y destruir este principio gobernante de
pecado. No morirá al menos que sea gradualmente y constantemente debilitado.
Pásalo por alto, y se cura sus heridas y recupera su fuerza. La negligencia
permite al pecado a recobrar tal poder que tal vez jamás podremos recuperar
nuestro estado anterior mientras vivamos.
Debemos tener
cuidado continuamente con el levantamiento de este principio gobernante de
pecado e inmediatamente dominarlo. Esto debe ser hecho en todo lo que somos y
hacemos. Debemos de ser cuidadosos en nuestro comportamiento con otros, cuidadosos
cuando estamos solos, cuidadosos cuando estamos en problemas o en gozo.
Debemos de ser
cuidadosos particularmente en el uso de nuestros tiempos de placer y en las
tentaciones.
Determina que ya
no vas a servir al pecado (Ro. 6:6). Míralo como el peor servicio el cual una
criatura racional es capaz. Si sirves al pecado te traerá a un fin pavorisante.
Determina que
aunque el pecado está en ti, sin embargo no lo servirás. Recuerda, que si el
viejo hombre no está crucificado con Cristo, todavía eres un siervo del pecado,
no importa lo que pienses de ti.
Date cuenta que
no es una tarea fácil el de amortiguar al pecado. El pecado es un enemigo
poderoso y terrible. No hay ninguna cosa viva que no haga todo lo que está en su
poder para salvar su vida. Por lo tanto también el pecado pelea para salvar su
vida. Si al pecado no se le caza diligentemente y se trata con violencia santa,
se escapara a todos nuestros intentos de matarlo. Es un gran error el pensar
que podemos en cualquier momento descansar de este deber. El principio
gobernante del pecado que debe ser asesinado esta en nosotros, y por lo tanto
tiene asimiento de todas nuestras facultades. El pecado no puede ser muerto sin
un sentido de dolor y pena. Por lo tanto Cristo lo comparó a cortar la mano
derecha y sacar el ojo derecho. La batalla no es en contra de una codicia en
particular sino en contra de todas las codicias pecaminosas las cuales combaten
en contra del alma.
El
amortiguamiento que sale de las convicciones de la ley solo lleva a tratar con pecados
particulares, y siempre prueba ser infructuoso. El verdadero amortiguamiento
del pecado trata con el cuerpo entero del pecado. Va al corazón del asunto y
pone el hacha a la raíz del árbol. Este es el amortiguamiento el cual el
Espíritu Santo lleva al creyente a hacer.
El
amortiguamiento de pecados particulares sale de una conciencia culpable. Pero el
amortiguamiento que sale de principios evangélicos trata con todo el cuerpo del
pecado en su oposición a la renovación de la imagen de Dios en nosotros.
C. EL MINISTERIO DEL ESPÍRITU
SANTO
Aunque el
amortiguamiento es nuestro deber, es por la gracia y la fuerza del Espíritu Santo
que podemos hacerlo.
Que el deber de
amortiguamiento es la obra del Espíritu Santo es afirmado por Pablo (Ro. 8:13).
Debemos de amortiguar las obras de la carne. Pero solo podemos hacer esto por
el Espíritu Santo. No lo podemos hacer con nuestro poder y habilidad. Esto es claramente
enseñado por Pablo (Ro. 8:2-13). En el capitulo siete de Romanos, Pablo enseña
la naturaleza, propiedades y poderes del pecado interno el cual permanece en
los creyentes (Ro. 7:7-25).
Pero dos conclusiones
erróneas pueden ser sacadas.
LA PRIMERA es que el pecado interno tiene gran poder y a menudo
predomina en nosotros. Cuando queremos hacer bien, hace todo lo que puede para
impedirnos. Este pecado interno nos lleva al mal. Así que ¿que será de nosotros
al final? ¿Cómo responderemos por todo el pecado al cual nos ha llevado a
cometer? ¿Seguramente debemos perecer bajo su culpa?
EL SEGUNDO es que el poder del pecado interno en nosotros es
demasiado fuerte para nosotros resistirlo. Somos lo bastante incapaz para
vencerlo. Debe al final vencernos y traernos bajo su dominio, a nuestra ruina
eterna.
Pablo contesta a
estas inquietudes de cuatro maneras.
PRIMERO, estas dos conclusiones serán ciertas para todos los
que viven bajo la ley e ignoran a Cristo. Ahora pues, ninguna condenación hay
pero es solo .para los que están en Cristo Jesús. (Ro. 8:1).
SEGUNDO, hay una liberación de esta condenación y de toda
responsabilidad para el, por medio de justificación gratis por medio de la fe
en la sangre de Cristo (Ro. 8:1).
TERCERO, nadie podrá abusar de esta grande doctrina de
justificación y convencerse de que pueden seguir pecando y no perecer. Pablo
nos dice que los que verdaderamente son justificados no andan de acuerdo a la
carne, sino de acuerdo al Espíritu (Ro. 8:1). Solo aquellos que se entregan
para ser guiados por el Espíritu de santidad son verdaderamente santificados.
CUARTO, Pablo enseña como y por que medios el poder del
pecado será quebrantado, su fuerza debilitada, sus intentos por destruir la
santidad frustrados y finalmente como el pecado mismo será destruido. Él enseña
como nosotros seremos la muerte al pecado y no el pecado la muerte de nosotros.
Podremos destruir al pecado por la ley o poder del Espíritu de vida el cual
está en Cristo Jesús (Ro. 8:2). Y Pablo prosigue a declarar que es por la obra
efectiva del Espíritu Santo en nosotros solamente que somos capacitados para vencer
a nuestro enemigo espiritual.
El fundamento de
todo el amortiguamiento del pecado en nosotros es del Espíritu Santo morando en
nosotros (Ro. 8:11). Así que cuando Pablo habla del Espíritu dando vida a
nuestros .cuerpos mortales él quiere decir nuestros cuerpos físicos los cuales
están sujetos a muerte por causa del pecado. El dar vida a estos cuerpos
mortales es el ser liberado del principio gobernante del pecado y de muerte por
el principio gobernante de vida y justicia. Somos liberados de estar .en la
carne para que pudiésemos estar .en el Espíritu. (Ro. 8:9). En este verso el
Espíritu Santo es visto ser, igualmente el Espíritu del Padre y del Hijo.
La obra del
Espíritu Santo en nuestra santificación es similar a la obra de Dios en nosotros
al levantar a Cristo de los muertos, porque esta obra forjada en nosotros es
hecha por virtud de la resurrección de Cristo (Efe. 1:19, 20).
D. EL CAMINO AL
AMORTIGUAMIENTO
¿Entonces como
Dios hace esta obra de amortiguar el pecado en nosotros? Él lo hace por medio
de su Espíritu que mora en nosotros (Ro. 8:11). Como es una obra de gracia, es dicho
que es forjada en nosotros por su Espíritu. Como es nuestro deber, se nos dice
de amortiguar las obras de la carne por medio del Espíritu (Ro. 8:13). Si
alguno no tiene el Espíritu de Cristo morando en él, no ha amortiguado ningún
pecado, sino todavía anda de acuerdo a la carne, y si continua haciéndolo,
morirá.
Hay dos cosas que
debemos recordar en este deber de amortiguamiento. Es el Espíritu Santo quien
amortigua nuestras corrupciones. Es el Espíritu Santo quien nos vivifica a una
vida de obediencia santa. El Espíritu Santo mora en nosotros para preparar un
lugar digno de él. Así que debe ser nuestro deber de mantener su morada pura y
santa. El negar hacer esto es profanar el templo del Espíritu Santo.
OBJECIÓN. ¿Si todavía queda pecado en nosotros, como puede suponerse que el
Espíritu Santo more en nosotros o en alguno que no es perfectamente santo?
RESPUESTA. El
Espíritu Santo se opone al pecado para que él pueda gobernar en nuestros corazones
(Ro. 6:12-14). El asunto en cuestión es, ¿Quien o que tendrá el gobierno en nosotros?
(Ro. 8:7-9). El Espíritu Santo mora en aquellos en quienes él ha puesto el pecado
en sujeción. Las almas y mentes de aquellos que verdaderamente son santificados
son continuamente rociadas con la sangre de Cristo. Así que por este continuo esparcimiento,
los santificados son continuamente purificados. Así que, por virtud del sacrificio
de Cristo, los creyentes nunca son moradas inadecuadas para el Espíritu Santo.
El pecado que
debe ser amortiguado en nosotros es el peligroso y corrupto hábito y tendencia
a pecar lo cual está en nosotros por naturaleza. Es .el hombre viejo el cual
está corrompido de acuerdo a las codicias engañosas. El Espíritu Santo implanta
en nuestras mentes y en todas nuestras facultades un principio de vida
espiritual y santidad. Este principio gobernante resiste a todo el cuerpo de
pecado y a cambio trae los frutos de santidad.
Así que si vamos
a luchar contra el pecado, debemos tener algo en nosotros el cual sea capaz de
tomar armas en contra del pecado y destruirlo. .Porque los que son de Cristo, han
crucificado la carne con sus afectos y concupiscencias. (Ga. 5:24). Los
Cristianos han crucificado a la carne con sus deseos malos, clavándola a la
cruz donde a lo largo debe morir.
Si vivimos en el
Espíritu, andemos también en el Espíritu. (Ga. 5:25). Si tenemos este principio
espiritual de vida, el cual es vivir en el Espíritu, entonces actuemos y trabajemos
de ese principio y así incrementarlo y fortalecerlo para la ruina y amortiguamiento
del pecado.
Nuestro deber es
de trabajar junto con este principio espiritual, y bajo el Espíritu Santo, amortiguar
al pecado al amar y alentar al principio de santidad en nosotros. Entre más abundemos
en los .frutos del Espíritu estaremos menos preocupados con las .obras de la
carne, Pablo nos da su propia experiencia y nos enseña que la ley por si misma
solo sirve para incrementar el poder del pecado interno y su culpabilidad (Ro.
7:7-9).
El Espíritu Santo
lleva acabo esta obra en nosotros por gracia, y nos capacita para llevar acabo
este deber nosotros mismos. Por lo tanto Pablo nos enseña el secreto de la liberación
del cuerpo del pecado el cual trae muerte (Ro. 7:25). Es Dios quien por medio de
Jesucristo nos suministra con ayuda de gracia en contra de este poder de pecado
(2ª Co. 12:9; Fil. 1:19; He. 4:16). Es con Dios a donde debemos ir por
provisiones de gracia por medio de Jesucristo. Así que, si vamos a realizar
exitosamente este deber de amortiguamiento, debemos prestar atención a lo
siguiente.
Debemos hacer
cada esfuerzo durante todas nuestras vidas para buscar estas provisiones de
gracia. Debemos de esperar por ellas en todas las maneras por las cuales
Dios nos las da.
Si descuidamos la oración, la meditación, leer y escuchar la Palabra y atender
a las ordenanzas de adoración, no tenemos ninguna razón para esperar alguna gran
ayuda.
Debemos de hacer
cada esfuerzo para vivir y abundar en el verdadero ejercer de esas gracias las
cuales resisten mas directamente a esas codicias especiales que continuamente acosan
nuestros pasos.
Debemos de hacer
cada esfuerzo para recordar que es el Espíritu Santo quien nos dirige a, y nos
ayuda en el hacimiento de todos esos deberes los cuales Dios ha señalado para
el amortiguamiento del pecado.
Dos cosas se
requieren de nosotros si vamos a llevar acabo estos deberes correctamente.
Debemos de
conocer cuales son estos deberes y como deben de llevarse acabo si vamos
amortiguar efectivamente al pecado.
El conocimiento
de estas dos cosas debe aprenderse del Espíritu de Dios. Es su deber de
instruir a los creyentes por la Palabra, no solo lo que sus deberes son, sino
también como llevarlos acabo. Estos deberes solo se pueden aprender por las
enseñanzas del Espíritu de Dios y se hacen correctamente solo si se hacen en fe
y para la gloria de Dios.
Los deberes que
se nos requieren hacer de esta manera son la oración, la meditación, la vigilancia,
el abstenerse de codicias carnales y el ser sabio al tratar con las
tentaciones.
Todos estos
deberes deben de ser hechos de tal manera que lleve a la vida santificada y a al
amortiguamiento del pecado (Sal. 18:21-23).
ORACIÓN
Y MEDITACIÓN. Estos son deberes requeridos cuando el peligro sale
solamente de nosotros mismos y de nuestros deseos perversos, emociones rebeldes
o el estallido de un mal temperamento.
VIGILANCIA
Y ABSTINENCIA. Estos deberes se requieren cuando somos tentados a
pecar y cuando las inquietudes y cuidados de negocios del mundo amenazan el
crecimiento de santidad.
SABIDURÍA. Y si alguno de vosotros tiene falta de sabiduría,
demándela a Dios, el cual da a todos abundantemente, y no zahiere, y le será
dada. (Stg. 1:5).
Una sabiduría especial
se necesita en varias aflicciones, para que sean usadas eficazmente en el
desarrollo de paciencia y en el amortiguamiento de la impaciencia. Todos estos deberes,
usados correctamente, obran para ayudarnos a amortiguar el pecado.
E. ORACIÓN
Hay dos clases de
oraciones que se necesitan cuando se trata con el pecado y su poder.
LA PRIMERA CLASE ES LA ORACIÓN DE LAMENTO. Este es el titulo del Salmo 102: Oración del pobre,
cuando estuviere angustiado, y delante de Jehová derramare su lamento. Encarado
con el poder prevaleciente del pecado el alma se derrama en lamentos (Sal.
55:2; 142:2; Ro. 7:24).
¿Que puede ser más
aceptable a Dios de que sus hijos, que por puro amor a él y a su santidad, y
que por deseos fervientes de agradarlo por medio de una vida de obediencia santa
y de conformidad a la imagen de Cristo, vengan con sus lamentos a Dios? Su lamento
es que el pecado los retiene de ser santos. Se lamentan de su debilidad. Se lamentan
en humildad profunda de todos los males que aun quedan en ellos (Jer. 31:18- 20).
LA SEGUNDA CLASE DE ORACIÓN ES LA
ORACIÓN DE PETICIÓN. Estas
son oraciones a Dios para administraciones de gracia para luchar y conquistar
al pecado. Es en nuestras peticiones que el Espíritu Santo nos ayuda.
La oración
provoca a todas las gracias a producir el fruto de la santidad y así debilita
el poder del pecado. El alma de un creyente nunca es levantada a una
determinación más alta de espíritu que cuando esta en oración. Es en la oración
que el amor por y el deleite del alma en la santidad son incrementados. Es en
la oración que el creyente crece más santo. La mejor manera para perseverar en
la santidad es de perseverar en la oración.
F. LA MUERTE DE CRISTO
El Espíritu Santo
continúa esta obra de amortiguar el pecado en nosotros aplicando la muerte de
Cristo a nuestras almas. En quien la muerte de Cristo no es la muerte al
pecado, morirá en sus pecados.
La muerte de
Cristo tiene una influencia especial en el amortiguamiento del pecado. Si no
fuera por la muerte de Cristo, el pecado nunca seria amortiguado.
Por la cruz de
Jesús, esto es, su muerte en la cruz, somos crucificados al mundo (Ga. 6:14;
Ro. 6:6). El pecado en nosotros es amortiguado por virtud de la muerte de
Cristo.
La muerte de
Cristo es la muerte del pecado. Considera su ofrecimiento de si mismo por el
cual nuestros pecados fueron expiados y su culpa quitada. Considera también la aplicación
a nosotros del ofrecimiento de sí mismo de Cristo en la cruz. Es por su aplicación
que el poder de nuestros pecados es sometido (Ro. 6:3, 4).
El viejo hombre
es dicho haber sido crucificado con Cristo. Esto quiere decir el pecado debe
ser amortiguado por la muerte de Cristo.
Cristo es la
cabeza, el principio, el original o el plano de la nueva creación. Es el primogénito
de toda criatura (Col. 1:15). Así como seremos transformados perfectamente en
la resurrección a su semejanza, así ahora somos conformados a esa misma
semejanza, porque para esto hemos sido predestinados (Ro. 6:5; 8:29; Fil. 3:10;
Col. 2:20).
Una virtud sale
de la muerte de Cristo para la destrucción del pecado. La muerte de Cristo no
fue diseñada para que fuera un ejemplo muerto, pasivo e inactivo de cómo morir,
sino mejor dicho un medio poderoso para transformarnos a su semejanza. La muerte
de Cristo es la ordenanza de Dios para este propósito. Dios por lo tanto da
poder a la muerte de Cristo para obtener los resultados que fueron diseñados
para producir (Fil. 3:10). Como la cabeza del cuerpo, Cristo da poder y gracia
necesaria a cada miembro del cuerpo.
¿Como entonces es
la muerte de Cristo aplicada a nosotros? Y ¿como nos aplicamos la muerte de
Cristo para el amortiguamiento del pecado?
La muerte de
Cristo nos es aplicada y nosotros nos aplicamos la muerte de Cristo por fe.
Debemos tocar a Cristo por fe (cf. Mt. 9:20-22).
Debemos mirar por
fe a Cristo y su muerte en la cruz para la muerte del pecado interno.
¿Pero como
nuestro pecado interno va a ser amortiguado al mirar por fe a la muerte de Cristo
en la cruz? ¿Como fueron sanados los que miraron a la serpiente de bronce (Nm. 21:4-9)?
Porque era una ordenanza la cual Dios hizo efectiva para sanar. Así que la muerte
de Cristo mirada para la muerte del pecado, también será hecha efectiva a nosotros
como la ordenanza de Dios. Al contemplar a Cristo por fe, así somos transformados
a su imagen (2ª Co. 3:18).
La muerte de
Cristo nos es aplicada y nosotros nos aplicamos a la muerte de Cristo por amor.
Cristo como crucificado es el grandioso objeto de nuestro amor. Para los
pecadores arrepentidos, él es completamente precioso. En la muerte de Cristo,
su amor, gracia y humildad al bajarse a nuestro nivel muy gloriosamente brilla.
El objeto de
nuestro amor es Cristo, su gracia inescrutable, su amor inexplicable, su humillación
infinita de si mismo por causa nuestra, su sufrimiento paciente y su poder victorioso
al morir por nosotros.
Hay varias
maneras por las cuales este amor de Cristo puede ser presentado a nuestras mentes.
Los hombres pueden hacerlo por sí mismos por medio de sus imaginaciones.
Pero ningún amor
por Cristo será producido. Otros pueden hacerlo en descripciones emocionales de
la parte externa de los sufrimientos de Cristo. Pero tampoco ningún amor verdadero
para Cristo sale de esta manera. Se hace en el papado y entre otros por medio de
imágenes, crucifijos y retratos tristes. Pero también estos no tienen poder
para producir amor verdadero para Cristo.
Solo es hecho efectivamente
por el evangelio porque sólo en el evangelio es .Jesucristo claramente descrito
como crucificado ante nuestros ojos. (Ga. 3:1). Y el evangelio hace esto al
poner nuestra fe en la gracia, amor, paciencia, la condescendencia voluntaria,
la obediencia y todo el propósito de la muerte de Cristo.
G. LOS EFECTOS DEL AMOR
VERDADERO POR CRISTO
EL PRIMER EFECTO del amor verdadero por Cristo es nuestro
aferramiento a él. El alma del creyente esta ligada al alma de Cristo así como
la de David estaba con la de Jonatán (1ª S. 18:1). El amor produce un
aferramiento firme a Cristo crucificado que hace al alma en algún sentido
siempre presente con Cristo en la cruz.
EL SEGUNDO EFECTO de un amor verdadero por Cristo es nuestra
conformidad a él. El amor desea ser como el amado. El amor por el amado
engendra un parecido entre la mente amante y el objeto amado. Una mente llena
con el amor de Cristo como crucificado será transformada a su semejanza, por el
amortiguamiento efectivo del pecado y por el poder y gracia derivada de la
muerte de Cristo para amortiguar el pecado.
El Espíritu Santo
lleva adelante esta obra de amortiguar el pecado interno en los creyentes de
tres maneras.
PRIMERO, al enseñar a los creyentes la verdadera naturaleza
del pecado y su paga, la cual es muerte.
SEGUNDO, al enseñar a los creyentes la belleza, excelencia,
utilidad y la necesidad de la santidad; y:
TERCERO, al enseñar a los creyentes que Dios el Padre, Dios
el Hijo y Dios el Espíritu Santo y el evangelio están todos concernidos de que
debamos ser salvos del pecado y ser hechos santos, así como Dios mismo es
santo.