EL ESPÍRITU SANTO Y LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO

Antes de que empecemos a discutir la obra del Espíritu Santo en la naturaleza humana de Cristo, debemos afrontar una pregunta difícil. ¿Que necesidad hay para que el Espíritu Santo haga alguna cosa, ya sea en creando y preparando esa naturaleza humana, o en juntándola con la divina, ya que el Hijo de Dios es muy capaz de hacer toda la obra él mismo? Este problema es planteado por los que niegan las tres Personas de la Trinidad y buscan amarrar en nudos a los que creen esta verdad.
La obra especial del Hijo de Dios en la naturaleza humana era de unirla a si mismo al hacerse hombre. Ni el Padre ni el Espíritu Santo hicieron esto. Solo el Hijo se hizo hombre y vivió como hombre en la tierra (Juan 1:14; Ro. 1:3; Ga. 4:4; Fil. 2:6, 7; He. 2:14, 16).

A. UNA PERSONA, DOS NATURALEZAS

El resultado del Hijo de Dios de tomar naturaleza humana fue que ambas la naturaleza humana y la naturaleza divina fueron unidas juntas en su sola Persona, para nunca ser separadas, ni siquiera cuando el alma humana de Cristo fue separada de su cuerpo humano en la tumba. La unión del alma y cuerpo en Cristo no era tal que la separación del alma del cuerpo pudiera destruir su personalidad. En otras palabras él no era dos personas en una naturaleza. Él era una Persona en dos naturalezas, una humana la otra divina.
Esta unión de las dos naturalezas en la Persona del Hijo de Dios no significa que la naturaleza humana fue dotada con atributos divinos. La naturaleza humana no se hizo omnisciente y todo-poderosa; ni tampoco la naturaleza divina fue dotada con características humanas. La naturaleza divina permaneció perfectamente divina y nunca de ninguna manera se hizo humana, y la naturaleza humana permaneció perfectamente humana y nuca de ninguna manera se hizo divina. Así que cuando Cristo en la cruz grito, ¿Dios mío, Dios mío porque me has desamparado?, no debemos pensar que su naturaleza divina se separo y abandono su naturaleza humana, sino que solo en ese momento, su naturaleza divina quito toda luz y consuelo de su naturaleza humana. Así Cristo, como verdadero hombre, realmente sufrió por los pecados de su pueblo.
Otro ejemplo se ve en el Evangelio de Marcos (Marcos 13:32). .Pero de esa hora y día nadie lo sabe, ni los ángeles en el cielo, ni el Hijo, sino solo el Padre. No debemos pensar que el Hijo de Dios como es Dios no sabia la hora y el día, sino solo que su naturaleza humana no lo sabia, porque su naturaleza divina no había deseado revelarlo a su naturaleza humana.
Después de su ascensión, Dios le dió la revelación que le hizo al apóstol Juan (Ap. 1:1). Esta revelación fue dada a él como hombre y no como Hijo de Dios.
La naturaleza humana de Cristo, entonces, no esta de ninguna manera dotada con atributos divinos, y la naturaleza divina era libre ya sea de revelar verdades divinas y dar consuelo divino y fuerza a la naturaleza humana o retenerlas.

B. LA OBRA DISTINTIVA DE EL ESPÍRITU

El Espíritu Santo es la Persona de la Trinidad qué lleva acabo todo lo que Dios planeó. Él es el Espíritu del Hijo como también es el Espíritu del Padre. Él procede del Hijo y del Padre. Y así todo lo que el Hijo hace él lo hace por el Espíritu, incluyendo todo lo que él hace en su naturaleza humana. Pablo nos dice que el Espíritu Santo es el Espíritu del Hijo (Ga. 4:6).
Como hemos visto, las Personas de la Trinidad no pueden ser separadas la una de la otra. Lo que una Persona hace, los tres lo hacen. Así que lo que el Espíritu Santo hace, también el Padre y el Hijo lo hacen. Una persona de la Trinidad no puede hacer ninguna cosa como separado de los otras dos Personas. Por eso en cada obra divina debemos reconocer la autoridad del Padre, el amor y sabiduría del Hijo, y el poder de Espírito Santo, no como hechos separados de cada Persona sino de toda la Divinidad actuando por medio de esa Persona particular escogida para hacer esa obra especifica. Pero habiendo dicho esto, debemos enfatizar que hay actos distintos de cada Persona los cuales son actos de una Persona de la Divinidad y no de las otras dos. Por ejemplo, solo el Hijo de Dios se hizo hombre. El Padre y el Espíritu no. Así también hay obras especiales del Espíritu Santo hacia la cabeza de la iglesia, nuestro Señor Jesucristo, como lo mostraremos.
La primera obra especial del Espíritu Santo en la naturaleza humana de Cristo es la concepción milagrosa de su cuerpo en el vientre de la Virgen María (He. 10:5; 2:14, 16; Mt.1:18-20; Lc.1:35).
El Espíritu Santo hizo este milagro .viniendo sobre ella. Expresiones similares de esta manera de obrar son dadas en la Biblia, e.g, Hechos 1:8 donde se describe dando poder a los apóstoles cuando viene sobre ellos. Al venir sobre ellos, los capacitó para hacer cosas poderosas, las cuales no los había capacitado antes para hacerlas.
Esta concepción milagrosa fue un acto de creación hecho por el Espíritu Santo. No era como el primer acto de creación donde todas las cosas fueron creadas de la nada, sino más bien el tomar de la substancia de la Virgen María y creando de esa substancia el cuerpo humano de Cristo.
Esto era necesario por varias razones. Primero, porque la promesa hecha a Abraham y a David que el Mesías prometido seria de su simiente y vendría de sus lomos debía ser mantenida.
Era necesario también llevar a cabo la primera promesa la cual era que la simiente de la mujer heriría la cabeza de la serpiente (Gn. 3:15). El Verbo se haría carne (Juan1:14).
Tenía que ser hecho de mujer (Ga. 4:4). Debía ser hecho de la simiente de David de acuerdo a la carne (Ro.1:3). Debía tomar sobre él la simiente de Abraham (He. 2:16).
Era necesario confirmar que Dios en verdad había mantenido su promesa, así que la genealogía humana de Jesús es mencionada por dos de los evangelistas.
Era necesario porque él tenia que ser hecho como nosotros en todo, excepto el pecado; solo así nuestros pecados podrían ser imputados a él (He. 2:14; Ro. 8:3, 4).
Esto, entonces, era la obra del Espíritu Santo en referencia a la naturaleza humana de Cristo en el vientre de su madre. Por su poder todo poderoso él crió de la substancia de ella el cuerpo humano de Cristo.
De esta grande verdad debemos notar lo siguiente. El Señor Jesucristo no es el Hijo del Espíritu Santo. La relación de la naturaleza humana de Cristo y el Espíritu Santo es la de criatura y creador. Cristo es llamado el Hijo de Dios con respecto solo al Padre, porque él solo es eternamente engendrado por el Padre. El ser hijo tiene que ver con él cómo él es una Persona divina y no al respecto con su naturaleza humana. Pero el Hijo de Dios tomo naturaleza humana; su Persona entera así como es verdaderamente Dios y verdaderamente hombre es el Hijo de Dios.
Esta obra del Espíritu Santo al crear la naturaleza humana de Cristo se diferencia de la obra del Hijo al tomar naturaleza humana en unión personal con su Persona divina. El Hijo no creó su naturaleza humana sino solo la unió a su naturaleza divina. Así que solo el Hijo fue encarnado, no el Espíritu.
La concepción milagrosa de la naturaleza humana de Cristo en el vientre de la Virgen María fue una obra de creación hecha instantáneamente, aunque esa naturaleza creció en el vientre después. Era necesario también que nada de la naturaleza humana existiera antes de la unión con el Hijo de Dios, porque en el mismo momento de su creación y formación el .Verbo fue hecho carne., .hecho de mujer. (Juan 1:14; Ga. 4:4).
¿Como es que la misma obra de concepción es atribuida a ambos al Espíritu Santo y a la virgen María? Fue expresivamente profetizado, .La virgen concebirá. (Is. 7:14). La misma palabra es usada para describir la concepción de cualquier otra mujer (Gn 4:1).
Sin embargo en el credo de los Apóstoles dice que él fue .concebido por el Espíritu Santo., no obstante solo nacido de la Virgen María.
Para entender esto debemos entender que el Espíritu Santo fue el que creó la naturaleza humana de Cristo por medio de su poder todo poderoso y por eso esta bien dicho de ser la Persona que causó la concepción de Cristo en el vientre. La Virgen María fue pasiva en esta obra, porque el cuerpo de Cristo fue creado de su substancia.
Esta concepción de Cristo fue después de que fue desposada a José. Hay varias razones para esto. Por su matrimonio a José, su intachable pureza e inocencia fueron protegidas. Dios proveyó a José para que la cuidara a ella y al niño en su infancia. Por medio de este matrimonio, Cristo fue protegido de cualquier calumnia que pudiera surgir, sugiriendo que él era ilegitimo. Después, que demostró quien era por medio de sus obras poderosas, su concepción milagrosa podía ser testificada por su madre. Antes de eso, no le hubieran creído. José, siendo su supuesto padre, lo proveyó con una genealogía que probo que era descendiente de David. De este modo se podía ver que la promesa de Dios a Abraham y a David fue mantenida.
Mateo da su genealogía por medio de José, mientras Lucas da su genealogía por medio de María, no nombrándola, pero empezando con su padre, Eli (Lc. 3:23).
De esta creación milagrosa del cuerpo de Cristo por el poder del Espíritu Santo, un lugar adecuado para morar fue preparado para su alma Santa.
Finalmente, aunque fue hecho a semejanza de carne de pecado, con todas las debilidades y dolencias que el pecado ha traído a nuestro cuerpo, sin embargo el mismo era sin pecado. De este modo el experimentó problemas y dolor; sufrimientos y penas. El sufrió hambre, sed y cansancio, pero no enfermedades o epidemias. De estas el estuvo absolutamente libre.

C. LA OBRA DEL ESPÍRITU EN EL MINISTERIO DE CRISTO

En el momento que la naturaleza humana de Cristo fue criada en el vientre de la Virgen por el Espíritu Santo, fue inmediatamente santificado, y lleno de gracia de acuerdo a su capacidad de recibir.
No siendo engendrado por generación natural, Cristo no heredo una naturaleza pecadora. Su naturaleza humana fue llena de toda gracia por el Espíritu Santo (Is. 11:1-3; He. 7:26; Lucas 1:35; Juan 3:34).
La segunda obra especial del Espíritu Santo en la naturaleza humana de Cristo fue de equiparlo para todo lo que tenía que hacer Cristo como hombre fue, usando su raciocinio y otros poderes de su alma, capaz de vivir una vida de gracia como uno .hecho de mujer, hecho súbdito a la ley. Su naturaleza divina no remplazo su alma humana. Siendo un hombre perfecto, fue movido a hacer lo que hizo por su propia alma racional, igual como cualquier otro hombre (Lc. 2:40). Como cualquier niño humano normal él creció físicamente (Lc. 2:52). Así como creció, él vino a hacer espiritualmente fuerte. Él creció en sabiduría y estatura y a favor con Dios y el hombre. Todo esto esta descrito en Isaías (11:1-3). Y este crecimiento en gracia y sabiduría fue la obra del Espíritu Santo.
La naturaleza humana de Cristo era capaz de aprender cosas nuevas que no había conocido antes (Mr. 13:32; He. 5:8). Esto también fue la obra del Espíritu Santo.
Para capacitar a Cristo a llevar acabo perfectamente los deberes que tenia que hacer en la tierra, el Espíritu Santo lo ungió de un modo especial con dones y poderes extraordinarios (Is. 61:1; Lc. 4:18, 19).
Su poder soberano lo ejercitó poco. Es visto cuando nombró y envió a sus discípulos.
Sus deberes sacerdotales fueron enfocados en su muerte cuando él .se entrego a si mismo por nosotros, ofrenda y sacrificio a Dios. (Ef. 5:2).
Sus deberes proféticos se llevaron a cabo en todo el curso de su vida y ministerio (Ro. 15:8; Dt. 18:8, 19; Hch, 3:23; He. 2:3; Jn. 8:24; Is. 11:2, 3).
El haber sido dotado con dones extraordinarios del Espíritu para llevar acabo su obra profética fue revelado en su bautismo donde él recibió la promesa visible de su admisión en el oficio de profeta de la iglesia. Esto también testifico a otros que él verdaderamente fue llamado y nombrado a su oficio por Dios (Mt. 3:16, 17).
El entonces entró a su ministerio público, y se dio a sí mismo de todo corazón a su obra. Antes, solamente ocasionalmente revelaba la presencia de Dios con él (Lc. 2:46, 47) Antes, solo .creció fuerte en espíritu. (Lc. 2:40). En su bautismo él estaba .lleno del Espíritu Santo. (Lc. 4:1).
Desde entonces siempre estaba .lleno del Espíritu Santo porque Dios no le dió el Espíritu por medida (Juan 3:34), y Cristo también ahora puede decir, .El Señor y su Espíritu me han enviado. (Is. 48:16). Fue enviado con el respaldo de la autoridad total de su Padre y lleno de todo el poder y dones del Espíritu.
Fue por el Espíritu Santo que Cristo pudo hacer todas las obras milagrosas que confirmaron y probaron su ministerio (Hch. 2:22; Lc. 11:20; Mt. 12: 28, 31, 32; Mr. 6:5; 9:39; Lc. 4:36; 5:17; 6:19; 8:46;9:1).
En todo esto el Espíritu Santo testifico que Jesús era el Hijo de Dios (Juan 10: 37, 38).
El espíritu Santo guió, consoló, sostuvo y fortaleció a Cristo en su ministerio, tentaciones, obediencia y sufrimientos Después de su bautismo, Cristo fue llevado por el Espíritu Santo al desierto para ser tentado (Lucas 4:1). El Espíritu Santo lo guió para empezar su contienda con y la conquista del diablo. Nosotros también debemos esperar la misma guianza si predicamos el evangelio (Mar 1:12; Mt.4:1; Lc. 4:1).
Fue por el Espíritu Santo que Cristo triunfó sobre las tentaciones del diablo. Él gano una victoria perfecta sobre el enemigo quien trató de apartarlo de su obra. Cristo después regreso en el poder del Espíritu del lugar de la tentación para predicar el evangelio (Lc. 4:14, 18, 22). El Espíritu Santo después de esto guió, fortaleció y consoló a Cristo en toda su vida, en todas sus tentaciones, problemas y sufrimientos desde el primero hasta el ultimo (Is. 42:4, 6; 49:5-8; 50:7, 8). Todo lo que la naturaleza humana de Cristo recibió gratuitamente de la naturaleza divina también fue por el Espíritu Santo.
Cristo se ofreció a si mismo a Dios por medio del Espíritu Santo (Heb 9:14)
Cristo santifico, consagro o se dedico a si mismo a Dios para ser una ofrenda por el pecado (Juan 17:19). Cristo fue solo de su propia voluntad al jardín del Getsemaní.
Esto simbolizó la traída del cordero a la puerta del tabernáculo para ser sacrificado. En el jardín se dio a si mismo para ser llevado como cordero al matadero. Allí también se ofreció a si mismo a Dios con fuertes clamores y lagrimas (He. 5:7).
El Espíritu Santo fortaleció y apoyo a Cristo durante toda su humillación y sufrimiento hasta el momento que dió su espíritu en la muerte. No es solamente la muerte de Cristo, considerada simplemente como un castigo, que libera del pecado. Es su obediencia para muerte. Esto fue su verdadero sacrificio de si mismo por medio del Espíritu eterno de Dios. Esto es lo que hizo su muerte y sufrimiento efectivo para la salvación de los pecadores.
Durante toda su vida las gracias mayores del Espíritu fueron reveladas en Cristo Jesús
La primera gracia mayor que observamos fue amor a la humanidad y compasión para los pecadores (Ga. 2:20; He. 5:2; Jn. 3:16; Tito 3:4-6; He. 12:2. compare Gn. 29:20). Pero lo que lo movió aun más fue su celo indecible y grandioso amor para la gloria de Dios. Esto Fue mostrado de dos maneras. Primero, por la revelación de la justicia, santidad y severidad de Dios contra el pecado (Sal. 40:6-8; He.10:5-7; Ro. 3:25). Después fue también mostrado por sus obras de gracia y amor (Ro. 3: 24-26).
Una gracia más mayor fue su sumisión santa y obediencia a la voluntad de Dios (Fil.2:8; He. 5:7, 8; Ga. 4:4)
Sin embargo otra gracia mayor fue su fe y confianza en Dios, por la cual, con fervientes oraciones, lloros y suplicas, le recordó a Dios de sus promesas, ambas concernientes a si mismo y al pacto el cual ahora estaba sellando con su sangre (He. 2:13).
En esto fue ayudado grandemente por el Espíritu Santo para ganar a través de todas las terribles agresiones del enemigo. Así durante toda su terrible aflicción, su fe y confianza en Dios fueron victoriosas, aunque fue llevado a clamar, ¿Dios mío, Dios mío porque me has desamparado? (Sal. 22:1, 9-11). Sus enemigos le reprocharon (Sal. 22:8; Mt. 27:43).
Pero su fe permaneció firme como Isaías lo profetizó (50:7-9).
La muerte y sufrimientos de Cristo eran para sellar el pacto de Dios. La sangre que él derramo era la .Sangre del pacto. Él la derramo para que todas las bendiciones del pacto pudieran ser dadas a los escogidos de Dios (Ga.3:13, 14). En el ofrecimiento de si mismo tres cosas se deben de notar.
La primera es que Cristo se ofreció libremente a sí mismo a Dios para expiar por el pecado. Él libremente se sometió a la humillación y crueldad que los hombres le infligieron, de ser condenado injustamente y después ser tratado como un criminal condenado de acuerdo a la sentencia de la ley. Estas fueron las cosas, las cuales saliendo de la dignidad de su Persona, hicieron a su muerte y a sus sufrimientos efectivos. Sin esta su muerte y derramamiento de sangre no hubieran formado una ofrenda satisfactoria por el pecado.
Fue la obediencia de Cristo que hizo su ofrenda de sí mismo un .sacrificio para olor suave. (Ef. 5:2). Dios fue absolutamente deleitado con estos altos y gloriosos actos de gracia y obediencia en Cristo Jesús, que él olió un .aroma de reposo hacia los cuales por quien Cristo se ofreció a sí mismo. Ahora Dios ya no estará enojado con ellos. No los maldecirá más. El estaba mas agradado con la obediencia de Cristo que desagradado con el pecado y desobediencia de Adán (Ro. 5:17-21). Así que no fueron los sufrimientos externos de Cristo o el sufrir la pena de la ley que constituyó la expiación. Fue su obediencia. Fue la ofrenda de si mismo voluntaria de Cristo en obediencia a la voluntad de Dios que fue la razón suprema que trajo a Dios para reconciliarse con nosotros.
Todas estas cosas Cristo las hizo en su naturaleza humana porque el Espíritu Santo lo capacitó para hacerlas. Entonces Cristo es dicho de .ofrecerse a si mismo a Dios por medio del Espíritu Eterno. Y es por el mismo Espíritu Santo que fue consagrado y hecho perfecto como nuestro sumo sacerdote.
Hubo una obra especial del Espíritu Santo hacia la naturaleza humana de Cristo cuando estaba tendida muerta en la tumba
Debemos recordar que aun en la muerte su naturaleza divina y humana no fue separadas la una de la otra. Sin embargo en el mismo hecho de morir, él encomendó su alma o espíritu al cuidado y custodia de su Padre (Sal. 131:5; Lc. 23:46). El Padre, en el pacto eterno, prometió cuidar de Cristo y guardarlo aun en la muerte, y de enseñarle otra vez el camino de vida (Sal. 16:11). Así pues, no obstante su unión con su Persona, su alma humana, en su estado separado, estaba especialmente bajo el cuidado del Padre hasta que la hora llego cuando el Padre le enseño otra vez el camino de vida. Su cuerpo santo en la tumba no estaba de menos bajo el cuidado especial del Espíritu Santo. Así que esa grande promesa fue cumplida, que su alma no fue dejada en el infierno, ni que el Santo de Dios viera corrupción (Sal. 16:10; Hch. 2:31).

D. HUBO UNA OBRA ESPECIAL DEL ESPÍRITU SANTO EN SU RESURRECCIÓN.

PRIMERO, hubo la obra del Padre que soltó a Cristo de la muerte cuando la ley fue completamente satisfecha y la justicia hecha (Hch. 2:24).
SEGUNDO hubo la obra del Hijo que se levantó a si mismo de los muertos (Juan 10:17, 18).
Aunque los hombres perversamente tomaron su vida, no tuvieron autoridad o habilidad de hacerlo sin su consentimiento. Nunca hubieran podido matarlo en contra de su voluntad.
El Padre lo levanto de la muerte porque la justicia fue satisfecha. Pero Cristo también se levanto a si mismo de los muertos y tomo su vida otra vez por un acto de amor, cuidado y poder fluyendo de su naturaleza divina a su naturaleza humana.
TERCERO, la obra especial de reunir su alma tan santa y cuerpo fue dejada al Espíritu Santo (1P. 3:18). Y es por este mismo Espíritu Santo que nosotros también seremos levantados de los muertos (Ro. 8:11). Pablo también recalca que el poder que levanto a Cristo de los muertos es el mismo poder que nos trajo al nuevo nacimiento en Cristo (Ef. 1:17-20).

E. EL ESPÍRITU GLORIFICO LA NATURALEZA HUMANA DE CRISTO.

Fue el Espíritu Santo quien hizo a la naturaleza humana de Cristo apta para ser sentada a la mano derecha de Dios. Y la naturaleza humana glorificada de Cristo es el patrón del cual los cuerpos de todos los creyentes serán conformados. Él que hizo la naturaleza de Cristo santa ahora la hace gloriosa (1Juan 3:2; Fil 3:21).
Otra obra importante del Espíritu Santo fue la de ser testigo a la Persona de Cristo de que realmente era el Hijo de Dios, el verdadero Mesías (Juan 15:26; Hch. 5:32; He.2:4).
La razón de por qué Dios dió a los apóstoles la habilidad de hacer milagros por el poder del Espíritu Santo, fue para ser testigos para Cristo de que realmente era el Hijo de Dios.

F. DIOS LO RECONOCIÓ Y LO EXALTO COMO TAL.

Cristo también predijo que muchos preguntarían en donde le podrían encontrar, y que grandes mentiras se dirían de él y de donde él se encontraría (Mt. 24:26).
Algunos esperarían encontrarlo en lugares desiertos. Muchos monjes pensaron y enseñaron que Cristo se podía encontrar solamente en lugares desiertos y solitarios.
Otros enseñarían que Cristo se encontraría en cámaras secretas. Si alguien les dice está en cámaras secretas, no lo crean. Hay una profunda y misteriosa lección en estas palabras. La palabra Griega para .cámaras significa los lugares secretos de las casas donde el pan, vino y otras comidas se guardaban. ¿Porque entonces pretender encontrar a Cristo en semejantes lugares? Porque esto es exactamente lo que después fue enseñado en la iglesia de Roma. Cristo debe de estar en los lugares secretos donde sus hostias y vino eran depositados después de ser cambiadas en el cuerpo y sangre literal de Cristo, lo cual es un fingimiento de la imaginación papal. Concerniendo a esto, Cristo dice, .No les crean. No dejen que los hagan creer semejante tontería.
Así aprendemos como debemos de conocer a Cristo. Debemos conocerle para que le podamos amar con un amor puro como hombre. Para hacer esto debemos considerar su naturaleza humana hecha hermosa por la obra del Espíritu Santo. Debemos considerar la unión bendita de sus dos naturalezas en la misma Persona y cuan gloriosa cosa es de que Dios tomó en sí nuestra naturaleza.
Después debemos considerar las glorias no creadas de la naturaleza divina para que le podamos amar como Dios.
También debemos considerar la perfección y llenura de gracia que moró en su naturaleza humana por medio del Espíritu Santo.

Debemos conocer a Cristo para que nos esforcemos a ser como él. Y solo podemos ser como el cuándo dejamos al Espíritu Santo hacer su obra en nosotros, formándonos a su imagen.