La santificación
es la renovación completa de nuestras naturalezas por el Espíritu Santo, por la
cual somos cambiados a la imagen de Dios, por medio de Jesucristo. Es la obra
del Espíritu Santo en las almas de todos los creyentes. Sus naturalezas son purificadas
de la contaminación del pecado. Es la renovación de nuestra naturaleza a la imagen
de Dios. Así somos capacitados para obedecer a Dios primeramente por un principio
gobernante interno y espiritual de gracia, y segundo por virtud de la vida y muerte
de Jesucristo de acuerdo a los términos del nuevo pacto, por el cual Dios
escribe sus leyes en nuestros corazones y nos capacita para obedecerlas por el
Espíritu Santo morando en nosotros.
A. LA SANTIDAD DESCRITA
La santidad es
una obediencia santa a Dios que sale de una naturaleza renovada. Esta obediencia
santa es por Jesucristo y de acuerdo a los términos del pacto de gracia.
Esta obra de
santificación es diferente a la regeneración. La regeneración es instantánea.
Es un solo acto de creación, mientras que la santificación es progresiva.
Empieza al
momento de la regeneración y continua gradualmente (2 P. 3:17, 18; 2Ts. 1:3; Col.
2:19; Fil. 1:6).
La santidad es
como la semilla sembrada en la tierra. Crece gradualmente a una planta entera.
B. ACRECENTACIÓN DE GRACIAS
La obra de
santificación es llevada a cabo en nosotros al incrementar y fortalecer esas
gracias de santidad las cuales hemos recibido y por las cuales obedecemos.
Cualquier deber
hacia Dios que el hombre pueda hacer, si no son motivados por la fe y amor, no
pertenecen a esa vida espiritual por la cual vivimos para Dios (Lucas 17:5; Ef.
3:17; 1Ts. 3:12, 13).
El Espíritu Santo
hace esto de tres formas.
PRIMERO, el Espíritu Santo hace esta obra de santidad
estimulando estas gracias dentro de nosotros. Entre mas estimula estas gracias
en nosotros, y entre mas somos movidos a una vida santa por ellas, más vienen a
ser un hábito en nosotros. Y entre más fuerte el hábito, más fuerte es el poder
de estas gracias en nosotros. De este modo el Espíritu Santo las causa a crecer
día a día en nosotros (Os. 6:3).
El Espíritu Santo
estimula a las gracias de fe y amor de dos maneras. Lo hace moralmente por las
ordenanzas de adoración y predicación por las cuales los objetos reales de fe y
amor son puestos delante de nosotros (Juan 16:14, 15; 14:26; He. 4:2). Él lo hace
al morar en los creyentes y así preservar en ellos la raíz y principio
gobernante de sus gracias por su propio poder directo (Gal. 5:22, 23; Fil.
2:13).
SEGUNDO, el Espíritu Santo hace esta obra de santidad al
suplir a los creyentes con experiencia de la verdad, realidad y excelencia de
las cosas que se creen. La experiencia de la realidad, excelencia, poder y
efectividad de las cosas que creen es un medio efectivo de incrementar fe y
amor. Así Dios raciocina con su iglesia (Is. 40:27, 28; 2Co. 1:4; Ro. 12:2;
Col. 2:2; Sal. 22:9, 10).
Es el Espíritu
Santo quien nos da todas nuestras experiencias espirituales porque en ellas
esta nuestro consuelo. El Espíritu Santo consuela a los creyentes haciendo las
cosas que ellos creen una realidad poderosa para ellos (Ro. 5:5).
TERCERO, el Espíritu Santo hace esta obra de santidad al
fortalecer estas gracias en nosotros (Zac. 12:8; Ef. 3:16, 17; Col. 1:10, 11;
Is. 40:29; Sal. 138:8).
C. GRACIAS AGREGADAS
El Espíritu Santo
también hace esta obra de santidad agregando una gracia a otra. Hay algunas
gracias las cuales son estimuladas solo ocasionalmente porque no siempre son necesarias
a la vida de gracia como la fe y el amor.
La santidad
entonces es fortalecida y crece agregándole una gracia a otra, hasta que como
una planta completamente crecida se ve en toda su gloria (2 P. 1:5-7).
Lo que es
necesario es nuestro esfuerzo y diligencia extrema para agregar a la fe todas estas
otras gracias. Lo que Pedro esta diciendo es de que cada gracia debe de ser ejercitada
a su propio tiempo y a su situación apropiada. Esta agregación de gracias es
del Espíritu Santo, él cual las agrega de tres formas.
PRIMERO, él agrega estas gracias al ordenar la situación
apropiada de acuerdo a su gobierno soberano sobre todas las cosas, y luego
trayéndonos a esa situación para que la gracia particular que necesita ser
ejercitada sea llamada a la acción (Stg. 1:2-4).
SEGUNDO, él agrega estas gracias al recodarnos nuestro deber
y enseñándonos qué gracia necesita ser ejercitada en esta situación particular
(Is. 30:21).
TERCERO, él agrega estas gracias al estimular y activar todas
las gracias necesarias en cualquier situación particular.
Es el Espíritu
Santo quien obra todo esto en nosotros y refresca su gracia en nosotros, así
como un jardinero refresca a sus plantas al regarlas (Is. 27:3; Gal. 2:20).
CRISTO
LA FUENTE DE SANTIDAD: Nuestra santidad viene del manantial y fuente de
toda gracia que esta en Cristo Jesús, la cabeza del cuerpo (Col. 3:3).
Así como todo el
cuerpo saca fuerzas y habilidad de la cabeza, así por el Espíritu Santo todas las
provisiones de santidad en nuestra cabeza, Jesucristo, son traídas a cada miembro en su cuerpo
(Col. 2:19).
Así como la rama
es alimentada por la vid de la cual crece, y por ese
alimento puede dar fruto, así nosotros, siendo injertados en Cristo, recibimos de él todas
las provisiones necesarias de santidad par dar fruto para su gloria. Y estas provisiones de
santidad son traídas a nosotros y hechas efectivas en nosotros por el Espíritu Santo.
Así que Dios nos advierte de no enaltecernos, sino recordar que hemos sido
injertados en Cristo por gracia, y de él recibimos todas las provisiones de gracia necesarias
(Ro. 11:20).
OBJECIÓN. Si Dios obra cada obra buena de santidad por él mismo, y si, sin su obra
en nosotros, no podemos hacer nada, ¿entonces cual es el propósito de la
diligencia, deber y obediencia?
RESPUESTA. 2ª Pedro 1:3. Sabiendo esta grande verdad, dice Pedro, deberíamos
dejar que nos motive y nos aliente a toda diligencia para hacernos santo (v.5).
Así que dos cosas
son requeridas.
PRIMERO, que esperemos en Dios por provisiones de su Espíritu
y gracia, sin las cuales no podemos hacer nada, y.
SEGUNDO, cuando esas provisiones lleguen, debemos ser
diligentes en nuestro uso de ellas. Sin las provisiones de la base, un ejército
no puede pelear efectivamente.
Pero cuando las
provisiones llegan cada soldado es llamado a hacer su deber diligentemente. Así
como los árboles y plantas tienen un principio gobernante de crecimiento en si mismas,
así también la gracia (Juan 4:14).
Y como el árbol o
la planta deben de ser regada desde arriba o se secará y no prosperará ni
crecerá, así la gracia debe ser regada desde arriba.
El crecimiento de
árboles y plantas toma lugar tan despaciosamente que no se ve fácilmente. A
diario notamos pequeños cambios. Pero, al curso del tiempo, vemos que un gran
cambio ha pasado. Así es con la gracia.
La santificación
es progresiva, una obra de toda la vida (Pr. 4:18). Es una obra sorprendente de
la gracia de Dios y es una obra por la cual se debe orar (Ro. 8:27).
D. EL ESPÍRITU SANTO NOS
ENSEÑA Y NOS CAPACITA PARA ORAR
El Espíritu Santo
nos enseña y nos capacita para orar al darnos una penetración especial a las
promesas de Dios y a la gracia de su pacto. Así que cuando vemos
espiritualmente la misericordia y gracia que Dios nos a preparado, sabemos por
que pedir.
El Espíritu Santo
nos enseña y nos capacita para orar al hacer que nos demos cuenta de nuestra
necesidad la cual nos lleva a Dios quien es el único que puede suplir esa necesidad.
El Espíritu Santo
nos enseña y capacita a orar al crear y despertar en nosotros deseos que salen
de la nueva obra de creación que él ha hecho en nosotros. ¡Las criaturas recién
nacidas necesitan ser amadas, cuidadas, alimentadas y ejercitadas para poder
crecer saludables y fuertes!
La respuesta a
todas nuestras oraciones es nuestra santificación completa. Muchos se quejan de
que la santificación parece llegar a un alto completo mas tarde en la vida Cristiana.
Entonces el alma parece ser un desierto, vació y muerto, el cual es lo bastante
opuesto a sus experiencias en los primeros años de sus vidas Cristianas. Pero
deben entender que mientras es natural para la gracia y santidad, crecer hasta
la perfección, no crecerá si su crecimiento no es ayudado sino estorbado. La
negligencia pecaminosa y satisfacción propia, o el amor por este mundo
presente, estorba a este crecimiento en la gracia. Una cosa es tener santidad
verdaderamente creciendo y floreciendo en el alma; es completamente otra que
esa alma lo sepa y este satisfecha con ella.
Si suponemos que
el creyente no esta descuidando todos los medios para el crecimiento de la
santidad, entonces se le puede ayudar con lo siguiente.
La santidad,
siendo el sujeto de tantas promesas del evangelio, debe de ser recibida por fe.
La promesa es que los que son participantes del pacto crecerán en santidad. La santidad
depende de la fidelidad de Dios, y no en nuestros sentimientos o el darnos cuenta
de ella. Debemos poner nuestra fe en la fidelidad de Dios.
Es nuestro deber
de crecer y florecer en la santidad. Ahora lo que Dios requiere de nosotros,
debemos creer que él nos ayudara a realizar. Pero no solamente debemos creer que
él nos ayudara, sino también debemos creer que él ya nos esta ayudando. No debemos
confiar en nuestros sentimientos o si nos damos cuenta si somos más santos o no.
E. EL CRECIMIENTO DE LA
SANTIDAD ES MISTERIOSO
La obra de
sanidad es secreta y misteriosa (2Co. 4:16). Así como el hombre externo esta muriendo
lentamente y casi siempre no nos damos cuenta, así es con el crecimiento de la gracia
en el hombre interno. Debemos orar como David, .Examíname, O Dios, y conoce mi
corazón; pruébame y reconoce mis pensamientos; y ve si hay en mí camino de perversidad,
y guíame en el camino eterno. (Sal. 139:23, 24). En otras palabras, Ayúdame a
conocer el verdadero estado de santidad en mi.
El Cristiano
puede ser como un barco sacudido en la tormenta. Nadie a bordo puede darse
cuenta que el barco esta avanzando del todo. Sin embargo esta navegando a
grande velocidad.
LAS
TORMENTAS PRODUCEN CRECIMIENTO: Los grandes vientos y tormentas ayudan a los arboles
de fruto. Así también las corrupciones y las tentaciones ayudan la
fructificación de la gracia y santidad. La tormenta afloja la tierra alrededor de sus raíces
para que el árbol pueda meter sus raíces más hondo hacia la tierra donde recibe provisiones
frescas de alimento. Pero solo mucho después se verá que produzca mejor fruto. Así las
corrupciones y tentaciones desarrollan las raíces de humildad, negación propia y duelo en
una búsqueda mas profunda por esa gracia por la cual la santidad crece fuerte. Pero
solamente después habrá frutos visibles de santidad incrementada.
DIOS
TIENE CUIDADO DE LA NUEVA CREACIÓN: Dios, quien en sabiduría infinita crea a la nueva
criatura, también la cuida. Él tiene cuidado de la vida de gracia forjada en nosotros por su Espíritu. Él
anhela verla crecer
saludable y fuerte. Él sabe
exactamente como promover ese crecimiento, precisamente como un buen jardinero sabe exactamente como producir las mejores
plantas. Pero cómo
Dios obra para hacer esto no podríamos
explicarlo: a veces estaremos perplejos al saber lo que él esta haciendo con nosotros.
En los primeros
días de la fe, las corrientes parecen correr en pastos verdes, y el nuevo Cristiano
siempre parece fresco y verde en los caminos de gracia y santidad. Pero después
en la vida Cristiana, le parece bueno a Dios voltear la corriente a otro canal.
Él ve que el ejercitar la humildad, duelo piadoso, temor, guerra diligente con
las tentaciones y todas las cosas que atacan a la mera raíz de la fe y el amor,
ahora son más necesarias.
Así que los
Cristianos con más experiencia y viejos frecuentemente tienen más grandes
problemas, tentaciones y dificultades en el mundo. Dios tiene nuevos trabajos para
que ellos hagan. Él ahora planea que todas las gracias que tienen sean usadas
en nuevos y más difíciles caminos. Tal vez no encuentren que sus deseos
espirituales sean tan fuertes como antes, ni que tengan tal deleite en los
deberes espirituales como antes lo tenían. Por esto, sienten que la gracia se
les ha secado en ellos. Ya no sienten y disfrutan los manantiales de santidad
que antes felizmente corría en ellos. No saben donde están o lo que son. Pero a
pesar de todo esto, la verdadera obra de santificación todavía esta prosperando
en ellos y el Espíritu Santo todavía la esta obrando efectivamente en ellos.
DIOS ES FIEL. Por lo tanto aferrémonos a nuestra esperanza sin
vacilar.
OBJECIÓN. La Escritura enseña que tan a menudo Dios acusa a su gente de
deslizamiento y ser estériles en la fe y amor. Entonces ¿como estos
deslizamientos pasan si la santificación es un crecimiento continuo y
progresivo en el creyente?
RESPUESTA. Estos
deslizamientos son ocasionales y anormales a la verdadera naturaleza de la
nueva criatura. Es un disturbio a las obras ordinarias de gracia, así como un
terremoto es a las obras ordinarias de la naturaleza. Así como el cuerpo puede
estar enfermo con enfermedades, así el alma puede estar espiritualmente enferma
con enfermedades espirituales. Y aunque nuestra santificación y crecimiento en
santidad son las obras del Espíritu Santo, sin embargo son también nuestra
propia obra y el deber al cual somos llamados.
Hay dos maneras
por las cuales podemos resistir a esta obra.
PRIMERO, al permitir cualquier concupiscencia en nosotros
crecer hasta que nos rendimos a sus tentaciones. Si hacemos esto descuidamos el
deber de matar al pecado.
SEGUNDO, podemos resistirla al no alentar a la santidad a
crecer y florecer en nosotros.
Para que la
santidad crezca y florezca en nosotros, necesita a ambos el constante uso de
las ordenanzas y medios que Dios ha señalado y obediencia fiel a todos sus
deberes mandados. Debe también haber buena voluntad de ejercitar cada gracia
espiritual a su tiempo y lugar propio. El descuido de estas cosas grandemente
estorbara al crecimiento de santidad. Es como descuidar todos los medios
correctos para una vida saludable.
Se nos requiere
dar toda diligencia para acrecentar la gracia (2ª P. 1:5-7).
Debemos abundar
en toda diligencia (2ª Co. 8:7).
Debemos mostrar
la misma diligencia hasta el final (He. 6:11).
Si descuidamos
nuestro deber, la obra de santificación será estorbada y la santidad no florecerá
en nosotros.
PORQUE
LOS CREYENTES FRECUENTEMENTE DESCUIDAN SUS DEBERES: Hay tres razones porque muchos descuidan estos
deberes en los cuales la vida de obediencia y consuelo espiritual dependen.
LA PRIMERA Razón Es Una Presunción De Que Ya Son Perfectos. Si
verdaderamente creen esto, entonces no ven ninguna necesidad futura para
obediencia evangélica, y así se vuelven a justificarse a sí mismos por medio de
la obediencia a la ley, para su ruina eterna.
Pablo
completamente rechaza la perfección absoluta como inalcanzable en esta vida (Fil.
3:12-14). El propósito de la vida Cristiana es de traer al creyente a las
bendiciones y gloria eterna para que pueda gozar a Dios para siempre. Pablo
también enseña que el camino por el cual debemos proseguir hacia esta meta de
perfección es por medio de un continuo, no interrumpido proseguir y tratar de
alcanzarlo. Todo esto enseña que la vida Cristiana es un progreso constante en
obediencia santa acompañada por diligencia de todo corazón.
LA SEGUNDA Razón Por La Cual Muchos Descuidan Estos Deberes Es
Una Suposición Tonta De Que, Estando En Un Estado De Gracia, No Necesitan
Molestarse Sobre La Obediencia Y Santidad Exacta En Todas Las Cosas, Tal Como
Lo Hacían Antes De Que Tuvieran Seguridad.
Pablo trata con
esto en su carta a los Romanos (6:1, 2). ¿Podemos decir que estamos en un
estado de gracia si no estamos preocupados por el crecimiento de la gracia en nosotros?
LA TERCERA Razón Por La Cual Muchos Descuidan Estos Deberes Es
Cansancio, Desesperación Y Depresión Que Salen De Varias Oposiciones A Esta
Obra De Santidad. Tales personas deberían de tomar valor de la abundancia de
alientos que la Escritura da para continuar en el camino de fe.