La obra del
Espíritu Santo hacia la iglesia presupone estas cosas:
(I) El amor, gracia, consejo y propósito eterno del
Padre de tener una iglesia, escogida de sobre esta raza humana pecadora.
(II) La obra entera de Cristo en redimir pecadores de
esta raza humana para que sea su iglesia.
(II) La obra del Espíritu Santo en llamar a los pecadores
al arrepentimiento y fe en Cristo y su obra de unirlos a Cristo como la cabeza
del cuerpo, su iglesia.
En la nueva
creación bajo el Nuevo Testamento, es el propósito de Dios que cada Persona de
la Trinidad sea revelada a la iglesia en sus obras especiales y distintas.
Después que Cristo terminó su obra de redención, y
había vuelto al cielo, la tarea de seguir y completar la obra de salvación fue
asumida por el Espíritu Santo.
Antes de su
muerte Cristo prometió al Espíritu Santo a sus discípulos (Juan 14:15-17).
Después de su
resurrección, él les dijo que no intentaran de empezar su obra de atestiguar al
mundo hasta que hayan recibido al prometido Espíritu Santo (Hch. 1:4). Después
de su ascensión, Cristo recibió al Espíritu Santo de el Padre y lo derramo
sobre sus discípulos (Is. 44:3; Jl. 2:28, 29; Hch.2:33).
Es el Espíritu Santo quien reemplaza la ausencia corporal
de Cristo y quien trae a cumplimento todas las promesas hechas a la iglesia.
Cristo está con
nosotros por su Espíritu (Mt. 28:19, 20; Hch.3:21; Mt.18:19, 20; 2Co. 6:16;
1Co. 3:16). Cristo aseguró a sus discípulos que su presencia con ellos por medio
su Espíritu era mejor que su presencia corporal. Ahora Cristo siempre esta con
nosotros dondequiera.
Como el Espíritu Santo representa a Cristo y toma
su lugar, por lo tanto hace todo lo que Cristo hizo por sus discípulos (Juan
16:13-15)
El Espíritu Santo
no viene a revelar algo nuevo, ni tampoco hace nada que contradiga o se oponga
a la doctrina y obras de Cristo. El Espíritu Santo no hace nada que este contrario
de lo que se enseña en al Escritura. Cualquier espíritu que contradiga a Cristo
y a la Escritura no es de Dios.
La gran obra del
Espíritu Santo es de glorificar a Cristo. Él es dado a nosotros para que
nosotros también le traigamos gloria a Cristo. Él viene a mostrar la verdad y
gracia de Cristo, no a hablar de si mismo (Juan 16:13-15). Él no revela otra
verdad, no da otra gracia sino la que esta en, de y por Cristo. Por esta regla
podemos probar cada espíritu si es de Dios o no.
Todo lo que oyere
él hablara. (Juan 16:13). Lo que el Espíritu Santo oye es el plan completo y
propósito del Padre y del Hijo concerniendo a la salvación de la iglesia.
Oyendo significa
el conocimiento infinito del Espíritu Santo del propósito eterno del Padre y
del Hijo.
Él me
glorificará. (Juan 16:14). Esta es la gran obra del Espíritu Santo hacia la
iglesia.
Hace a Cristo
glorioso en nuestros ojos. Y es dado a nosotros para qué, como gente de Cristo,
le traigamos honor a nuestra gloriosa cabeza.
¿Pero como el
Espíritu Santo hará esto? .Él me glorificara, porque él tomara de lo que es mío
y lo declarara a ustedes. (Juan 16:14). No dice que el Espíritu Santo recibe
las cosas de Cristo como si no las hubiera tenido antes, porque ¿que puede él
quien es Dios recibir? Solo cuando empieza a dárnoslas, porque son
especialmente las cosas de Cristo, que es dicho que las recibe. No podemos dar
nada que pertenece a otra persona hasta que primero lo recibamos de esa otra
persona. Él las declarara a nosotros significa que El Espíritu Santo nos las
hará saber. Él nos las revelará tanto a nosotros y en nosotros que las
entenderemos y experimentaremos por nosotros mismos.
¿Y cuales son las
cosas que nos enseñara? .Mis cosas., dice Cristo. Las cosas de Cristo son su
verdad y su gracia (Juan 1:17).
El Espíritu Santo
enseño la verdad de Cristo a sus discípulos por revelación, porque él es el autor
de todas las revelaciones divinas. Por inspiración, él capacitó a los apóstoles
para recibir, entender y declarar todo el consejo de Dios en Cristo. Y en orden
para que ellos pudieran infaliblemente hacer esto, él los guió a toda verdad.
Además el Espíritu Santo enseñó la gracia de Cristo a sus discípulos al
derramar gracias santificantes y dones extraordinarios en ellos.
El Espíritu sigue
mostrando la verdad y gracia de Cristo a los creyentes, aunque no de la misma
forma como lo hizo con ellos a los que inspiro, ni tampoco del mismo grado. La verdad
de Cristo viene ahora a nosotros por la Palabra escrita y predicada. Y mientras
leemos y escuchamos, el Espíritu Santo ilumina nuestras mentes espiritualmente
para entender la mente de Dios en lo que leemos y oímos.
El Espíritu nos revela .todas las cosas que son de
Cristo Jesús dijo, Todas las cosas que mi
Padre tiene son mías. Así que os digo que él tomara de lo mío y os lo declarara. (Juan 16:15). Dos cosas
se pueden aprender de estas palabras.
LA PRIMERA es que tanto de las cosas de Cristo deben de ser
mostradas a los creyentes.
Todas las cosas que el Padre tiene. Todas las cosas que son mías., dice Cristo.
Todas las cosas
que el Padre tiene como Dios son también del Hijo. Así que como el Padre tiene
vida en si mismo, por lo tanto ha concedido al Hijo tener vida en si mismo. (Juan
5:26).
Y lo mismo se
puede decir de todos los otros atributos de Dios, los cuales Cristo tuvo como
el Hijo eterno. Pero estas no parecen ser .todas las cosas. Mencionadas en este
verso. Estas .todas las cosas se refieren a la gracia y poder espiritual los
cuales fueron dados gratuitamente por el Padre al Cristo encarnado (Mt. 11:27;
Juan 3:35).
Todos los efectos
del amor, gracia y voluntad del Padre, lo que sea que se haya propuesto desde
la eternidad y lo que sea que fuera necesario de su poder infinito y bondad
para traer a sus elegidos a la gloria eterna, fueron dados a Cristo Jesús.
Las cosas que se hayan
de declarar a nosotros y otorgar en nosotros, originalmente pertenecen al
Padre. Estas cosas .su amor, gracia, sabiduría, consejo y voluntad- son hechas
las cosas del Hijo; son dadas al Hijo para llevar acabo su obra de mediación.
Estas cosas del
Padre, ahora hechas las cosas del Hijo, son de hecho comunicadas a nosotros por
el Espíritu Santo. El Espíritu Santo no nos las da directamente del Padre sino indirectamente,
por medio de Cristo. Es por el Hijo solamente que tenemos acceso al Padre. El
Hijo es entonces la tesorería de las cosas del Padre. De Cristo la tesorería el
Espíritu Santo toma las cosas del Padre y nos las muestra y las obra en
nosotros. De esta manera el Espíritu totalmente remplaza la presencia corporal
de Cristo.
EN SEGUNDO LUGAR estas palabras nos muestran como podemos tener
comunión con Dios. No podemos ir directamente de nosotros mismos al Padre, ni
tampoco el Padre trata directamente con nosotros. Solo nos podemos acercar al
Padre por Cristo, porque es solamente por él que tenemos acceso a la presencia
del Padre (Juan 14:6; 1P. 1:21). Pero sin la obra del Espíritu Santo, ni
siquiera podemos venir al Padre por Cristo. Así como las cosas del Padre son
depositadas en Cristo y traídas a nosotros por el Espíritu, así el Espíritu
Santo nos enseña como orar y por que orar. Estas oraciones son, como si fueran,
depositadas con Cristo, y Cristo las trae al Padre. Así que si menospreciamos y
demostramos desprecio al Espíritu Santo en realidad se lo estamos haciendo a la
Divinidad en sus acercamientos distintivos a nosotros en amor. Es por eso que
el pecado en contra del Espíritu Santo es imperdonable.
A.
EL
ESPÍRITU SANTO ES EL ESPÍRITU DE GRACIA:
Por lo tanto,
cualquier gracia que encontramos en nosotros, o cualquier obra de gracia que es
hecha en nosotros, siempre debe de ser reconocida como la obra del Espíritu
Santo.
Alguna gente
habla de la virtud moral como si fuera algo que ellos pudieran producir por su
propio esfuerzo; pero todas las virtudes morales son gracias del Espíritu
Santo.
Como el Espíritu
de gracia, el Espíritu Santo hace dos cosas. Él nos hace saber el libre amor de
gracia y favor de Dios hacia nosotros, y él hace su obra de gracia en nosotros
y sobre nosotros. Entonces, no seamos engañados a pensar que podemos tener gracias
morales independientemente del Espíritu Santo.
Todo lo que el Espíritu Santo hace, los hace de su
propia libre voluntad, Él lo
hace porque él escoge hacerlo. El buen placer de su voluntad es visto en todas
las bondades, gracia, amor y poder que el muestra hacia
nosotros. Toda la obra que el Espíritu Santo hace es gobernada por su voluntad
soberana la cual nadie puede resistir (Ro. 9:19), y por su sabiduría infinita.
Su voluntad
revelada aparentemente puede ser resistida.
Cuando el
evangelio es predicado y la gente es llamada al arrepentimiento, su voluntad
revelada es dada a conocer. Pero puede que su voluntad secreta sea que él no
desea traerlos al arrepentimiento. Él no desea darles el don del
arrepentimiento. Así que, al rehusar arrepentirse, ellos resisten su voluntad
revelada, pero llevan acabo su voluntad secreta (Véase Is. 6:9, 10; Juan 12:40,
41; Hch. 28:26, 27; Ro.11:8).
Es lo mismo con
todas sus obras. En algunos él puede iluminarles la mente y traerles convicción
de pecado a sus almas, pero no hacer su obra de regeneración en ellos sin la cual
no pueden ver el reino de Dios. En otros, él hace que todas sus obras resulten
en la salvación total y final de ellos. Y esto es lo que Pablo enseña referente
a dones espirituales (Véase 1ª Co.12). El Espíritu da sus dones de acuerdo a su
propia voluntad soberana.
Objeción. Pero si la salvación de principio a fin es la obra soberana del
Espíritu Santo, entonces nosotros no podemos hacer nada efectivamente para
traernos salvación. ¿Qué uso tienen entonces todos los mandamientos, amenazas,
promesas y exhortaciones en la Escritura? Respuesta. Nunca debemos dejar ir esta verdad, que es en
verdad el Espíritu Santo quien obra todo lo bueno espiritual en nosotros. En la
Biblia se nos enseña que .en mi, esto es, en mi carne, nada bueno mora (Ro.
7:18). Se nos enseña que no somos suficientes de nosotros mismos para pensar
cualquier cosa como si fuera de nosotros mismos, sino que nuestra suficiencia
es de Dios. (1Co. 3:5. Véase también 2 Co. 9:8; Juan 15:5; Fil. 2:13).
El decir que hay
algo bueno en nosotros lo cual no es la obra del Espíritu Santo destruye el
evangelio y niega a ambas cosas, que Dios es el único bueno y que él solo nos
puede hacer buenos.
El usar este
argumento como una excusa para no hacer nada es resistir la voluntad de Dios.
Dios promete obrar en nosotros lo que él requiere de nosotros. Hay muchos ejemplos
en la Escritura de gente que se les mando a hacer lo que era imposible para
ellos hacer. Sin embargo cuando intentaron obedecer, encontraron el poder
sanador de Dios capacitándolos para hacer lo que previamente habían encontrado
ser imposible: por ejemplo, el hombre con la mano seca, Lázaro siendo levantado
de los muertos y el hijo de la viuda en Naín.
Nuestro deber es
de intentar de obedecer los mandamientos de Dios, y su obra es de capacitarnos
para obedecerlos. Así que los que se sientan y no hacen nada porque dicen que
no pueden hacer nada hasta que Dios obre gracia en ellos- muestran que no
tienen interés o preocupación por las cosas de Dios. Donde la persona no hace
nada, el Espíritu Santo tampoco hace nada.
Aunque no hay
gracia en un creyente excepto por el Espíritu Santo, sin embargo para crecer en
gracia, para crecer en santidad y justicia, depende en el creyente usando la gracia
que ha recibido. Se nos han dado brazos y piernas. Si han de crecer fuertes y saludables,
deben ser usados. El no usarlos seria el modo más efectivo de perderlos. Por eso
el ser perezoso y negligente en esas cosas en las cuales nuestro crecimiento
espiritual depende, y las cuales concierne el eterno bienestar del alma, con el
pretexto que sin el Espíritu no podemos hacer nada, es irrazonable y estúpido,
como también peligroso.
El testimonio del Espíritu Santo es vital, sin
embargo distinto al testimonio de los creyentes. Cuando vemos y entendemos las obras del Espíritu
Santo, aprendemos que algunas cosas son distintivamente atribuidas a él aunque
algunas de estas obras las cuales el Espíritu Santo hace son al mismo tiempo
hechas por aquellos en quien él esta obrando.
Jesús dijo,
.Enviare el Espíritu de verdad y el dará testimonio de mi, y vosotros también
daréis testimonio. (Juan 15:26, 27). El testimonio del Espíritu Santo es
distinto al testimonio dado por los apóstoles. Sin embargo los apóstoles podían
dar su testimonio solo al ser capacitados para hacerlo por el Espíritu Santo.
El testimonio de
los apóstoles a Cristo fue el resultado del poder del Espíritu Santo en ellos y
de su obra en ellos (Hechos 1:8). Pero el Espíritu Santo no dió testimonio
excepto por medio de los testimonios de ellos.
¿Cuál pues es el
testimonio distinto que se dice ser de él? Debe ser que la gente que el Espíritu
Santo capacito para testificar reconoció que solo lo podían hacer porque el Espíritu
Santo primero les dio testimonio a ellos. Una gran manera que el Espíritu Santo
dió testimonio al mundo por medio de los apóstoles fue al capacitarlos para
hacer señales milagrosas y maravillas. El capacito a los apóstoles para ser
testigos a Cristo por sus predicaciones, sufrimientos y santidad y constante
testimonio que dieron a la resurrección de Cristo. Pero el mundo no reconoció
esto como lo obra y testimonio del Espíritu Santo.
Sin embargo de
que era su obra esta revelado en Hebreos 2:3, 4. Él atestiguó cuando ellos predicaron
e hicieron milagros.