EL ESPÍRITU SANTO Y EL HABLAR EN LENGUAS.

Hablar en lenguas es hablar espontáneamente en una lengua que el que no ha aprendido previamente, o en silabas que no se reconocen como lengua.
El hablar en lenguas se dio en tiempos del Nuevo Testamento y luego cayó en olvido por lo menos durante mil ochocientos años, sino definitivamente. Algunos dicen que los montanistas del siglo segundo hablaron en lenguas, pero pocos encontrarían base Bíblica en estas manifestaciones estáticas y delirantes de esta secta no cristiana. Los padres de la iglesia no practicaron el hablar en lenguas ni tampoco se refirieron a ello en su tiempo. En el siglo cuarto, Crisóstomo en la iglesia Oriental y Agustín en la occidental hablaron de la glosolalia como algo del pasado. En la edad media hay algunos relatos poco frecuentes de hablar en lengua extranjera. Ninguno de los reformadores. Lutero, Calvino, Zwinglio, Knox, Melanchton hablaron en lenguas. Aparte de unos pocos ejemplos difusos de hablar en lenguas en la Edad Media y en la época posterior a la Reforma, el llamado hablar en lenguas sino al comienzo del siglo IXX. Hubo pues un silencio de mil ochocientos años en cuanto a las lenguas, y muchos dicen que el silencio todavía sigue y que lo que hoy día se llama hablar en lenguas tiene poca relación con el concepto Bíblico.
Hoy día se suele asociar el hablar en lenguas con lo que se llama la segunda bendición o el bautismo en (o de o con)= el Espíritu Santo. Hay denominaciones que creen que una persona acepta  a Cristo como su Salvador de la culpa del pecado, que en algún momento posterior el Espíritu Santo de repente entra en él., de modo que se llana con el mismo. Como pecador acepta a Cristo, pero como santo acepta al Espíritu Santo. En el primer caso pone su fe en Cristo; en el segundo, en el Espíritu, como prueba de esta plenitud, dicen, Dios da el Don de la glosolalia (hablar en lenguas). Se puede utilizar para auto-edificación y también para estimulo de la congregación. Tanto el bautismo en el Espíritu la glosolalia consiguiente se obtiene con un anhelo intenso del bautismo del Espíritu, con la oración y con la supresión de todo pecado conocido.
Como el en lenguas es una práctica muy difundida hoy día en muchas denominaciones que han superado barreras en números por la poca comprensión Escritural, es importante que el cristiano estudie lo que dice el Nuevo Testamento acerca de ello. Porque no puede eludirlo. Debería conocer lo que es bíblico. ¿Está perdiendo algo hermoso y edificante si no habla en lenguas? ¿Existe realmente hoy día el don espiritual de hablar en lenguas o se trata de alguna alucinación o de un movimiento diabólico? ¿Ceso el hablar en lenguas con el final de la época neo-testamentaria? ¿Se da una segunda bendición instantánea que se obtiene con una plenitud repentina del Espíritu Santo? ¿Puede uno ser mejor cristiano con el bautismo del Espíritu Y la glosolalia? ¿Ayudaran estas cosas a la monótona vida cristiana que a menudo parece tan pecaminosa?

A. EL HABLAR EN LENGUAS EN LA ERA APOSTÓLICA.

 En la Biblia hay muchas pruebas de que el hablar en lenguas estuvo confinado a la era Apostólica, ya que tubo como propósito el confirmar a los Judíos y gentiles la obra dramáticamente nueva de Dios en Cristo Jesús. Pero algunos creen que las pruebas no son concluyentes. Examinemos a los datos.

I. HECHOS 14: 3.

En su primer viaje misionero, Pablo y Bernabé se encontraron con gran oposición en Iconio. De hecho, tanto judíos como gentiles conspiraron contra ellos e hicieron planes de darles muerte por lapidación. Frente a tal hostilidad al mensaje de Cristo, el cual parecía tan nuevo tanto Judíos como gentiles, Dios hizo señales y milagros a través de los Apóstoles. Como dice Lucas: ‘Se detuvieron (Pablo y Bernabé) allí mucho tiempo, hablando con denuedo, confiados en el Señor, el cual daba testimonio a la Palabra de su gracia, concediendo que se hiciesen por las manos de ellos señales y prodigios’ (Hechos 14: 3). Aquí no se menciona ni el hablar en lenguas, ni tampoco otras señales. Y quizá no se dio el hablar en lenguas en Iconio, pero a veces las lenguas se daban como señal (1ª Cor. 14: 22), y Lucas dice claramente que el propósito de las señales fue confirmar el mensaje de Pablo y Bernabé.

II. ROMANOS 15: 18-19.

Pablo desarrolla un tema semejante en este pasaje cuando escribe; ‘No osaría hablar de lo que Cristo ha hecho por medio de mí para la obediencia de los gentiles, con la palabra y con las obras, con potencia de señales y prodigios en el poder del Espíritu de Dios’. Es interesante que Pablo mencione tres instrumentos de conversión:
1.   El Espíritu Santo.
2. La predicación y obras de Pablo. Y,
3. Las señales y prodigios.
De acuerdo a lo que Lucas dice en Hechos 14. Pablo aquí afirma que Cristo utiliza señales (la glosolalia se podría incluir como señales) para hacer que los gentiles obedezcan a Dios. El propósito de las señales era el de la conversión.

III. 2ª CORINTIOS 12: 12.

En 2ª de Corintios Pablo constantemente defiende su apostolado, y en 12: 11 dice: ‘En nada he sido menos que aquellos grandes Apóstoles, aunque nada soy’. Luego para probar que era Apóstol dice en siguiente versículo: ‘Las señales de apóstol han sido hechas entre vosotros’. En otras palabras, se dieron señales como prueba de su apostolado.

IV. HEBREOS 2: 3-4.

‘La cual (esta salvación), habiendo sido anunciada primeramente por el Señor, no fue confirmada por los que oyeron, testificando a Dios juntamente con ellos, con señales y prodigios y diversos milagros y repartimientos del Espíritu Santo según su voluntad’. Aquí el autor habla claramente de la naturaleza confirmadora de las señales. Dice que primero Cristo anunció la salvación. Luego los que lo escucharon, la confirmaron a otros. Y finalmente Dios añadió su testimonio en forma de señales.

V. JUAN 20: 30-31.

Aunque Jesús nunca habló en lenguas. El uso que él hizo de señales armoniza con este propósito de confirmar el evangelio. Juan escribe: ‘Hizo además Jesús muchas otras señales en presencia de sus discípulos, las cuales no están escritas en este libro. Pero éstas se han escrito para que creáis que Jesús es el Cristo, el Hijo de Dios, y para que creyendo, tengáis vida en su nombre’.
Así pues, basados en pasajes como éstos, muchos afirman que el hablar en lenguas era una señal de la era Apostólica concedida por Dios a fin de autenticar y confirmar el evangelio, y los que lo predicaban, al difundirse más allá de los límites del Judaísmo hacia el mundo gentil. Fue su sello de aprobación del evangelio y tubo como fin ganarse conversos en este nuevo periodo difícil y radicalmente diferente. Una vez conseguida esta confirmación ya no hubo necesidad de la misión especial de Apóstoles o profetas ni de las señales confirmatorias, tales como el hablar en lenguas, que acompañaban a su labor. En consecuencia, una vez firmemente establecida la iglesia del Nuevo Testamento, los ministerios y señales cesaron. Este punto de vista es muy atrayente.

B. LA PERSPECTIVA BÍBLICA DE LA IMPORTANCIA DE HABLAR EN LENGUAS.

Algunos arguyen que Dios no está atado y que puede seguir realizando señales, incluyendo el hablar en lenguas. No debemos restringir la libertad del Espíritu Santo.
Es sin duda posible que Dios esté actuando por medio de señales milagrosas, incluyendo el hablar en lenguas. Puede ser que se den sanidades milagrosas genuinas, aunque muchos observadores creen que se ha exagerado mucho su número. Se han dado muchos casos de personas ‘sanadas’ que murieron de su enfermedad poco después, ya que hubiera debido ir a médicos, en vez de ir a curadores ultras expeculístas  de la fe.
Así pues sin afirmar ni negar la permanencia de milagros y el del hablar en lenguas en la en la época actual, y presuponiendo por un momento que siguen ocurriendo, el cristiano de orientación bíblica querrá situarlos en su perspectiva adecuada, y la perspectiva bíblica es ésta: la Biblia no insiste en ninguna en la importancia o conveniencia de hablar en leguas, y en el único pasaje en que la Biblia nos da directrices acerca de ello, se le hace poco caso. En otras palabras, aunque estuviera en operación hoy día el don de glosolalia, la Biblia no lo destaca como una gran experiencia que todos debieran buscar, o que incluso sea normal en al vida Cristiana. Y el objetivo del cristiano debería ser darle sólo la importancia que la Biblia le da, ni más ni menos. Examinemos pues las pruebas.

I. EL ANTIGUO TESTAMENTO.

No hay en el Antiguo Testamento, ni siquiera en los pasajes proféticos que aluden a pentecostés, mención ninguna del hablar en lenguas. En el Antiguo Testamento se habla de la profecía, de las sanidades, de milagros y de la obra del Espíritu Santo en la creación, en la gracia común, en la revelación, en la iluminación; de Jesucristo en la regeneración, de la santificación y de la oración. Pero en ningún lugar se alude siquiera a la glosolalia.

II. JESUCRISTO.

Ni siquiera una vez en toda la instrucción de Jesús hay una mención indirecta al hablar en lenguas. Ni tampoco lo practicó Jesús, a quien Dios dio el Espíritu sin límite alguno (Jun. 4: 34). Jesús nos habla de las cosas importantes de la vida: fe, salvación, santificación, iluminación, oración, obediencia, y normas divinas para la vida. Pero suficientemente importante como para mencionarlo. Da toda clase de instrucciones, mandatos y ejemplos, pero la glosolalia no figura entre ello. Seria atrevido quien en contraste con Jesús, pensará que el hablar en lenguas es la experiencia más importante después de la salvación.
Algunos ocurren en Marcos 16: 17-18, como pasaje en el que Jesús trató del hablar en lenguas: ‘Y estas señales seguirán a los que creen: en mí Nombre echarán fuera demonios; halaran nuevas lenguas; tomaran en las manos serpientes, y si bebieren cosa mortífera, no les hará daño; sobre los enfermos pondrán sus manos y sanaran’. Pero esto no es para tomarse como pretensión u oportunidad para especulación sabiendo que primero se debe creer en Él y su orden.
A. Hay consentimiento casi unánime entre los expertos Bíblicos, tanto conservadores como liberales, que Marcos 16: 9-20, no fue inspirado por el Espíritu Santo sino añadido posteriormente a la palabra de Dios. El juicio del gran baluarte ortodoxo, Benjamín Warfield, es tan verdad hoy como lo fue 1918 cuando lo escribió: Sin embargo es tan cierto que (Marcos 16: 17-18) espúreo como puede serlo cualquier otra cosa de este género. Y las versiones modernas de la Biblia están todas de acuerdo en este juicio. Por ejemplo, la nueva versión internacional separa los versículos 8 y 9 con un espacio y una línea y luego agrega una nota en el mismo texto que dice: ‘los manuscritos primitivos más confiables omiten Marcos 16: 17-18’. Así también, la nueva Versión estándar Americana pone los versículos 9-20 en corchetes (no simples paréntesis) y agrega esta nota ‘Algunos de los manuscritos más antiguos omiten desde el versículo 9 hasta el 20’. Otras versiones modernas que le dan el mismo trato a éstos versículos son la Nueva Biblia Inglesa, la Versión Standard revisada, Berkley, Barclay, y beek. Las dos Biblias Católicas modernas, editadas por decisión de la iglesia, afirman que si bien este pasaje está en el canon, no lo escribió Marcos.
B. Sí estos versículos son parte de la Biblia original y los pronuncio Jesús, es arbitrario que los que enfatizan la glosolalia seleccionen un elemento de la enseñanza de Jesús en detrimento de los otros, tales como el beber veneno y el tomar serpientes en las manos. Estas dos prácticas están colocadas entre el hablar en lenguas y el sanar enfermos. Si hay que practicar la una, deberían practicarse las demás.
C. Pero supongamos que se concede por un momento que el Espíritu Santo inspira Marcos 16: 17. Aun así sería sólo el único lugar, entre toda la Escritura, donde Jesús menciona el hablar en lenguas. Y aun así, no es un mandato, sólo una predicción de que será practicado. Esta referencia incidental y única todavía mostraría que Jesús no lo consideró como muy importante. De haberlo considerado así como en el caso de la fe, el amor, la obediencia y la oración, hubiera enseñado acerca de ello por extenso y lo hubiera practicado él mismo.

III. LOS EVANGELIOS.

Ninguno de los cuatro evangelios cita un ejemplo de hablar en lenguas ni presenta a alguno de los Apóstoles dando instrucciones acerca de ello. Así pues, más de una tercera parte del Nuevo Testamento guarda completo silencio acerca de ello.

IV. PENTECOSTÉS.

En hechos, el hablar en lenguas se menciona solo tres veces: Hechos 2 (Pentecostés), Hechos 10: 11 (Cornelio), y Hechos  19 (Éfeso). Al examinar a Pentecostés., debería advertirse de antemano que el hablar en lenguas de Pentecostés no fue la misma clase de hablar en lenguas que Pablo menciona en 1ª Corintios 12: 14.
A. En Pentecostés los Apóstoles hablaron en lenguas extrañas para el pueblo que procedía de muchos países extranjeros. No se necesita intérpretes. Pero en el caso del hablar estático de 1ª Corintios 12: 14. Pablo dice que nadie podía entender lo que hablaban a no ser que se les interpretara. Esto se parece a la mayor parte del hablar en lenguas de hoy, que no se realiza en una lengua extranjera, y es diferente de la glosolalia Pentecostal.
B. En Pentecostés la capacidad de comunicarse en una lengua extranjera se dio en la transición del Antiguo Testamento al Nuevo Testamento. Pero en la iglesia de Corinto el hablar en lenguas se dio en una iglesia que ya había superado esta transición.
C. En Pentecostés se dio una sola vez como experiencia iniciadora, pero en Corito fue un don continuo.
D. En Pentecostés todos los presentes hablaron en lenguas, pero en Corinto solo algunos tenían el don.
E. Una última diferencia e que en Pentecostés la capacidad de hablar en lenguas extranjeras se otorgó para confirmar y autenticar la manifestación dramática del Espíritu Santo, en tanto que en Corinto el hablar en lenguas fue primordialmente para edificación de la misma persona y de la iglesia.
Por estas razones no es posible recurrir a la experiencia pentecostal de hablar en lenguas como base ni para el hablar en lenguas de Corinto ni para el de hoy. Son totalmente diferentes.

V. HECHOS 10: 11.

En este pasaje Lucas relata cómo en la iglesia primitiva, no mucho después de Pentecostés, se extendió el evangelio a un gentil, Cornelio, centurión en el regimiento italiano. El resultado de la visita de Pedro a Cornelio fue que el Espíritu Santo vino a todos los gentiles que lo escucharon, y todos hablaron en lenguas. Este fenómeno de hablar en lenguas no es de la misma índole que el llamado hablar en lenguas de hoy. Adviértanse las diferencias.
A. En Hechos 10 el Espíritu Santo vino sobre todos y todos hablaron en lenguas. En el caso de Corinto o de hoy, sólo unos pocos en la iglesia hablan en lenguas.
B. En Hechos 10 no hubo una larga búsqueda del Espíritu ni el deseo intenso del mismo, como suelen pedir los glosolalistas de hoy. No se dieron condiciones que tuvieran que cumplirse. Antes bien, al explicar Pedro el evangelio por primera vez, el Espíritu vino sobre ellos y hablaron en lenguas. Fue un don dramático de Dios y no el resultado del esfuerzo del hombre.
C. En el caso de Cornelio los dones especiales del Espíritu Santo y de la glosolalia vinieron sólo sobre aquellos que aceptaban a Cristo por primera vez y que ni siquiera había sido bautizados. No vinieron sobre Pedro y los seis hombres que habían llegado con él y que ya eran creyentes. En el movimiento moderno se pretende que el Espíritu Santo y la glosolalia viene sólo sobre los creyentes algún tiempo después de haber sido salvos. Pero aquí la fe, la venida del Espíritu y la glosolalia eran simultáneos. En cuanto Cornelio y los suyos creyeron, el Espíritu vino sobre ellos y todos hablaron en leguas. Después de esto, fueron bautizados como señal de que habían sido regenerados (Hechos 11: 17-18).
En este pasaje Dios dice básicamente que l evangelio no es para lo Judíos sino también para los gentiles. Este fue el propósito de la visión de Pedro, en la cual Dios le mandó comer el alimento que había descendido en un lienzo del cielo, aunque el alimento había estado prohibido por la ley judía durante siglos. Para los Judíos, quienes por dos mil años habían estado acostumbrados a pensar que eran los escogidos de Dios y que los gentiles eran anatema para Dios, fue difícil creer que Dios hubiera cambiado. Por ello, como confirmación de ese hecho, Dios actuó en forma dramática tanto en Pentecostés como en la cas de Cornelio. Pedro dijo: ‘Cayó el Espíritu Santo sobre ellos también, como sobre nosotros al principio’ (Hechos 11: 15), aludiendo a Pentecostés. Sobre estos gentiles que creían por primera vez, Dios envió la señal de hablar en lenguas para confirmar que el Espíritu les había sido realmente dado. Esta prueba externa convenció a los creyentes Judíos en la iglesia de Jerusalén, por lo que dijeron: ‘¡De manera que también a los gentiles ha dado Dios arrepentimiento para vida!’ (Hechos 11: 18).

VI. HECHOS 19: 1-17.

Este pasaje nos habla de la visita a los gentiles de Éfeso; cómo los efesios habían sido bautizados con el bautismo de Juan, pero ahora por medio del ministerio de Pablo eran bautizados en Cristo; cómo el Espíritu Santo vino sobre ellos; y cómo hablaron en lenguas profetizaron.
Los sucesos de Éfeso son muy semejantes a los relacionados con Cornelio y tiene muy poco que ver con la moderna glosolalia:
A. El don de lenguas vino a los gentiles.
B. Vino sobre todos, no sobre unos pocos.
C. Fue simultáneamente con el hecho de creer y no subsiguiente como segunda bendición.
D. No hubo cumplimiento de ciertas condiciones más que la única exigencia bíblica de arrepentimiento de pecado y fe en Cristo.
E. Su propósito fue confirmar la acción de Dios al extender el evangelio a los gentiles. Los efesios habían sido bautizados con el bautismo de Juan. Pero ahora que Cristo había muerto ahora que el Espíritu había venido en Pentecostés, era importante que fueran rebautizados, esta vez en Cristo. Y como señal de la complacencia de Dios en este cambio dramático de Judío a gentil, Dios otorga a estos gentiles efesios el derramamiento del Espíritu y sus manifestaciones externas de hablar en lenguas y profetizar.
Así pues, resumiendo los tres lugares en hechos que se ocupan del hablar en leguas vemos que este don no es el mismo que el hablar en lenguas de hoy. Hoy es una señal deseada que llega algún tiempo después que uno acepta a Cristo como Salvador, que le llega a unos pocos, y cuyo propósito es loa edificación del que habla o de otros en la iglesia. Pero en la época de Hechos, el hablar en lenguas vino sin buscarlo, en el momento de la conversión., sobre todos, y con el propósito de mostrar la complacencia de Dios en extender el evangelio a los gentiles. Por ello encontramos de nuevo poco sostén bíblico para hablar en lenguas.

VII. 1ª CORINTIOS 12: 14.

El gran pasaje acerca del hablar en lenguas se encuentra en tres capítulos de 1ª Corintios. Este es el único pasaje de la Biblia que se ocupa del hablar en lenguas que es para edificación y que se parece al movimiento moderno de glosolalia. Lo notable que hay que advertir es que en este pasaje paulino acerca de la glosolalia Pablo no ensalza el hablar en lenguas sino que le da poca importancia. Esto debería decir mucho a cualquiera que hoy desee hablar en lenguas. Para darse cuenta de la verdad de esa afirmación, Véase lo siguiente:
A. En estos capítulos Pablo habla de dones espirituales especiales y no sólo del hablar en lenguas. La glosolalia es sólo uno de muchos dones especiales que se enumeran en esta sección. Uno de sus puntos más importantes es que a Dios le place la diversidad y que así como la mano, la oreja, el ojo, no pueden ensalzarse a sí mismos por encima de la otras partes del cuerpo., así tampoco nadie que ha sido bendecido con un don espiritual especifico debe ponerse por encima de otros.
B. Las tres veces que Pablo enumera los dones, coloca el hablar en lenguas o la interpretación que lo acompaña en último lugar (1ª Cor. 12: 8-10; 12: 28-30; 14: 26). Esto no significa necesariamente que en forma consciente considere el hablar en lenguas como lo menos importante, pero con hablar en lenguas como lo menos importante, pero con toda su insistencia en la inteligencia y sabiduría, lo que valora mucho viene en primer lugar, tal como la sabiduría y conocimiento en una lista, ser Apóstol o profeta en la otra, o tener un himno, una palabra de instrucción, o una revelación en una tercera lista.
C. El verdadero bautismo del Espíritu viene no como una bendición subitánea, y subsiguiente al aceptar a Cristo como Salvador. Viene en el momento mismo de esa aceptación. ‘Porque por un solo Espíritu fuimos todos bautizados en un cuerpo’ (1ª Cor. 12: 13). El bautismo por el Espíritu significa ser hecho cristiano por el Espíritu Santo.
D. El amor es más importante que las leguas (capitulo 13). ¡Que notables son las palabras de Pablo! En toda la Biblia tenemos un solo lugar donde da instrucciones acerca de la glosolalia, y en ese mismo lugar Pablo dice que hay algo mejor. Escribe; ‘Procurad, pues, los dones mejores. Más yo os muestro un camino más excelente’ (1ª Cor. 12: 31), a saber, el amor (capitulo 13). En otras palabras, después de que un cristiano ha sido salvo, lo mejor que puede buscar no es una infusión repentina del Espíritu Santo, comprobada por el hablar en lenguas, sino el amor, el amor que es el fruto del Espíritu (Gal 5: 22). Pablo prosigue en el capitulo 14, alabando el don de leguas, pero mucho mejor que esto es la virtud ordinaria del amor. Así pues, en el centro mismo de esta sección especial acerca de los dones (capítulos 12-14). Pablo destaca y subraya el amor como el más importante de todos. En esto debería concentrarse el cristiano. Ahí deberían estar sus prioridades, no en dones especiales, sino en el amor.
E. En 1ª Corintios 14: 1, Pablo destaca, con el hablar en lenguas sino la profecía, como el don espiritual mejor que hay que buscar. Escribe: ‘Procurad los dones espirituales, pero sobre todo que profeticéis’ (1ª Cor. 14: 1) el hablar en leguas está bien, dice Pablo, y es deseable, para que una persona se edifique a sí mismo; pero el que profetiza edifica a la iglesia y esto es mejor (1ª Cor. 14: 4). Así pues, prosigue Pablo, ‘Quisiera que todos vosotros hablaseis en leguas, pero más que profetizaseis. (1ª Cor. 14: 5). Su largo razonamiento es que el hablar en leguas es ininteligible para otros y por consiguiente no edifica. Pero el profetizar 8no solo el predecir el futuro, sino el hablar en nombre de Dios) se puede entender y, en consecuencia, edifica a la iglesia. Así pues, dice Pablo, ‘Procurad abundar en los (dones espirituales) para la edificación de la iglesia (1ª Cor. 14: 12), y el hablar en lenguas no es uno de ellos.
F. Incluso en este único gran pasaje acerca de los dones espirituales Pablo no ordena a nadie que hable en lenguas. Dice que el que habla en lenguas ‘se edifica así mismo’, y que ‘Quisiera que todos vosotros hablaseis en lenguas, pero más que profetizaseis’ (1ª Cor. 14: 5). Si manda a la iglesia que no prohíba el hablar en lenguas (1ª Cor. 14: 39), pero en ningún lugar manda que se hable en lenguas. Lo más cerca que llega de mandar se encuentra en 1ª Cor. 14: 1, ‘Procurad los dones espirituales’. Pero esto se refiere a todos los dones, y no sólo a las lenguas, y no es en rigor un mandato para todos, como lo es el mandato ‘ama a tu prójimo como a ti mismo’. En asuntos de salvación o santificación u observación de la ley u oración o bautismo o la cena del Señor o el esperar el regreso de Cristo, la Biblia da muchos mandatos, pero nunca la manda a nadie que hable en lenguas.
G. Las directrices de pablo restringen el uso de la glosolalia. En 1ª Corintios 14: 26-27, establece cuatro restricciones:
I. El hablar en lenguas debe ser para el robustecimiento de la iglesia.
II. En un servicio de culto deberían hablar solo dos, o lo más tres.
III. Deberían hablar uno a la vez.
IV. Debe haber intérprete.
Al tener en cuenta a Romanos, Gálatas, Efesios, Filipenses, Colosenses, 1ª y 2ª de Tesalonicenses 1ª y 2ª de Timoteo, Tito, Filemón, Hebreos,, Santiago, 1ª y 2ª de Pedro, 1ª, 2ª y 3ª de Juan, Judas, y Apocalipsis no mencionan en ningún lugar el hablar en lenguas.
Así pues, para volver a nuestra tesis principal presentada al comienzo de este estudio: puede haber hoy un hablar genuino en lenguas, aunque muchos cristianos lo dudan. Sin embargo, si lo hay, debe dársele la misma importancia que le da la Biblia. No deberíamos negligir lo que la Biblia enseña, ni ensalzar lo que la Biblia no ensalza.
Encontramos, pues que los cuatro evangelios no dan ni siquiera un ejemplo de hablar en lenguas ni instrucciones acerca de ello. Nuestro Señor Jesucristo, ni siquiera si aceptamos la autenticidad de Marcos 16. 17, ni una sola vez manda hablar en lenguas. En Hechos tenemos solo tres casos de glosolalia y son diferentes del hablar extático moderno. Incluso si fueran de la misma clase, serian sólo ejemplos y no necesariamente normas para nuestra vida; es decir, ejemplos y no mandatos. Adviértase que fuera de 1ª Corintios 12: 14, ni siquiera alude a la glosolalia.
Ahora bien, si la glosolalia fuera tan crucial para nuestro bienestar espiritual, si una segunda infusión del Espíritu Santo, manifestada en el hablar en lenguas, fuera tan vital par nuestra vida santa, entonces Jesucristo y la Biblia hubieran fracasado en hacérnoslo entender. Porque en toda la Biblia, desde el Génesis hasta Apocalipsis, hay solo pasaje claro que se ocupe del hablar en lenguas como un don continuo (no como don inicial), y en este único lugar Pablo le quita importancia y exalta el amor como mucho más importante. En ningún lugar de la Biblia se encuentra un mandato de que se hable en lenguas. Guarde completo silencio a este respecto. En consecuencia., si hoy día hay el don de lenguas es dado por Dios, está muy bien, debería  utilizarse, pero debería quitársele importancia, de la misma forma que lo hicieron Mateo, Marcos, Lucas, Juan, Santiago, Pedro, Pablo, el autor de Hebreos, y nuestro Señor Jesucristo.
Al practicar las lenguas, sin embargo, se debe estar alerta respecto al engaño de lo externo. Porque por naturaleza a todos nos gustaría al dramático y tangible para nuestra fe. Encontramos más consuelo en las señales externas que en la acción interna del Espíritu, en el que se abran los cielos que en el que se abra el corazón. Pero la vida cristiana no es vida de fuego, vientos, terremotos, visiones y apariciones angélicas; sino que es una vida de la acción poderosa pero silenciosa del Espíritu Santo. El cristianismo no es tanto cosas tangibles visibles como tener paciencia con un niño nervioso, sacar con gozo las bolsas de la basura, y hablarle a una viuda al terminar el culto. La santificación consiste no tanto en el hablar dramático en lenguas como en ser amable con alguien que le grita a uno, en amar en vez de odiar cuando alguien se cuela en una fila, y en abstenerse de utilizar con furia las luces altas cuando el carro que viene en dirección contraria no responde a la señal de bajar la luz.
En el pasado Dios ha permitido que unos pocos posean dones especiales del Espíritu Santo, pero en todas las épocas nos manda ser santos. Lo que se necesita no es tanto los dones del Espíritu como el fruto del Espíritu (Gál. 5: 22). Y esto se dará sólo en tanto en cuanto Cristo y el Espíritu moren en nosotros, Cristo es la vid y nosotros los Pámpanos (Juan 15) el Espíritu es el árbol y nuestras buenas obras son el fruto (Gál. 5). Debemos tratar, no de embriagarnos con vino, sino de ser llenos del Espíritu (Efesios 5; 18). Pablo no enseña una presencia repentina y más abundante del Espíritu, posterior a ser Salvos. Más bien habla, de esa acción constante diaria del Espíritu en nuestras vidas, por medio de la cual crecemos (no damos saltos) en la gracia y conocimiento de nuestro Señor Jesucristo. El cristiano no debe engañarse pensando que hay atajos hacia la santidad, que con tres lecciones se puede llegar a la madurez espiritual, o que las lenguas sustituyen a la santidad. La santidad no viene en una experiencia repentina de glosolalia, sino con el luchar constante contra el pecado y en correr la carrera cristiana.

Ahí es donde ocurre la acción; no en lo externo, sino en la acción interna del Espíritu; no el drama de las lenguas sino en la acción del amor, y esto llega en tanto en cuanto el Espíritu mora en nosotros. Cuando una persona experimenta Efesios 5: 18, se seguirá Gálatas 5. 22. Deberíamos, pues, orar, no tanto para pedir lenguas sino amor, no tanto para pedir el don del Espíritu, sino el fruto del Espíritu, no tanto para pedir pruebas visibles sino la acción tranquila y eficaz del Espíritu Santo. ‘En esto es glorificado mi Padre, en que llevéis mucho fruto’ (Juan 15: 8).