Todas los que sinceramente
creen en el Señor Jesucristo, y en Dios por medio de Jesucristo -y solamente
los que lo hacen- son santificados (Juan 17:17, 19, 20; 7:38, 39; 1ª Ts. 1:1;
5:23).
OBJECIÓN: Si el Espíritu de santificación es dado solo a los creyentes,
entonces ¿como los hombres se hacen creyentes? Si no tenemos el Espíritu Santo
hasta después de que creemos, entonces debemos de creer por nuestros esfuerzos.
¿No es esto lo que dice Pedro en los Hechos? (2:38). Él les dice que primero
deben arrepentirse y ser bautizados y entonces recibirán el don del Espíritu
Santo. ¿Y acaso no nos dice Jesús que el mundo no puede recibir el Espíritu
Santo? (Juan 14:17). Parece que la fe y obediencia son requeridas como una
cualidad necesaria para recibir el Espíritu Santo. Si esto es cierto, entonces
la fe y la obediencia son nuestras obras y no una obra forjada en nosotros por
la gracia de Dios, lo cual es Pelagianismo.
RESPUESTA.
PRIMERO, se dice que el Espíritu Santo es prometido a
nosotros y recibido por nosotros para una obra particular. Aunque él es .uno y
el mismo propio Espíritu y él mismo es prometido, dado y recibido, sin embargo
tiene muchas deferentes obras para hacer. Así que recibimos el Espíritu Santo
por muchas diferentes razones. Para los inconversos el Espíritu Santo es
prometido y recibido de ellos como el que viene para hacerlos creyentes. Y a
los creyentes es prometido y recibido por ellos como el que ha venido para
santificarlos y hacerlos santos.
SEGUNDO, el Espíritu Santo es prometido y recibido para hacer
dos obras mayores. Es prometido a los escogidos y recibido por ellos para
regenerarlos. Y para los entonces regenerados, él es prometido y recibido por
ellos para santificarlos, o hacerlos santos.
Esta obra de
santificación debe ser considerada de dos maneras:
PRIMERO, como el mantenimiento del Espíritu Santo de tener
vivo el principio de la santidad que ha sido dado a los creyentes;
SEGUNDO, como su obra de santidad progresiva incluyendo crecimiento
en la fe.
La fe también
debe ser considerada de cuatro maneras:
PRIMERO, como su infusión original en el alma como un don de
Dios;
SEGUNDO, como su actividad y frutos, que se ven en una vida
entera de profesión de fe y en obediencia santa.
TERCERO, el Espíritu Santo es prometido como el consolador.
Para esta obra él
no es prometido a los regenerados como tal, porque muchos podrán ser
regenerados que no recibirán consolación, ni tampoco la necesitan, como es el
caso de los infantes regenerados. Ni tampoco es prometido totalmente y
absolutamente en todas sus capacidades a los creyentes adultos, porque muchos
creyentes adultos todavía no han sido traídos a esa condición en la cual el
consuelo del Espíritu Santo seria de beneficio para ellos.
CUARTO, el Espíritu Santo es prometido y recibido como el
dador de dones espirituales para la edificación de la iglesia (Hch. 2:38, 39).
La razón por la
cual el Espíritu es dado para la regeneración es la elección. La razón por la
cual el Espíritu es dado para la santificación es la regeneración. La razón por
la cual el Espíritu es dado para consuelo es la santificación, juntamente con
las tentaciones y problemas por las cuales los que están siendo santificados
están pasando. Es por estos problemas que los creyentes necesitan al Espíritu
Santo como consolador.
¿Cuál es entonces
la razón de porque el Espíritu es dado para la edificación de la vida espiritual
de la iglesia? La razón es la profesión de la verdad del evangelio y su
adoración, con un llamamiento a alentar y ayudar a otros (1ª Co. 12:7).
Aquí debemos
tomar nota particular de las siguientes dos observaciones.
PRIMERO, el Espíritu Santo no da sus dones para la
edificación de la iglesia a cualquiera que esta fuera del redil de la iglesia,
o a cualquiera que no profesa la verdad y adoración del evangelio.
SEGUNDO, el Espíritu Santo es soberano y escoge dar sus dones
a quien él desea. Él no esta forzado a dar sus dones a alguno o a todos (1ª Co.
12:11).
PREGUNTA. Así como el Espíritu de santificación es prometido a
los creyentes, ¿podemos en nuestras oraciones alegar el hecho de que somos
creyentes, que somos regenerados, como una razón para persuadir a Dios para que
nos dé más gracia por su Espíritu?
RESPUESTA. No podemos alegar propiamente cualquier cualidad en nosotros, como si
Dios estuviera obligado a darnos gracia incrementada porque nos la merecemos.
Jesús dijo,
Cuando hubiereis
hecho todo lo que os es mandado, decid .Siervos inútiles somos. (Lucas 17:10).
Pero podemos alegar la fidelidad y la justicia de Dios como el que mantiene sus
promesas. Deberíamos orar que él .no dejara la obra de su manos; que él que a
empezado la buena obra en nosotros la continuará hasta que la haya traído a la perfección
en el día de Jesucristo.; que al respecto a su pacto y promesas, el mantendrá seguro
bajo su cuidado a esa nueva criatura, esa naturaleza divina, la cual él a
formado e implantado en nosotros. Cuando nos damos cuenta de la debilidad de
cualquier gracia, podemos confesarlo humildemente y orar para que esa gracia sea
fortalecida en nosotros.
PREGUNTA. ¿Pueden
los creyentes que están en problemas orar por el Espíritu como Consolador con
respecto a sus problemas, viendo que es a tales personas que él es prometido?
RESPUESTA. Ellos pueden y deberían orar por el consuelo del
Espíritu en todos sus problemas. Si ellos no lo hacen, es una señal que ellos
están mirando a otra parte para su consuelo. Los problemas son de dos clases,
espirituales y temporales. Los problemas espirituales o son subjetivos, que
salen de oscuridad interna y aflicciones por el pecado, o son objetivos,
saliendo de persecuciones por el nombre de Cristo y el evangelio. Es mayormente
por esto que el Espíritu Santo es prometido como Consolador.
Los problemas
temporales, por otra parte, son comunes a todos los hombres. Salen de tales
cosas como duelo y pérdida de propiedad o libertad. Los Cristianos deben orar
por el Espíritu como Consolador para que los consuelos de Dios puedan pesar
mucho más que sus problemas y que estos consuelos de Dios los capaciten a
alentarse a sí mismos en otros deberes.
PREGUNTA. ¿Pueden
todos los creyentes sinceros del evangelio orar para que el Espíritu les dé
dones espirituales para la edificación de otros, especialmente de la iglesia,
viendo que es por esa razón que él es prometido?
RESPUESTA. Lo pueden hacer, pero con los siguientes requisitos. Lo deben hacer
con sujeción a la soberanía del Espíritu quien .da a cada hombre como él
quiere. Lo deben hacer con respecto a esa posición y deber que tienen en la
iglesia por la providencia y llamamiento de Dios. Uno que no es llamado a
predicar no puede orar por el don de predicador. Los que no son llamados a
predicar o a enseñar o a ministrar en la iglesia no tienen justificación para
orar por dones ministeriales. Deben orar por esos dones que mejor los capaciten
a llenar sus deberes legítimos. Los padres, por ejemplo, deben orar por dones
paternos.
PREGUNTA. ¿Puede
uno que no es regenerado orar por el Espíritu de regeneración que haga esa obra
en él? Como el Espíritu de regeneración él es solo prometido a los escogidos.
Entonces ¿como un infiel puede saber si es uno de los escogidos?
RESPUESTA. La
elección no es un requisito de nuestra parte para ser usado como un ruego en la
oración. La elección es el propósito secreto de Dios. Los que son escogidos nos
son solamente revelados cuando vienen a ser creyentes. Los que son convencidos
de pecado pueden y deben orar que Dios les mande su Espíritu y los regenere.
Esta es una manera en la cual nos .libramos de la ira venidera. (Mt 3:7). El
objeto especial de sus oraciones es gracia soberana, bondad y misericordia como
nos es declarado en y por Jesucristo. Los que están bajo tales convicciones de
pecado a veces han realmente tenido las semillas de la regeneración impartida
en ellos ya de antemano. Ellos entonces en verdad continuaran orando por la
obra de regeneración que sea propiamente hecha en ellos. Entonces a su debido
tiempo les serán dadas las evidencias de esa obra que ha sido hecha en ellos.
A. FE: ESENCIAL PARA LA
SANTIDAD
Por lo tanto
aprendemos que nadie es santificado, nadie es hecho santo, excepto aquellos que verdaderamente creen en Dios por medio de
Jesucristo para salvación eterna. Esto es porque sin fe es imposible agradar a Dios (He.
11:6). Esta fe es la fe que .justifica.
Ahora la
santidad, dondequiera que esté, agrada a Dios. Por eso, sin fe, es imposible
para nosotros ser santos y agradar a Dios (1Ts. 4:3, 7).
Nuestro Señor
Jesucristo dice que los hombres son santificados por fe en él (Hch. 26:18). Si
hubiera alguna otra forma o medio por el cual el hombre pudiera ser santificado
o hecho santo, no lo hubiera limitado a .fe en Cristo. El creer que podemos ser
santos sin fe en Jesús es tenerlo en desprecio. La fe es el medio que causa
nuestra santificación. Así que donde no hay fe, la santidad no puede ser
forjada en nosotros (Hch. 15:9; Ro. 1:5; 1P. 1:20-22; Col. 2:12-14; 3:7-11).
Toda la gracia
primero es entregada a Cristo Jesús. Así que debemos ser unidos a él en el cual
toda la plenitud mora si vamos a tener cualquier cosa de él (Juan 15:4). Para
tener una verdadera, prospera, y eterna santidad debemos empezar con fe en
Cristo.
B. LA VERDADERA SANTIDAD
RENUEVA
La verdadera
santidad es la renovación completa de
nuestra persona entera, cuerpo, alma y espíritu. El hombre fue criado a la
imagen de Dios. Si el pecado no hubiera entrado, el hombre hubiera propagado
hijos a la misma imagen de Dios por virtud del pacto de creación. Pero por la
entrada del pecado, esta imagen de Dios, la cual era justicia y santidad del
hombre ante Dios, fue completamente desfigurada y perdida. Así que la naturaleza
entera del hombre, cada parte de él, fue depravada. .Todo el designio de los pensamientos
del corazón de ellos era de continuo solamente el mal. (Gn. 6:5). Por lo tanto
todas las acciones externas de personas en este estado y condición son malas, siendo
las obras infructuosas de las tinieblas. La Escritura incluye al cuerpo en esta
depravación de la naturaleza del hombre por el pecado (Ro. 6:19; 3:12-15).
Por lo tanto la
santificación debe ser la renovación de nuestra naturaleza entera, cuerpo, alma
y espíritu, y especialmente la menté (Ro. 12:2; Ef. 4:23; Col. 3:10).
C. TODA NUESTRA NATURALEZA
RENOVADA
El sujeto
entonces de la santidad evangélica es nuestra naturaleza entera. Así la nueva naturaleza
es llamada el .nuevo hombre. (Ef. 4:24). Un corazón nuevo es dado. El corazón
en la Escritura es tomado por toda el alma y todas sus habilidades. Cualquier cosa
entonces que es forjada en el corazón es forjada en toda el alma. Un corazón
nuevo entonces es un corazón dominado y gobernado por un principio gobernante
nuevo de santidad y obediencia a Dios.
La santificación
entonces tiene un efecto en ambos nuestras almas y cuerpos, capacitando a todos
sus poderes y habilidades para actuar de una manera santa. Así la santidad
reside en cada parte del alma, llenándola por todos lados, no dejando ni una parte
del alma sin tocar con su influencia.
El cuerpo también
esta envuelto en la santidad (1ª Ts. 5:23). El pecado es dicho que reina en
nuestros cuerpos mortales, y los miembros del cuerpo son siervos a la
injusticia (Ro. 6:12, 19). Por lo tanto también el cuerpo es tomado en la obra
de santidad. ¿Pero como?
Nuestras almas
son los primeros sujetos propios del hábito o principio de santidad infundido.
Y nuestros cuerpos, como partes esenciales de nuestra naturaleza, también son hechos
participantes de la santidad.
Nuestros cuerpos
también son hechos participantes de la santidad por una influencia especial de
la gracia de Dios en ellos, porque nuestros cuerpos son miembros de Cristo (1ª Co.
6:15). Son también hechos participantes de la santidad porque el Espíritu Santo
mora en ellos, haciéndolos sus templos (1ª Co. 3:16, 17). El resultado es de
que los miembros del cuerpo ahora vienen a ser siervos a la justicia para
santidad (Ro. 6:19).
La santidad,
entonces, no cambia a una persona naturalmente, o constitucionalmente, sino
moralmente.