LA OBRA DE CONVERSIÓN

El principio corrupto de pecado obra temprano en nuestras naturalezas, y en la mayor parte evita a la gracia de obrar en nosotros (Sal. 58:3).
Al nosotros crecer mentalmente y físicamente, nuestras naturalezas cada vez mas vienen a ser los dispuestos instrumentos de iniquidad (Ro. 6:13).
Este gobernante principio perverso en nosotros se revela mas y más al nosotros crecer (Ec. 11:10). Así que el niño, al ir creciendo, empieza a cometer verdaderos pecados, mintiendo.
EL PECADO CRECE: Los hombres al crecer en su estado no regenerado, el pecado gana territorio subjetivamente y objetivamente. Los deseos subjetivos naturales del cuerpo se fortalecen, y objetivamente los órganos físicos para el cumplimiento de estos deseos se están desenvolviendo. Pero esos deseos subjetivos gobernados por el pecado vienen a ser deseos pecaminosos, y los órganos para el cumplimiento de esos deseos vienen a ser instrumentos de pecado. De este modo cuando Pablo fue confrontado por los mandamientos de Dios los cuales le prohibieron de cumplir esos deseos pecaminosos, fue tentado mas fuerte para satisfacer sus concupiscencias (Ro. 7:8).
A Timoteo se le advierte de .huir de los deseos juveniles. (2ª Ti. 2:22).
David oró de que sus pecados de su mocedad no fueran recordados y tomados en contra de él (Sal 25:7).
Son estos pecados de la mocedad que frecuentemente son los tormentos de la vejez (Job 20:11).
Dios frecuentemente permite a los hombres caer en grandes verdaderos pecados para despertar sus conciencias o como un juicio a ellos (Hechos 2:36, 37).
Les permite llevar a cabo los deseos de su corazón. Entonces un hábito dominante de pecar toma posesión del hombre. Los hombres se endurecen en el pecado y pierden todo sentido de vergüenza.
Sin embargo todavía hay esperanza, aun para los peores de los pecadores (1Co. 6:9-11; Mt. 12:31, 32; Lc. 12:10).
Primeramente, porque, a pesar de la depravación de la naturaleza, varios sentimientos, temores, presentimientos, o lo que se les a haya enseñado o oído en sermones puede despertar al casi apagado .fuego celestial dentro del hombre.
Estas son nociones innatas de lo bueno y lo malo, lo recto y lo incorrecto, los premios y los castigos, acoplados con el sentido que Dios nos puede ver, y que él puede estar dispuesto a ayudarnos, si solo nosotros no tuviéramos pavor a encararlo. Y segundo, Dios obra en el hombre por su Espíritu por medio de muchos medios externos para hacerlos que lo consideren. .No hay Dios en todos sus pensamientos. (Sal. 10:4). Lo que sea que hacen en la religión no es para glorificar a Dios (Amos 5:25).
VARIEDAD EN LOS CAMINOS DE DIOS: Dios puede empezar su obra de varias maneras. Él puede empezarla por medio de juicios repentinos y alarmantes (Ro. 1:18; Sal. 107:25-28; Jonás 1:4-7; Ex 9:28). Él puede empezarla por medio de desastres y aflicciones personales (Job 33:19, 20; Sal. 78:34, 35; Óseas 5:15; 1ª R. 17:18; Gn. 42:21, 22; Ec. 7:14). Él puede empezarla por medio de liberaciones extraordinarias de la muerte juntamente con otras grandes misericordias (2ª R. 5:15-17). Él puede empezarla por medio de testimonios de otros (1P. 3:1, 2). Él puede empezarla por medio de la Palabra de Dios (1ª Co. 14:24, 25, Ro.7:7).
Sin embargo aparte de todo esto, los hombres frecuentemente no ponen atención porque sus mentes todavía están oscuras. Piensan que son tan buenos como pueden ser.
Aman el ser populares y temen perder a sus amigos. Tienen buenas intenciones las cuales vienen a hacer nada. Satanás les ciega sus mentes y están llenos de amor para sus concupiscencias y placeres.

A. EL ESPÍRITU CONVENCE DE PECADO:

Al llamar a los hombres para Dios el Espíritu Santo primero los convence del pecado. Al pecador se le hace considerar su pecado, y sentir su culpabilidad en su conciencia.
El Espíritu Santo convence de pecado por medio de la predicación de la ley (Sal. 50:21; Ro. 7:7; Juan 16:8).
Algunos pierden todo el sentido de convicción porque el poder de sus concupiscencias apaga esta convicción. Son curados superficialmente pero no ha habido un arrepentimiento real. Así son llevados a un falso sentido de paz con Dios. El mundo los atrae de nuevo a sus malvadas garras (Pr. 1:11-14). No son castigados inmediatamente por sus pecados (Ec. 8:11; 2P. 3:4).
En otros el Espíritu Santo se agrada de llevar acabo esta obra de convicción hasta que resulta en conversión. Un conflicto entre corrupciones y convicciones se levanta (Ro. 7:7- 9). Promesas de ser y hacer mejor se hacen (Oseas 6:4). Una gran aflicción se puede levantar en el alma al ser despedazada entre el poder de la corrupción y el terror de la convicción.
El Espíritu Santo despierta en ellos un pavor sobre su eterno destino. Sienten dolor y vergüenza (Gn. 3:7; Hechos 2:37). Empiezan a temer a la ira y condenación eterna (He. 2:15; Gn. 3:8, 10). Quieren conocer el camino de la salvación (Miq. 6:6, 7; Hch. 2:37; 16:30). Empiezan a orar por la salvación, se abstienen del pecado y hacen cada esfuerzo para vivir una vida mejor. Son traídos bajo el espíritu de servitud para temer (Ro. 8:15; Ga. 4:22-24).
Estos temores no son requeridos como un deber que el hombre debe llenar antes de ser salvo. Él en verdad puede sentir estos temores, pero Dios bien fácilmente puede convertirlo sin ellos. Dios trata con cada persona diferentemente. Pero dos cosas son necesarias.
El pecador debe de ser traído a reconocer su culpabilidad delante de Dios sin excusas o culpar a otros (Ro. 3:19; Ga. 3:22). Debe de reconocer su necesidad de un medico.
Como su única esperanza de salvación está en recibir y creer al evangelio, esto él debe hacer o no será salvo. Su deber entonces es claro. Debe de recibir la revelación de Jesucristo y la justicia de Dios en él (Juan 1:12). Debe de aceptar la sentencia de la ley (Ro. 3:4, 19, 20; 7:12, 13). Debe de tener cuidado de no creer todo lo que se le pone de cómo puede ser salvo (Miq. 6:6, 7). En particular debe de estar alerta por falsos cultos religiosos, y de creer que de algún modo él se puede salvar por su propia justicia.
Hay dos peligros de lo cuales hay que estar alerta.
EL PRIMERO ES PENSAR: No He Tenido Suficiente Pesar O Verdaderamente Me He Arrepentido De Mi Pecado. No se han prescrito grados de pena en el evangelio. Solo Dios puede obrar verdadero arrepentimiento en ti. El arrepentimiento es su regalo par ti.
EL SEGUNDO Gran Peligro Es Pensar Que Tú Eres Un Pecador Tan Malo Que Es Imposible Que Cristo Te Salve. Recuerda, que entre mas dificultosa sea la enfermedad par curar, la más gloria el medico toma cuando la cura. Cristo llama a si mismo a los peores de los pecadores, para que así él tome la gloria más grande por su salvación.

B. FE EN CRISTO:

Dios termina su obra de conversión regenerando al pecador y así capacitándole para volverse de sus pecados y creer en el Señor Jesucristo. Esta es la obra especial de el evangelio (Juan 1:17; Ro. 1:16; 1P. 1:23; Stg. 1:18; Ef. 3:8-10).
El evangelio debe de ser predicado (Ro. 10:13-15).
La predicación del evangelio es acompañada con una revelación de la voluntad de Dios (Juan 6:29).
Cree en el Señor Jesucristo, y serás salvo. (Hch. 16:31).
El rechazar a este llamado hace a Dios mentiroso porque enseña desprecio a su amor y gracia (1Juan 5:10; Juan 3:33).
Cristo debe de ser predicado como crucificado (Juan 3:14, 15; Ga. 3:1; Is. 55:1-3; 65:1), y ser visto como el único Salvador de los pecadores (Mt. 1:21; 1Ts. 1:10). ¡Hay un camino de escape de la maldición de la ley (Sal 130:4; Job 33:24; Hechos 4:12; Ro. 3:25; 2ª Co. 5:21; Ga. 3:13)! Dios esta bien complacido con la expiación de Cristo y quiere que la aceptemos (2Co. 5:18-20; Is. 53:11, 12; Ro. 5:10, 11).
Si creemos, seremos perdonados (Ro. 8:1, 3, 4; 10:3, 4; 1Co. 1:30, 31; 2Co. 5:21; Ef. 2:8-10).
El evangelio esta lleno con tales razones, invitaciones, alientos, exhortaciones y promesas para persuadirnos a recibir a Cristo. Están todos designados a explicar y declarar el amor, gracia, fidelidad y buena voluntad de Dios en Cristo.
Al predicar, Dios frecuentemente causa alguna palabra especial a pegarse en la mente del pecador, y por el obrar efectivo del Espíritu Santo esa palabra es hecha el medio para traer al pecador a la conversión.

C. EL ESPÍRITU SANTO DA EL DESEO DE OBEDECER A CRISTO:

Cuando el Espíritu Santo trae a un pecador a poner su fe en Cristo, su corazón también es lleno por el mismo Espíritu Santo con un deseo santo de todo corazón de obedecer a Cristo y volverse de todo pecado.
Aquellos de este modo convertidos a Cristo, son, en sus confesiones o profesiones de fe, admitidos a la sociedad de la iglesia y a todos los misterios de la fe.

14: LA NATURALEZA DE LA SANTIFICACIÓN Y SANTIDAD EVANGÉLICA

La oración de Pablo para los Cristianos es de que el Dios de paz los santifique completamente (1 Ts. 5:23). Su seguridad es que fiel es, el que lo hará (V.24).
De esta oración primero aprendemos, que el que nos santifica es Dios. Así como Dios nos dio nuestro ser, así nos da nuestra santidad. No es por naturaleza sino por gracia que somos hechos santos. Segundo, aprendemos que el que nos santifica es declarado enfáticamente de ser Dios mismo. Si Dios no lo hace, nadie más lo hará. Y por tercero, aprendemos que el que nos santifica es .el Dios de paz. (Ro. 15:33; 16:20; 2ª Co. 13:11; Fil 4:9: He. 13:20).

A. SANTIFICADOS POR EL DIOS DE PAZ

La santificación es un fruto de esa paz con Dios la cual él ha hecho y preparado para nosotros por Jesucristo. .Dios estaba en Cristo reconciliando el mundo a sí. (2ª Co. 5:19).
Dios, al santificar nuestra naturaleza, mantiene esa paz la cual tenemos con él. Es la santidad que mantiene una sensación de paz con Dios, e impide esos pecados espirituales los cuales todavía tienden a escaparse de la naturaleza corrupta que está todavía en nosotros. Por lo tanto Dios, como el autor de nuestra paz, es también el autor de nuestra santidad.
Él nos santificara completamente, esto es, enteramente, Ninguna parte nuestra se quedara pecaminosa o bajo el poder del pecado. Nuestra naturaleza entera es el sujeto de esta obra. Él hará santa cada parte de nosotros. Y esta obra eventualmente será perfeccionada.
Pablo ora, primero, que nuestra naturaleza entera, nuestro espíritu entero, alma y cuerpo sean santificados, y entonces él ora de que seamos preservados sin mancha en la paz de Dios a la vendida de nuestro Señor Jesucristo. Esto, él deja saber a los Cristianos, es el propósito entero de nuestra santificación.

B. LA SANTIFICACIÓN LA OBRA DEL ESPÍRITU.

La santificación entonces, es la obra directa del Espíritu Santo en nuestra naturaleza entera. Procede de la paz hecha para nosotros por Jesucristo. Por esta paz con Dios por medio de Jesucristo, seremos preservados sin mancha, o seremos mantenidos en un estado de gracia y aceptación continua con Dios, de acuerdo a los términos de su pacto, hasta el fin.
Pero antes de ir más lejos debemos realizar que hay dos clases de santificación. Hay la santificación por la cual la gente o cosas son dedicadas, consagradas, o separadas par el servicio de Dios, por su nombramiento. Tales personas o cosas son en las Escrituras llamadas santas. Hay también esa santificación la cual es un principio gobernante de la santidad impartida a nuestra naturaleza, resultando en una vida de obediencia santa a Dios. Ahora estamos considerando la segunda clase.
¿Que, pues, es santidad? La santidad no es nada más que el ímplantamiento, el escribir y el vivir el evangelio en nuestras almas (Ef. 4:24).
El evangelio es la verdad que es según la piedad (Tito 1:1). Jesús oró .Santifícalos en tu verdad: tu palabra es verdad. (Juan 17:17).
Esta es la verdad la cual os libertara. (Juan 8:32).
La santidad evangélica es un fruto forjado en nosotros por el Espíritu de santificación.
La santidad, entonces, es un misterio para el razonamiento carnal (Job 28:20-23, 28; 1ª Co. 2:11, 12).

C. SANTIDAD VERDADERA

Los creyentes frecuentemente están ignorantes de la verdadera santidad. No entienden totalmente su naturaleza verdadera, su origen o los frutos que produce. Se ve extraño que aunque los creyentes son hechos santos no entiendan lo que es forjado en ellos y lo que habita en ellos.
¿Pero acaso entendemos nuestra propia creación (Sal. 139:13-16)? Esta obra de santidad en nosotros es maravillosa. Es una obra sobrenatural y es conocida solo por una revelación sobrenatural.
No debemos de ser engañados por una santidad falsa. La santidad no es solo una vida reformada.
La santidad nos es solo para esta vida, sino viene con nosotros hacia la eternidad y la gloria. La muerte no tiene poder para destruir la santidad. Las actividades de la santidad en verdad son momentáneas y transitorias, pero sus frutos duran para siempre en su galardón (Ap. 14:13; He. 6:10). La santidad dura para siempre y entra a la gloria con nosotros (1ª Co. 13:8).
La santidad revela algo de la gloria celestial y espiritual aún en este mundo (2ª Co. 3:18). El verdadero creyente es .todo ilustre de dentro. (Sal. 45:13). La santidad, entonces, es una obra gloriosa del Espíritu Santo.

D. EL PROPÓSITO DE DIOS EN EL EVANGELIO

El primer propósito de Dios en el y por el evangelio es de glorificarse a si mismo, a su sabiduría, bondad, amor, gracia, justicia y santidad por Jesucristo, y esto para siempre (Ef. 1:5, 6). Pero el evangelio simultáneamente revela el amor y gracia de Dios a los pecadores perdidos la cual nos es traída por la mediación de Jesucristo. Y es solo por Jesucristo como Dios encarnado que Dios será glorificado y los pecadores salvados. (Hch. 26:18).
El propósito del evangelio es también de persuadir a los hombres por la predicación de la verdad y el aliento de las promesas de renunciar a sus pecados y todas otras maneras de satisfacer a Dios, y de recibir por fe esa manera de vida y salvación que por el evangelio es predicada a ellos (2ª Co. 5:18-21; Col. 1:25-28).
El propósito del evangelio también es de ser el medio para traer y dar a los pecadores un derecho y un titulo a esa gracia y misericordia, a esa vida y justicia, revelada y ofrecida a ellos en el evangelio (Mr. 16:16). También revela el camino y los medios de impartir la gracia y fuerza del Espíritu Santo a los escogidos, capacitándolos para creer y recibir la salvación (Ga. 3:2).
El propósito del evangelio es también de traer a los creyentes a una unión con Cristo como su cabeza espiritual y mística y afirmar sus corazones y almas en fe, confianza y amor directamente en el Hijo de Dios como encarnado, y como su mediador (Juan 14:1).
Es para invitar y alentar a los pecadores perdidos a creer y aceptar el camino de gracia, vida y salvación por Jesucristo.
Dios requiere que seamos santos. Él requiere que constantemente usemos todos esos medios que nos ha dado por los cuales la santidad se puede obtener y acrecentar.

E. LO QUE DIOS REQUIERE

Dios no nos requiere que hagamos expiación o satisfacción por nuestros pecados –aunque eso es lo que los pecadores culpables y condenados piensan (Miq. 6:6, 7). Pero en el evangelio se ofrece un perdón gratuito e incondicional por los pecados. Ninguna satisfacción o compensación es requerida por Dios para que sea hecha por ellos. Cristo ha hecho una expiación completa y perfecta por los pecados. Cualquier intento de expiar por nuestros pecados en lugar de confiar en la expiación de Cristo es pisotear el evangelio (2ª Co. 5:18-21).
Lo que Dios sí requiere de nosotros es .hacer juicio, y amar misericordia y humillarte para andar con él (Miq 6:8). Él no requiere que nos hagamos justos a nosotros mismos para poder ser justificados porque somos justificados gratuitamente por su gracia (Ro. 10:3, 4; 3:24, 28; 8:3, 4).
Dios no nos requiere que compremos o que merezcamos la vida y salvación por nosotros mismos (Ef. 2:8, 9; Tito 3:5; Ro. 4:4; 6:23; 11:6; Lc. 17:10). Ni tampoco requiere de nosotros buenas obras para expiar por nuestros pecados u obras de supererogación para expiar por los pecados de otros (Lucas 17:10; Gn. 17:1).
Dios ha prometido santificarnos, de obrar esta santidad en nosotros; él no nos deja que lo hagamos por nuestra propia habilidad y poder (Jer. 31:33; 32:39, 40; Ez.36:26, 27).
Dios nos manda que seamos santos y el promete hacernos santos.

F. LA RESPUESTA DEL CREYENTE

¿Que, pues, debe de ser nuestra respuesta al mandamiento de Dios de ser santos?
NUESTRA PRIMERA RESPUESTA debe ser que hagamos este deber un asunto de conciencia porque viene a nosotros con toda la autoridad de Dios. La santidad debe salir de la obediencia si no, no es santidad.
LA SEGUNDA RESPUESTA debe ser de ver que razonable es este mandamiento.
TERCERO, debemos de amar este mandamiento porque es justo y santo y bueno y porque las cosas que requiere son rectas, fáciles y placenteras a la nueva naturaleza.
¿Y cual debe de ser nuestra respuesta a la promesa de que Dios nos hará santos?
PRIMERO, debemos recordar nuestra inhabilidad total para obedecer a este mandamiento de ser santo. Entonces debemos de ver que nuestra suficiencia esta en Dios.
SEGUNDO, debemos adorar esa gracia la cual ha prometido hacer en nosotros lo que nosotros no podemos hacer.
TERCERO, debemos orar en fe, creyendo la promesa de Dios de hacernos santos, y mirar a él para que nos supla con toda la gracia necesaria para andar en santidad.
POR CUARTO, debemos orar especialmente por esa gracia que nos mantenga santos en tiempos de tentación y cuando se nos llame a llevar acabo deberes especiales y difíciles.

QUINTO, nunca debemos olvidar que es el Espíritu Santo el que santifica a todos lo creyentes, y el que produce toda la santidad en ellos (Sal. 51:10-12; Ez. 11:19; 36:25-27; Ro. 8:9-14; 1Co. 6:11; 1P. 1:2; Is. 4:4; 44:3, 4; Tito 3:4, 5).