Una de las actividades menos
conocidas del Espíritu Santo, aunque de más alcance, es su obra en la gracia
común. Consiste en frenar al reprobó (incrédulo) para que no obre mal, en
alentarlo a que obre bien, y en comunicarle cierta capacidad para llevar a cabo
tareas culturales.
A. EL PROBLEMA.
Para
comprender mejor la obra del Espíritu Santo en la gracia común, hay que
observar los antecedentes que hicieron necesaria esta gracia común. Cuando el
Espíritu Santo hizo al ahombre, lo hizo perfecto, inspiró en él el aliento de
vida, y el hombre, lo hizo se convirtió en alma viviente hecha a imagen del
creador. Como se trataba del Espíritu Santo: éste dotó al hombre de santidad,
justicia y conocimiento: no había maldad ninguna en él.
Después que
Adán cayó, tanto como todo el género humano con él, no continuaron en el estado
original de justicia moral. La Biblia nos dice que la naturaleza del hombre se
corrompió del todo. Esto significa que está completamente inclinada hacia el
mal y no a ningún bien espiritual.
El hombre
natural, es decir, el hombre sin la acción sobrenatural del Espíritu Santo en
su vida, conoce, en el sentido básico, ni a Dios ni la verdad. Aunque parece entender
muchas cosas, no entiende nada verdaderamente, porque no relaciona nada con el
Dios de la Biblia. Debería poder conocer a Dios a través de la observación del
poder y sabiduría de Dios en la naturaleza, pero romanos 1: 18 nos dice que le
hombre natural oculta esta verdad, la obstruye, la oprime en justicia, 1ª Cor.
2: 14, 15, nos dice ‘el hombre natral no percibe las cosas que son del Espíritu
de Dios, porque para él son locura, y no las puede entender, porque se han de
discernir espiritualmente’.
El hombre
natural no sólo no conoce las cosas de Dios, sino que odia a Dios y se ha
colocado en una situación moral tal, debido a su desobediencia voluntaria, que
ya no puede hacer ni una sola cosa espiritual buena a los ojos de Dios. Esto
puede parecer difícil de creer, y puede sonar a leguaje duro. Sin embargo, si
creemos que la Biblia es la Palabra infalible de Dios, debemos admitir que así
son las cosas.
La Biblia
nos dice que los pensamientos del corazón del son siempre malos, ya desde la
juventud (Jun. 6:5; 8: 21; Jeremías 17: 19, dice que ‘engañoso es el corazón
más que todas las cosas, y perverso; ¿Quién lo conocerá’? Pablo dice entono
inconfundible: ‘No hay justo, ni aun uno; no hay quien entienda, no hay quien
busque a Dios. Todos se desviaron, a una se hicieron inútiles; Sepulcro abierto
es su garganta; con su lengua engañan. Veneno de áspides hay debajo de sus
labios; su boca está llena de maldición y de amargura. Sus pies se apresuran
para derramar sangre; quebranto y desventura hay en sus caminos; y no
conocieron camino de paz. No hay temor de Dios delante de sus ojos’ (Rom. 3:
10-18). En otro pasaje agrega: ‘Por cuanto la mente carnal es enemistad contra
Dios; porque no se sujeta a la ley de Dios, ni tampoco puede; y a los que viven
según la carne no pueden agradar a Dios’ (Rom. 8: 7-8). Y en Efesios Pablo dice
que el hombre está muerto en pecados y transgresiones, no enfermo, no herido,
sino muerto par toda buena obra (Ef. 2: 1).
Por ello la
iglesia cristiana ha confesado que, si bien el Espíritu Santo creó a Adán santo
y justo, sin embargo, debido a su pecado, la naturaleza del hombre se corrompió,
de manera que nada digno procede de él, sino únicamente el mal. Y si queda a
merced de sus propios caminos e inclinaciones malvadas, los seguirá hasta sus
últimas consecuencias, expresando en acciones externas su maldad interior, como
sucedió con los que Dios entregó a pasiones vergonzosas (Rom. 1: 26)
Esta es,
pues, la condición natural de hombre. Sin embargo, y este es el problema, el
hombre natural no es tan malo como podría serlo. El hombre natural hace muchas
cosas que en lo exterior son nobles y agradables. El no regenerado no ha
seguido por completo sus inclinaciones malas. Hay quienes, no siendo
cristianos, incluso conociendo el evangelio de Cristo y rechazándolo
voluntariamente, en ciertos aspectos son mejores que los cristianos que creen
en la Biblia y asisten a la iglesia. A veces son de carácter más estable,
dominan mejor sus pasiones, tienen mayor generosidad, su honestidad es más espontánea,
sus hijos no hacen trampas, como lo hacen los hijos de muchos cristianos, son
más respetuosos de los sentimientos ajenos, y su integridad es de la más
elevada. En otras palabras son gente ‘esplendida’, incluso si no son
cristianos.
El problema
con el que se ha enfrentado la iglesia cristiana en el pasado ha sido: ¿Cómo se
explica esto? Si el hombre, según la Biblia, está totalmente depravado, si en
él no hay ninguna clase de bondad, si no puede de ninguna manera hacer ni
siquiera desear hacer algo bueno, si está inclinado a odiar a dios y al
prójimo, ¿Cómo, Entonces, es posible que pueda hacer este ‘bien’ aparente, ser
un pagano, ‘espléndido’, vivir una vida que parece a veces se incluso mejor que
las vidas de los cristianos?
Algunos
tienen le tendencia de negar el mal en el hombre. Señalan a no cristianos de
índole aparente virtuosa. Dicen que verdaderamente el hombre es interiormente
bueno y no tan malo como se le describe que es, como una piedra áspera y sucia
si se le mira por fuera, pero que al quebrarse se ve que contiene hermosas
piedras preciosas en interior. El hombre es, pues, interiormente bueno, incluso
si a veces parece malo en lo exterior.
Esta
explicación se debe rechazar con toda firmeza, si creemos en la biblia como
palabra de Dios. Porque como hemos visto, los hechos bíblicos indican lo
contrario. Perdido para siempre, el hombre a veces es hermoso por fuera, pero
interiormente, corrompido hasta la medula. Es como una roja manzana brillante,
de apariencia sabrosa, de piel tersa, en la que un niño encuentra deleite, pero
que cuando la muerde, los dientes se le hunden en una carne blanda, podrida,
llena de gusanos, que de inmediato escupe y hasta naucias y se regresa el
alimento en vomito.
Y la
solución no se puede encontrar en el hecho de que el Espíritu Santo actúa
dentro de él en una forma salvadora, porque esto es precisamente lo que no
estamos diciendo. No estamos hablando del cristiano, sino del réprobo, el que
nunca nació de nuevo, ni nunca ha de nacer de nuevo, el que pasará la eternidad
en el infierno.
B: LA SOLUCIÓN.
La respuesta
que la biblia da a este problema es que el Espíritu Santo actúa en la vida de
los no cristianos en una forma especial. No actúa en una forma salvadora. No se
tarta de la regeneración. No es por medio del proceso de santificación. Pero
aparte de los cristianos, el Espíritu Santo si actúa en un cierto modo en aquellos
que son réprobos, que no son elegidos. A esto se llama gracia común.
Es gracia
porque no merecen ni en lo más mínimo esta acción del Espíritu Santo. Lo que
merecen es la sentencia de Romanos 1: 18, y siguientes, que hablan de que Dios
los abandona y permite que se endurezcan en su incredulidad y maldad. No
merecen sino condenación y castigo. Y lo que reciben es un favor inmerecido.
Por esto se llama gracia.
Esta gracia
se suele llamar común porque se le suele considerar no sólo para los elegidos,
para el pueblo de Dios, para los cristianos, sino también para los no elegidos.
Se considera común tanto para los que son salvos como para los que no lo son.
Si hablamos
en forma rigurosa, sin embargo, esta terminología no es precisa. Porque esta
gracia no es común tanto para el no regenerado como para el regenerado. Son dos
tipos completamente diferentes de gracia. La operación salvadora del Espíritu
Santo que sirva de freno al pecado, en las vidas de los elegidos es
consecuencia de una gracia especial, del amor especial de elección de Dios por
sus escogidos. La acción no salvadora y de freno del pecado por parte del
Espíritu Santo en la vida de los réprobos es resultado de la gracia común, del
amor de Dios por los no elegidos. El freno es común para ambos, pero la gracia,
el amor que frena, difiere. Sea como fuere, la ‘gracia común’ también comprende
otras cosas además de la acción del Espíritu Santo en la vida de la gente.
Incluye el hecho de que Dios ofrece sinceramente la salvación a los que están
perdidos, incluso si no han sido elegidos y nunca creerán. Abarca muchos
aspectos de la providencia de este mundo, tales como hacer que el sol brille y
que llueva para los no creyentes, el sostenimiento de las leyes de la naturaleza
de forma que las cosechas puedan crecer., y el otorgamiento de poderes sanadores
al cuerpo enfermo. También significa que Dios es paciente en la ejecución de su
castigo a los no creyentes, no dándoles de inmediato su merecido.
Pero la
gracia común también incluye una operación general del Espíritu Santo en el no
elegido, y este aspecto el que debemos tratar en este estudio, y no de la
gracia común en general. Esta acción del Espíritu es triple. Hay un aspecto
negativo, el frenar el pecado en la vida de los individuos; y uno positivo, el estímulo
a obrar bien, incluso si el bien no procede de la fe. Además, hay un tercer
aspecto, el dotar al hombre natural de capacidad general para que pueda
desarrollar ciertas tareas culturales. Ahora debemos examinar esta operación
triple del Espíritu Santo para ver cuales son sus efectos.
I. FRENO DEL PECADO.
Ante todo, la Biblia indica que Dios envía a
su Espíritu Santo entre los elegidos para impedirles a que den rienda suelta a
sus malas inclinaciones. Esto no hace que sus acciones sean agradables a los
ojos de Dios, sino que simplemente los hace menos malos. Significa que la vida
en este mundo es tolerable y vivible porque el Espíritu Santo impide que los
hombres lleguen a exceso.
Dios puede
controlar el mal en la vida del hombre en muchas maneras. Lo puede hacer con
actos providenciales. Puede frenar la inmoralidad sexual haciendo que vaya
acompañada a menudo de enfermedades venéreas, de manera que la gente dominará
sus deseos lujuriosos por miedo a las consecuencias. O puede reprimir
intenciones malas provocando una inundación que acabe con todos o algunos de
los habitantes, como en tiempos de Noé. Pero también, este es el punto que nos
interesa ahora, Dios frena el mal con la acción directa del Espíritu Santo en
alma de las personas, no en forma salvadora, pero si de tal manera que esas
persona se ven frenadas en su desobediencia a Dios.
Saúl, por
ejemplo, probablemente no era salvo, y con todo, el Espíritu de Jehová estaba
en su vida, haciéndolo obrar bien. Pero después de un periodo de desobediencia,
‘el Espíritu de Jehová se apartó de Saúl, y la atormentaba un espíritu malo de
parte de Jehová’ (1ª Sam. 16: 14).
Isaías se
lamentaba de la maldad de Israel. Escribe que ‘fuero rebeldes, hicieron enojar
su Santo Espíritu; por lo cual se les volvió enemigo, y él mismo peleó contra
ellos’ (Is. 63: 10). En otras palabras, el Espíritu Santo estaba en la viada de
muchos Israelitas en una forma no salvadora, frenando el pecado en su vida, si
bien más tarde, debido a su maldad, el Espíritu tuvo que retirarse de ellos e incluso
luchar contra ellos.
Esteban
habló en una forma semejante cuando recordó a los Judíos sus actos rebeldes
desde los tiempos de Abraham hasta la crucifixión de Cristo. Luego los censuró
duramente: ‘¡Duros de cerviz, e incircuncisos de corazón y de oídos! Vosotros resistís
siempre al Espíritu Santo’ (Hech. 7: 51). Decir que resistieron al Espíritu
Santo implica que el Espíritu había actuado en su corazón de alguna manera, si
bien no estaban regenerados. Y desde luego la carta a los Hebreos menciona la
acción del Espíritu Santo en la vida de los no cristianos hasta el punto que
‘fueron iluminados y gustaron del don celestial, y fuero hechos partícipes del
Espíritu Santo’ (Heb. 6: 4). Sin embargo, después de que cometieron el pecado
imperdonable, el Espíritu se apartó de su vida para nunca volver a obrar
arrepentimiento en ellos. Perdidos por toda la eternidad, los réprobos habían
poseído si embargo al Espíritu Santo en su vida, en una forma no salvadora.
Así pues, el
Espíritu actúa en la vida de los no creyentes, frenándolos en el mal. Cuán
agradecidos podemos estar con Dios de que, por medio de su gracia común, de su
Espíritu Santo a aquellos que están perdidos, aquellos que están eternamente
condenados. Porque sin esta gracia los hombres llegarían a excesos; darían
rienda suelta a sus deseos pecaminosos. La vida se haría intolerable. Habría
más sadismo, más robos, más embriaguez, más inmoralidad. El divorcio aumentaría
aun más. La violencia estaría a la orden del día. No habría seguridad al
caminar por las calles. Todas las comunidades y naciones estarían saturadas con
toda clase de pecado. Porque hay épocas, según la Biblia. En que Dios ya no
contrarresta al hombre, sino que lo abandona a sus propios placeres malvados.
Cuando mayor es el abandono tanto más intolerable se vuelve la vida.
Dios,
hablando por medio de Asaf, mencionó esta separación del Espíritu Santo cuando dijo:
‘Pero mi pueblo no oyó mi voz, e Israel no me quiso mí. Los dejé, por tanto, a la dureza de su
corazón; caminaron en sus propios consejos’ (Sal. 81: 11-12). Esteban afirmó
que Dios se apartó de los Israelitas y los entregó para que rindiesen culto al
ejército del cielo. Isaías dijo que el Espíritu Santo lucho contra los
Israelitas. Pablo pone de relieve los placeres, engañosos, odios, perversiones,
luchas, insolencia, e invento de males nuevos que caracterizaban a aquellos a
quien, Dios abandonaba (Rom. 1)
En 2ª Tesalonicenses
tenemos una descripción de lo que sucederá al fin de los tiempos cuando ‘quien
al presente lo detiene’, es decir, el Espíritu Santo, será ‘quitado de en
medio’ 2ª Tes. 2: 7. Porque, dice Pablo, el ministerio de la iniquidad está en
acción ya. El espíritu del anticristo está presente en el mundo de hoy. Pero
está refrenado. Un día, sin embargo, ese freno será quitado. Entonces vendrá el
fin, y el anticristo será revelado, el ‘hombre de pecado’, ‘el hijo de
perdición, el cual se opone y se levanta contra todo lo que se llama Dios o objeto
de culto; tanto que se sienta en el templo de Dios haciéndose pasar por Dios’
1ª Tes. 2: 4. Entonces habrá persecuciones, y el anticristo se revelará en toda
su horribilidad en contra de Cristo y de los cristianos, seguirá los dictámenes
de sus deseos erráticos, y llevará a cabo grandes acciones de violencia y
maldad en forma desenfrenada. Esto es lo que sucederá cuando se quite el freno
del pecado, cuando el Espíritu Santo retire su influencia y entregue al hombre
a sus propios deseos. El mundo será entonces un lugar intolerable para vivir. Y
todo esto ocurriría ahora mismo si le que detiene quitara el freno.
Así pues,
una de las acciones más estupendas del Espíritu Santo hoy se lleva a cabo entre
los réprobos, deteniéndolos en sus caminos malos y haciendo la vida vivible.
Porque nosotros, los cristianos somos minoría en este mundo. Representamos sólo
una proporción muy pequeña de la población. Si no fuera por esta acción
restringidora del Espíritu, la viada se volvería intolerable para el cristiano.
Y el cristiano hace bien en orar al Espíritu Santo para que Siga actuando cada
vez más en la vida de los no regenerados, a fin de que podamos vivir en paz y tranquilidad,
y sin temor.
II. ESTÍMULO PARA EL BIEN.
Una segunda
acción importante el Espíritu Santo en la esfera de la gracia común es lo
contrario de la acción mencionada antes. El hecho mismo de ser frenado en el
pecado significa que el hombre debe hacer algo relativamente bueno. No puede
haber vacío. Si algo se quita, algo debe ocupar su lugar. O, con otra metáfora,
el quitar algo oscuro de un objeto significa que el objeto debe necesariamente,
por naturaleza misma de las cosas, volverse un poco más gris. Lo mismo ocurre
en el campo espiritual. Al actuar el Espíritu Santo en el hombre no regenerado
dos cosas suceden: el hombre es frenado en el pecado, y recibe estímulo para
hacer el bien. A pesar de su naturaleza totalmente corrompida, por la gracia del
Espíritu Santo, el hombre no regenerado hace cosas que son formal y
externamente agradables a Dos.
Debería
recordarse con claridad, sin embargo, que el hombre natural no hace
absolutamente nada que sea verdaderamente agradable delante de Dios, ya que le
falta la fe, y ‘todo lo que no proviene de fe, es pecado’ (Rom. 14: 23). Puede
hacer cosas que en lo exterior se conforme con la ley de Dios, pero como no ama
a Jesucristo, como no hora a Dios, y como no hace estas cosas por motivaciones
puras de amor y fe hacia Dios, todas las acciones del hombre no regenerado son
pecado.
Para decir
en términos absolutamente claros lo que la Biblia enseña, si un unitario, quien
niega la divinidad de Jesucristo y confía en sí mismo en vez de hacerlo en
Jesús para su salvación, diera un millón de dólares para la obra misionera de
una iglesia que predica a Jesucristo crucificado y resucitado. Esta donación no
sería, por parte del dador, un acto de bien espiritual. Porque no nacería de la
fe en Cristo y no sería hecho para su gloria, sino por otra razón. Aunque desde
luego, una acción tal sería mucho mejor que si esa cantidad se gastara en
prostitución o juego, sin embargo, si el motivo adecuado está ausente, ningún
acto es fundamentalmente agradable a Dios. Esto es lo que queremos decir,
cuando afirmamos que es relativamente bueno, pero no verdaderamente bueno.
Que el
Espíritu de Dios sí estimula al réprobo al bien relativo se ve ciertos ejemplos
Bíblicos. El Antiguo testamento menciona a tres reyes, por ejemplo, Jehú, Joás,
y Amazías, que no tenían un verdadero temor a Dios, que eran réprobos. Sin
embargo de Jehú dice Dios en la Biblia: ‘por cuanto has hecho bien ejecutando
lo recto delante de mis ojos, sus hijos se sentarán sobre el trono de Israel
hasta la cuarta generación´ (2ª Ry. 10. 30). De Joás dice la Biblia que ‘hizo
lo recto ante los ojos de Jehová’ (2ª Ry. 12: 2). Y el autor repite las mismas
palabras en el caso del rey Amazías. Así pues, estos reyes hicieron cosas
agradables delante de Dios, si bien ellos mismos se perdieron.
En el Nuevo
Testamento el hecho de que los réprobos hacen el bien lo dice Cristo
expresamente cuando mandó a los discípulos a amar no sólo a sus amigos, sino
también a sus enemigos, porque razonó: ‘si hacéis bien a los que os hacen bien,
¿Qué mérito tenéis? Porque también los pecadores hacen lo mismo´ (Luc. 6: 33).
En otras palabras, Cristo dice que los no elegidos hacen el bien. También aquí
esto no debe tomarse en el sentido de que hacen lo que es verdaderamente bueno,
sino que hacen un bien relativo.
Y Pablo escribe
a los romanos 2: 14, que ‘los gentiles que no tienen ley, hacen por naturaleza
lo que es de la ley´. No conocen a Jesucristo, no tienen la relación que
nosotros poseemos, y sin embargo ellos que son réprobos hacen cosas que en lo
exterior están de acuerdo con la ley de Dios, cosas que son agradables para
Dios en un sentido relativo.
Aún hoy día
el Espíritu Santo mueve a las personas a hacer cosas que en lo exterior están
en conformalidad con la ley de Dios. A causa del Espíritu Santo, los no
creyentes ricos dan dinero a escuelas y hospitales en lugar de gastarlo en
lujos; el unitario que niega a Cristo ayudará al niño de dos anos que ha caído
de la bicicleta a arreglarla, lo consolará y tratará de distraerlo de sus
penas; el blasfemo dará dinero al mendigo; el no cristiano dará un millón de
pesos para ayudar victimas de cualquier catástrofe; el soldado incrédulo se
mostrará compasivo con el enemigo; el político que ridiculiza la Biblia luchará
por la paz; el pagano jactancioso sacrificará voluntariamente su vida para
rescatar a un muchacho que se ahoga.
Estas otras
acciones que llevan a cabo los no regenerados se deben a la acción no salvadora
del Espíritu Santo en sus vidas. Y debemos dar gracias a Dios por esta gracia
maravillosa que hace la vida tan agradable y visible. También podemos mirarnos
con vergüenza quienes profesamos ser cristianos y sin embargo estamos llenos de
tanta murmuración, de tantos celos, críticas, lujurias, y odios; en tanto que
otros que no conocen a Cristo como salvador personal viven, en lo Exterior por
lo menos vidas que son diez veces mejor que las nuestras. Que Dios nos libre de
nuestra inconsecuencia. Pero al mismo tiempo, alabemos a Dios por esta segunda
obra del Espíritu Santo en los réprobos, gracia a la cual la vida no solamente
es llevadera, sino también tan agradable.
III. DOTES PARA TAREAS CULTURALES.
Una tercera
esfera de la influencia del Espíritu Santo en la gracia común se halla en el dotar
al no cristiano de capacidad intelectual, habilidad mecánica, talento
artístico, y aptitud par la ciencia, las lenguas, la música, y la cultura en
general. El regenerado no tiene monopolio en estos asuntos. Es más que evidente
que precisamente aquellos que no son cristianos, a menudo, tienen más
habilidades y están mejor dotados que los cristianos.
Estos dotes
que le Espíritu Santo da proceden, como, vimos en el estudio anterior, de que
el Espíritu Santo es el que comunica al hombre el aliento de vida y quien, por
tanto, es el origen del alma, de la mente, y de las facultades intelectivas y
emocionales. Este aliento de vida, esta alma, esta capacidad que le Espíritu
Santo da al hombre es también la fuente de logros culturales. En Isaías 45: 1,
leemos que le rey pagano Ciro fue ungido por Jehová para llevar a cabo su obra.
El Espíritu fue enviado a Ciro para darle sabiduría, valor, y pericia militar a
fin de que pudiera llevar a cabo la tarea que Dios la había asignado. No cabe duda
de que esta misma actividad no regeneradora del Espíritu Santo dotó al hombre
natural de grandes facultades, Aristóteles pudo adquirir un conocimiento tan
vasto, César pudo conquistar y gobernar tantos países, los antiguos griegos
pudieron idear una arquitectura tan duradera, Shakespeare pudo escribir tantas
obras perennes como Macbeth y Hamlet, Beethoven pudo componer su Quinta Sinfonía,
Einstein pudo formular la teoría de la relatividad. Estos son dones del
Espíritu Santo. Demos gracias a Dios por Ellos, y utilicémoslos para su gloria.
Así pues,
hay una acción triple del Espíritu Santo, distinta de la del Padre y del Hijo,
en el campo de la gracia común. Frena al no regenerado en el pecado, lo incita
al bien, y lo dota para grandes logros culturales. Estas son las cosas que
hacen que este mundo sea vivible y hermoso. Los efectos son estupendos, y Hodge
tenía razón cuando dijo que ‘la calamidad mayor que pueda caer sobre el
individuo, la iglesia, o la gente, es que Dios les retire a su Espíritu Santo’.
CONCLUSIÓN.
Al concluir
conviene añadir una palabra de advertencia. Si bien reconocemos que el Espíritu
Santo actúa en la vida del réprobo, no debemos pensar, ni por un momento, que
esto salva ala persona. Estas operaciones del Espíritu Santo no son Salvadoras.
No salvan a nadie. La salvación viene sólo por la confianza en Jesucristo como
salvador propio. Esta confianza también la crea el Espíritu Santo. Y sólo
cuando el Espíritu Santo actúa en esta forma, haciendo que la persona entregue
su vida a Cristo, esa persona es salva.
Algunos podrían
pensar que, ya que el Espíritu Santo actúa dentro de ellos para capacitarlos
para ser más hábiles o para dirigir un negocio, y ya que los ha detenido en el
camino del pecado e incluso los ha incitado a hacer algunas cosas que en lo
exterior son más bien buenas, serán salvos. Pero esto no es Bíblico. La Biblia
no dice en ninguna parte que una persona que hace el bien será salva. Debemos
reconocer que el Espíritu Santo actúa en el no creyente y en el no regenerado
para que hagan el bien, y debemos dar gracias a Dios por esta influencia de
tanto alcance y tan maravillosa de su Espíritu. Pero el hecho es que esta
influencia y acción del Espíritu Santo no llevará a nadie al cielo. El pecador
necesita no sólo la gracia común; necesita la gracia especial para poder ser
salvo. Necesita fe en Jesucristo, el hijo de Dios. El que invoque el nombre del
Señor será salvo. El que crea en el Hijo unigénito tendrá vida eterna. Así
pues, demos gracias a Dios por la acción del Espíritu Santo en la gracia común,
pero no permitimos que nadie se engañe en pensar que es salvo por ella. Antes
bien, hagámoslo ver que la salvación sólo es de los que confiesan sus pecados,
abandonan su forma de vivir separada de Dios, y piden a Jesús que los redima.