LAS ACTIVIDADES Y DEBERES DE LA SANTIDAD

Hemos visto en los capitulo pasados que la santidad sale de un principio gobernante impartido a nosotros por el Espíritu Santo. Pero lo que ahora debemos aprender es que no hemos tenido este nuevo principio gobernante impartido a nosotros para que lo podamos usar como lo deseemos. Es Dios el que obra en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad no la nuestra (Fil. 2:12, 13).
Todas las actividades y deberes de santidad pueden ser clasificados bajo dos encabezamientos. Hay esas actividades y deberes en cuanto a la obediencia a los mandamientos positivos de Dios y hay esos en cuanto a las cosas que nos ha prohibido hacer. Ambos nos conciernen en nuestra oposición diaria al pecado.
Necesitamos ver que tan dependientes somos del Espíritu Santo si vamos a llevar acabo estas actividades y deberes aceptables a Dios.

A. DEBERES INTERNOS Y EXTERNOS

PRIMERO, hay esos deberes internos los cuales conciernen actos de fe, amor, confianza, esperanza, temor, reverencia y deleite hacia Dios, pero no se revelan en ningún deber externo. Estas actividades verdaderamente prueban que tenemos vida espiritual impartida a nosotros. Cuando estas actividades están fuertes, sabemos que nuestra vida espiritual esta fuerte. Cuando están débiles, entonces sabemos que nuestra vida espiritual esta débil.
Así por estas podemos probar que tan espiritualmente saludables estamos y que tan preocupados estamos de crecer en santidad. Es posible de hacer muchos deberes externos que pueden ser vistos por los hombres, y sin embargo que nuestros corazones estén ajenos a Dios. Así que podemos tener .un nombre para vivir, pero en realidad estar muertos. (Is. 1:11-15). Pero cuando la fe, temor, confianza y amor abundan en nosotros, prueban que nuestras almas están fuertes y saludables.
SEGUNDO, hay esos deberes externos los cuales son hechos a Dios y para su gloria.
Estos deberes son oraciones y alabanzas para la santificación del nombre de Dios en adoración santa. Entonces hay esos deberes los cuales debemos a los hombres los cuales también son hechos para la gloria de Dios. Estos deberes son sumados por Pablo. .Porque la gracia de Dios que trae salvación a todos los hombres, se manifestó, enseñándonos que, renunciando a la impiedad y a los deseos mundanos vivamos en este siglo templada, justa, y piamente (Tito 2:11,1 2).
En todos estos deberes, ya sean hechos a Dios o a los hombres, si son verdaderos actos de santidad, y si son aceptados por Dios, entonces salen de una obra especial del Espíritu Santo en nosotros. Esto aprendemos de las siguientes verdades.
Por este nuevo principió gobernante de vida espiritual impartida a ellos por el Espíritu Santo, los creyentes ahora están dispuestos a hacer la voluntad de Dios. Ningún creyente puede, de si mismo, hacer algo agradable a Dios. La ayuda del Espíritu Santo es indispensablemente requerida para cualquier acto de obediencia santa, ya sea que salga de la mente o de la voluntad del corazón. A pesar del poder o habilidad la cual los creyentes han recibido de este nuevo hábito de gracia implantado en ellos, estarán en necesidad de gracia actual para que los capacite realmente a llevar acabo los deberes de santidad hacia Dios.

B. LA NUEVA CREACIÓN

Cuando Dios hizo al hombre lo formó .del polvo de la tierra, y sopló en su nariz el aliento de vida; y el hombre vino a ser un alma viviente. (Gn. 2:7). Por este principio de vida dado por Dios, el hombre estaba capacitado y apto para llevar acabo todas las actividades relacionadas con esa vida física. Pero esto no significa que el hombre pueda actuar independientemente de Dios. Si Dios quita este principio de vida, el hombre viene a ser un cuerpo muerto. Un cuerpo muerto solo puede ser movido por una fuerza externa, y es cambiado diariamente por un decaimiento y corrupción interna.
Es lo mismo con el alma del hombre. Si al alma del hombre le falta este principio gobernante de vida espiritual es como un cuerpo muerto. Esta .muerto en delitos y pecados. (Ef. 2:1). El alma en este estado solo puede ser movida para buenas obras por fuerzas externas tales como convicciones de pecados y terrores de juicio, y es diariamente alterada para lo peor por corrupciones internas. Pero aquellos en quien este nuevo principio de vida espiritual existe están capacitados para llevar acabo todos los deberes santos que salen de esta vida, aunque nunca independientemente de Dios. Jesús dijo, .Sin mí nada podéis hacer. (Juan 15:5). Pablo dijo. En Dios vivimos, y nos movemos, y somos. (Hch. 17:28).
Si alguno pudiera actuar independientemente de Dios, entonces él mismo debe ser absolutamente la primera y única causa de esa acción, lo cual significa que debe ser el creador de un nuevo ser. ¿Pero que dice la Escritura? .Porque somos hechura suya, criados en Cristo Jesús para buenas obras, las cuales Dios preparó para que anduviéremos en ellas. (Ef. 2:10).
En el principio Dios crió todas las cosas de la nada. Pero Dios entonces no las dejó por si solas y a sus propios poderes y habilidades. Él continuó confirmándolas, sosteniéndolas, y preservándolas de acuerdo a los principios de sus seres y obró poderosamente en y por ellas de acuerdo a sus naturalezas. Sin el continuo sustento de Dios para ellas por su divino poder, toda la fábrica de la naturaleza se disolvería en confusión y en nada. Así que, sin la influencia de Dios y su obra continua con sus criaturas, capacitándolas para actuar, todas las cosas estarían muertas y ni un acto natural se podría llevar acabo.
Es lo mismo en esta obra nueva de creación por Jesucristo .Somos hechura de Dios.
Él nos a formado y labrado para si mismo al renovar nuestras naturalezas una vez mas a su imagen. Nos ha hecho aptos para buenas obras y para producir los frutos de justicia, los cuales ha señalado como la manera que debemos de vivir para él. Esta nueva criatura, esta naturaleza divina en nosotros, Dios la sostiene y preserva. Sin su continuo poder obrando en nosotros e influenciándonos, esta nueva vida espiritual en nosotros perecería.
Pero esto no es todo. Dios también en verdad causa esta nueva vida a moverse y actuar y llevar acabo cada deber santo agradable a él por continuas provisiones nuevas de gracia.
Así que lo que ahora probaremos es, que hay una verdadera obra del Espíritu Santo en nosotros la cual es absolutamente necesaria para capacitarnos a llevar acabo cualquier acto o deber de lo que sea de santidad. Sin esta obra del Espíritu Santo, estamos totalmente incapacitados para producir o hacer un deber santo o actividad. Esta es la segunda parte de su obra de santificación en nosotros.

C. LA NECESIDAD POR LA OBRA DEL ESPÍRITU

Que esta obra indispensable del Espíritu Santo es necesaria se ve en los siguientes puntos:
1. La Escritura enseña la inhabilidad total del hombre para hacer cualquier bien espiritual (Juan 15:5; 1Co. 15:10; 2ª Co. 3:4, 5; 9:8; 12:9; Ga. 2:20).
2. También enseña que todas las obras de gracia y todos los buenos deberes son en realidad del Espíritu Santo.
3. Hay muchos lugares donde se nos dice ser llevados, guiados y capacitados para actuar por el Espíritu Santo. Vivimos, caminamos y hacemos cosas por el Espíritu Santo quien mora en nosotros. ¿Que más aprendemos de estas Escrituras sino que el Espíritu Santo actúa en nuestras almas y por sus actividades en ellas somos capacitados para actuar?
4. Se nos dice andad en el Espíritu. (Ga. 5:16). Esto es de andar en obediencia a Dios dependiendo en las provisiones de gracia las cuales el Espíritu Santo nos da. Si andamos en el Espíritu no satisfaceremos las concupiscencias de la carne. Esto solo puede significar que seremos guardados por el Espíritu en obediencia santa y capacitados por el mismo Espíritu para evitar el pecado.
5. Se nos dice sed .guiados por el Espíritu. (Ga. 5:18). Esto significa que el Espíritu ha obrado en nosotros y nos a influenciado de tal manera como para ser guardados de ser influenciados y ser obrados por principios depravados y viciosos que salen de nuestra naturaleza corrupta. Pablo habla de algunos .que no andan conforme a la carne sino conforme al Espíritu. (Ro. 8:4). El andar en pos de la carne es tener el principio del pecado que mora en nosotros obrando en nosotros para producir pecados actuales. Así que, andar de acuerdo al Espíritu es tener al Espíritu obrando en nosotros para producir todas las actividades y deberes santos.
6. Así que también se nos manda a atender los deberes particulares por medio del Espíritu Santo quien mora en nosotros. (2Tim. 1:14). Porque sin la ayuda del Espíritu Santo, no podemos hacer nada.
7. Y como se nos dice que somos guiados y capacitados para llevar acabo todas las actividades santas por el Espíritu Santo, por lo tanto él es declarado ser el autor de todas las obras de gracia en nosotros (Ga. 5:22, 23). Es el Espíritu Santo quien produce sus frutos en nosotros. Es su fruto no el nuestro. Otros ejemplos de él produciendo sus obras de gracia en nosotros se ven en los siguientes textos de la Escritura: Efesios 5:9; Filipenses 1:19; Ezequiel 36:27; 11:19-20; Jeremías 32:39-40.
Toda la obediencia y santidad que Dios requiere de nosotros en el pacto, todos los deberes y actividades de gracia, son prometidas de ser forjadas en nosotros por el Espíritu.
Pero primero necesitamos estar convencidos de que por nosotros mismos no podemos hacer nada.
Las gracias particulares y sus actividades son atribuidas al Espíritu Santo obrándolas en nosotros. .Porque nosotros por el Espíritu esperamos la esperanza de la justicia por la fe. (Ga. 5:5). Todo lo que esperamos en este mundo o en el otro es por la justicia de la fe.
Nuestro esperar silencioso por esto es una gracia especial evangélica y un deber. Pero esta gracia y deber solo podemos llevarlo acabo .por medio del Espíritu. Otras actividades que hacemos en, por o mediante el Espíritu se ven en los siguientes textos de la Escritura: Filipenses 3:3; Colosenses 1:8; 1Pedro 1:22. De la fe se dice expresamente que .no es de nosotros; es un don de Dios. (Ef. 2:8).
Debemos ocuparnos en nuestra salvación porque es Dios quien obra en nosotros el querer como el hacer, por su buena voluntad. (Fil. 2:12, 13).
Para llevar acabo este deber, se requieren dos cosas. Primero, necesitamos el poder y la habilidad para llevar acabo todos los deberes y actividades de santidad que se nos requieren y segundo, necesitamos actualmente ejercitar la gracia que hemos recibido.
¿Pero como haremos esto?
Primero debemos darnos cuenta que toda la obra de gracia descansa en las actividades internas de nuestras voluntades que causan actividades y deberes externos correspondientes. Pero se nos enseña que de nosotros mismos no podemos hacer nada santo y aceptable a Dios. Así que miramos a Dios quien obra efectivamente en nosotros todas esas actividades de gracia y deberes de nuestras voluntades que causan los deberes y actividades santas correspondientes.
Cada actividad de nuestras voluntades, siempre y cuando sea de gracia y que sea santa, es el resultado del Espíritu Santo obrando en nosotros. Él obra en nosotros para producir el mero acto de querer. El decir que él solo nos persuade, o nos excita y provoca nuestras voluntades por su gracia para actuar por nuestro propio esfuerzo y habilidad, es decir que el Espíritu Santo no hace lo que Pablo dice que hace. Si podemos querer por nuestro propio esfuerzo sin el Espíritu Santo, entonces él no obra en nosotros el querer, sino solo nos persuade a querer. Pero Pablo refuta esta idea cuando dice .antes he trabajado mas que todo ellos, pero no yo, sino la gracia de Dios que fue conmigo. (1Co. 15:10).
Por lo tanto nos enseña que todas sus labores no eran de él mismo y de sus propios esfuerzos, sino forjados por la gracia de Dios en él y obrando con él. La libre voluntad, al contrario, diría, .No gracia sino Yo.

D. LA OBRA EFICAZ DEL ESPÍRITU SANTO

Cuando el Espíritu Santo obra en nosotros el querer, así también obra en nosotros el hacer, esto es, eficazmente para llevar a cabo esos deberes requeridos por las actividades de gracia en nuestras voluntades.
De esto aprendemos dos cosas.
PRIMERO, aprendemos que todas las actividades santas deberes que estamos capacitados para hacer son hechos solamente por la obra efectiva del Espíritu Santo. No hay nada bueno en nosotros, y nada de lo que es bien hecho por nosotros en cualquier actividad santa y obediente, sino que la Escritura expresamente y frecuentemente lo atribuye a la obra directa del Espíritu Santo en nosotros.
SEGUNDO, No se enseña más plenamente en la Escritura que Dios crió el cielo y la tierra, y él sostiene y preserva todas las cosas con su poder, sino también que él crea la gracia en los corazones de los creyentes la preserva y la capacita para actuar y actuar eficazmente. En otras palabras, Dios obra todas nuestras obras por nosotros y todos nuestros deberes en nosotros.
La verdadera santidad es una obra sobrenatural en nosotros. Todas las actividades santas en nuestras mentes y almas, ya sean solamente internas, en fe, amor o deleite, o externas, son forjadas en nosotros por la obra directa del Espíritu Santo. Estas actividades y deberes forjados directamente por el Espíritu Santo en nosotros y por nosotros se diferencian radicalmente de todos los deberes morales producidos por nuestros propios esfuerzos. Los deberes meramente morales son despertados por convicciones, razones y exhortaciones. Son obras naturales que proceden de los esfuerzos naturales del hombre.
Pero eso que es forjado en nosotros por la gracia especial del Espíritu Santo es sobrenatural. No puede ser producido por nuestros esfuerzos y habilidades naturales sino solamente por el poder sobrenatural de Dios. Así que la sola razón porque Dios acepta y premia los deberes de obediencia en los que son santificados, y no pone atención alguna a esas obras hechas por los no santificados por medio de sus habilidades naturales, es porque estas obras que salen de los santificados son forjadas por su gracia. Y esas que salen de los no santificados salen de la habilidad natural.

Caín trajo su ofrenda del fruto de la tierra la cual Dios había maldecido. Por lo tanto su ofrenda fue rechazada. Así todas las obras buenas que salen de la naturaleza pecaminosa, depravada y corrupta del hombre, por mas externamente bonita que parezca al hombre, son maldecidas por Dios, porque salen de la tierra que está maldita. Solo las buenas obras que salen de tierra santa, y bendecida y forjadas en nosotros por gracia son aceptables con Dios. Por lo tanto la ofrenda de Abel fue aceptada porque salió de un corazón santificado y fue ofrecida por fe (Gn. 4:4,5; cf. He. 11:4).