Es claro que los
que viven y mueren no regenerados no pueden ser salvos. No hay salvación de la
miseria eterna para los que no son liberados del estado de pecado. Si podemos
ser salvos sin regeneración, sin la renovación de nuestra naturaleza, entonces
no había necesidad de que todas las cosas fueran hechas nuevas por Cristo
Jesús. Si los hombres pueden ser salvos en el estado de maldad traído a
nosotros por la caída de Adán, entonces Cristo murió en vano.
Jesús dijo, .El
que no naciere otra vez, no puede ver el reino de Dios. (Juan 3:3). Lo que
Jesús llama nacer otra vez en este verso, lo llama ser nacido del Espíritu en
los versos cinco y seis porque es la obra del Espíritu Santo sola de hacer esta
obra de regeneración (Juan 6:63; Ro. 8:11). Dios nos salva de acuerdo a su
misericordia, por el lavamiento de la regeneración y el renovación del Espíritu
Santo (Tito 3:5; Juan 1:13; Santiago 1:18; 1ª Juan 3:9). Es claro, entonces,
quien es el que hace esta obra de regeneración. Pero ahora debemos descubrir
como lo hace y que medios usa.
A.
LA
VISTA PELAGIANA DE LA REGENERACIÓN
De acuerdo al
Pelagianismo, Dios da gracia a todos los que oyen predicar la ley y el evangelio.
Los que hacen esto son persuadidos a arrepentirse y creer por las promesas del evangelio
y las amenazas de la ley. Las cosas que se enseñan y mandan en la ley y en el evangelio
se ven como no solamente buenas en si mismas sino totalmente razonables que cualquiera
contentamente las recibiría si no fueran tan pre-juiciosos, o deliberadamente escogieran
continuar con su vida pecaminosa.
El hombre solo
tiene que considerar estas promesas del evangelio y amenazas de la ley para
quitar estos prejuicios y así reformarse a si mismo. Cuando el hombre cree al evangelio
y lo obedece de su propia libre voluntad y elección, entonces él recibe el don del
Espíritu Santo, entra a todos los privilegios del Nuevo Testamento, y tiene un
derecho y titulo a todas las promesas concernientes a ambas al presente y la
vida futura. Así dicen los Pelagianos.
De este modo el
hombre se convierte a si mismo, y la gracia de nuestro Señor Jesucristo y la
obra regeneradora del Espíritu Santo son excluidas. Todo lo que se necesita es
la habilidad de persuadirlo a que se arrepienta de su pecado y crea y obedezca al
evangelio.
Veamos ahora más
de cerca esta doctrina del Pelagianismo o libre albedrío. ¿Cómo se persuade a
una persona para que deje lo malo y haga lo bueno, de acuerdo al Pelagianismo?
La persona es persuadida por las doctrinas, mandamientos, promesas y amenazas
que están en la Palabra de Dios. La manera principal por la cual la Palabra de Dios
es traída a las almas de los hombres es por el ministerio de la iglesia. La
Palabra predicada de Dios es el único medio ordinario externo que el Espíritu
Santo usa en la regeneración de un adulto. Esta predicación de la Palabra de
Dios es un medio externo lo bastante suficiente para traer a una persona al
arrepentimiento y a la fe. La revelación hecha de Dios y su mente es lo
bastante suficiente para enseñar a los hombres todo lo que necesitan para creer
y hacer, para que puedan convertirse a Dios y empezar a obedecerle.
Así, que primero,
si los hombres no responden a la predicación de la doctrina los deja sin excusa
(Is. 5:3-5; Pr. 29:1; 2Cr. 36:14-16). Segundo, la regeneración es el resultado de
responder a la predicación de la Palabra (1Co. 4:15; Stg.1:18; 1P. 1:23).
¿Que entonces es
la índole y el resultado de persuadir a la gente a ser buena? La índole de la
obra es de que a la mente del hombre se le enseña la mente y voluntad de Dios y
su deber hacia él. En verdad es cierto que el primer propósito de la revelación
divina es para informar y alumbrar a la mente y hacernos saber la voluntad de
Dios (Mt. 4:15, 16; Lucas 4:18, 19; Hch. 26:16-18; 20:20, 21, 26, 27). A un
hombre primero se le debe enseñar la necesidad de la regeneración y lo que se
le requiere que él haga al respecto.
Suponiendo que la
mente sea alumbrada e informada, entonces cuando la Palabra de Dios es
predicada, una obra poderosamente persuasiva atrae al no regenerado a rendirse
y a obedecerla. Sí, la Palabra de Dios es poderosamente persuasiva en si misma,
pero hasta no nacer de nuevo, el hombre no regenerado no puede y no será
persuadido por ella.
Los no
regenerados deben ser persuadidos de que estas no son fábulas por arte compuestas.
(2Pedro 1:16). Las cosas en la Escritura no son solo verdades, sino verdades divinas.
Estas son cosas que la .boca del Señor hablo. Y solo cuando una persona es nacida
de nuevo las creerá.
Los no
regenerados deben ser persuadidos que las cosas predicadas son buenas, hermosas
y excelentes. Deben ser persuadidos que solo la fe en Dios los puede traer a la
cúspide de toda felicidad. Deben de ser persuadidos que el único modo de que
podrán ser aceptados por Dios, y que el único modo de que él se reconciliará
con ellos, es por medio de la fe en la muerte sacrificadora de su Hijo. Deben
de ser persuadidos de la depravación pecaminosa de sus almas y de su completa
inhabilidad de hacer algún bien aceptable para Dios sin primero haber sido
nacido otra vez por su Espíritu. Todas estas verdades son verdades divinas, y
por eso la persona que las oye debe de ser convencida que han sido reveladas
por alguien que tiene autoridad divina. No solo la mente debe ser persuadida
sino también el corazón debe ser activado para desear y la voluntad para abrazar
de corazón estas cosas para salvación.
Si la predicación
de la Palabra de Dios es hecha con gran elocuencia y habilidad del habla,
entonces el hombre será persuadido a arrepentirse y creer, dicen los
Pelagianos.
Pero Pablo
completamente rechaza esto en su ministerio. El dice, .Y ni mi palabra ni mi predicación
fueron con palabras persuasivas de humana sabiduría, mas con demostración del
Espíritu y de poder. (1Co. 2:4). Algunos han tratado de hacer que las palabras del
Espíritu y de poder signifiquen la habilidad de Pablo para hacer milagros, como
una persuasión agregada a los hombres. Pero esto va en contra de toda la
enseñanza de Pablo en este capítulo y también en contra del consentimiento de
los mejores expositores.
La verdadera
efectividad de predicar no esta en la habilidad oratoria astuta del hombre, ni
en la habilidad de respaldar las predicaciones haciendo milagros.
Está en las
siguientes dos cosas.
PRIMERO la predicación debe de haber sido instituida por
Dios. Él a puesto la predicación de su Palabra para ser el único medio externo
para la conversión de las almas de los hombres (1ª Co. 1:17-20; Mr.16:15, 16;
Ro. 1:16).
SEGUNDO, el poder que hace a la predicación efectiva en los
corazones de los hombres para su salvación esta en las manos de Dios
únicamente. Para algunos, la predicación es efectiva para salvación, para otros
para condenación. Dios también da a sus asignados predicadores especiales dones
espirituales y habilidades para predicar su Palabra (Ef. 4:11-13). Así que el
poder para persuadir a una persona al arrepentimiento y creer al evangelio por
la predicación esta en la voluntad soberna de Dios.
Los Pelagianos y
todos los que creen que los pecadores primero se tienen que arrepentir y creer
antes de que sean nacidos otra vez dicen que la única obra que el Espíritu
Santo hace en la predicación es persuadir con motivos, argumentos y razonamientos
dados a la mente natural e ínconversa, y que solo por estos el pecador es convencido
y persuadido a arrepentirse. El pecador entonces se arrepiente y cree de su propia
libre voluntad y opción.
Pero ya hemos
demostrado que la mente del hombre está tan corrupta y depravada, que al menos
que la predicación esté acompañada por el poder del Espíritu Santo en la regeneración
ningún pecador será persuadido a arrepentirse y creer. Los medios externos de
conversión entonces son la predicación de la Palabra de Dios. La obra interna necesaria
para persuadir al hombre para que responda a la predicación es la regeneración,
la cual es transformadora, no meramente una obra persuasiva hecha en las almas
de los hombres por el Espíritu Santo, como ahora lo demostraremos.
Si el Espíritu
Santo no hace más que presentar razones, argumentos y motivos para la conversión,
la voluntad de la persona no regenerada se mantendrá inmóvil. Si está primero
en el no regenerado a arrepentirse y creer antes que el Espíritu Santo haga su obra
de regeneración, entonces esto niega que la salvación sea por la gracia
soberana de Dios.
Es en verdad
cierto que la voluntad de los no regenerados puede resistir y rehusar al evangelio
y la gracia que acompaña su predicación. Pero es falso decir que Dios no puede efectuar
una obra de gracia en nosotros que no se puede resistir y que infaliblemente
lleva a la conversión. Es falso decir que la única obra de gracia que Dios
puede hacer en nosotros es la que se puede resistir y rechazar. Es falso decir
que la voluntad de los no regenerados puede o no hacer uso de esa gracia de
Dios, así como lo desee. Es falso decir que el poder de conversión descansa
solo en el pecador, y que Dios no puede regenerar al pecador y traerlo a la
conversión sin que el pecador haya primero dado su consentimiento.
B. ESTO ES PELAGIANISMO.
Estas cosas son
falsas porque éstas dan toda la gloria de nuestra regeneración y conversión a
nosotros mismos y no a la gracia soberana de Dios. Son falsas también porque
deja al hombre decidir quien estará en el cielo y quien no. A pesar del
propósito de Dios de salvar, y a pesar de la encarnación y redención de Cristo,
nadie podría ser salvo y Dios seria frustrado y decepcionado de su voluntad y
propósito soberano.
Estas cosas son
falsas porque esta enseñanza es contraria a la Escritura, la cual nos dice que
la conversión depende de principio a fin en la gracia de Dios (Fil. 2:13). Dios
obra en nosotros el querer nuestra conversión, y por su poder soberano la lleva
a cabo.
Si la regeneración
no es más que persuadir a una persona de ser buena, entonces ninguna fuerza
nueva, real, y sobrenatural ha sido conferida en el alma, aunque los prejuicios
hayan sido removidos de la mente. De acuerdo a esta enseñanza, el hombre no tiene
necesidad de tal poder sobrenatural, porque ha podido por su propio poder, el
poder de su voluntad, para vencer a su depravada, pecaminosa y corrupta
naturaleza, remover todos los errores y prejuicios de su mente y traerse a si
mismo a tal santidad de vida como para hacerse totalmente aceptable a Dios.
Este es el poder de la libre voluntad el cual algunos han creído y enseñado.
Tales personas niegan que el hombre deba de nacer otra vez antes de que pueda
hacer algo agradable y aceptable a Dios.
Algunos enseñan que
la gracia de Dios ilumina la mente, y que todo lo que el hombre tiene que hacer
es escoger lo bueno que la gracia de Dios le ha ensañado, y entonces esa gracia
obrará juntamente con su voluntad y opción y así traer al alma al nuevo
nacimiento.
Pero todo lo que
la gracia de Dios esta haciendo aquí es alumbrando a la mente, excitando a los
deseos y ayudando a la voluntad, y esto solo al persuadir a la persona a arrepentirse
y creer. Ninguna fuerza real es impartida al alma. La voluntad es dejada perfectamente
libre para cooperar o no con esta gracia, así como lo desee. Esto también niega
la gracia entera de Cristo y la hace sin ningún uso en la salvación. Atribuye a
la libre voluntad del hombre el honor por su conversión. Hace al hombre darse
el nacimiento a si mismo lo cual son tonterías. Destruye la analogía entre la
obra del Espíritu Santo al formar el cuerpo natural de Cristo en el vientre y
la obra del Espíritu Santo al formar su cuerpo místico en la regeneración. Hace
el hecho de vivir para Dios por medio de fe y obediencia ser simplemente un
acto natural humano no el resultado de la mediación de Cristo. No permite al
Espíritu de Dios mas poder en regenerarnos que el que hay en un ministro que
predica la Palabra o el de un orador que elocuentemente y sentimentalmente
persuade a una persona de volverse del mal a hacer bien.
Nosotros no
oramos a Dios por nada sino por lo que él ha prometido darnos. ¿Acaso alguno
entonces ora que Dios meramente lo persuada a él o a otros para que crean y obedezcan?
¿Ora la gente para ser convertidos o para convertirse ellos mismos? La iglesia
de Dios siempre ha orado que Dios obre estas cosas en nosotros. Aquellos que verdaderamente
están preocupados por sus almas oran que Dios los traiga a un verdadero arrepentimiento
y fe, que él benignamente obre estas cosas en sus corazones. Oran que Dios les
dé fe por amor de Cristo y lo engrandezca en ellos y que él obre en ellos por
la sobresaliente grandeza de su poder ambos el deseo y el hacer de acuerdo a su
buena voluntad.
El pensar que por
todas estas oraciones, y con todos estos ejemplos de oración dadas a nosotros
en la Escritura, no deseamos mas que Dios nos persuada, excite y nos conmueva para
obrar por nuestro propio poder y habilidad para traer la respuesta a nuestras oraciones
por nuestros propios esfuerzos, es contrario a toda experiencia Cristiana.
Porque para el
hombre orar con importunidad, seriedad y con ferviente celo por eso que él es
lo bastante capaz de hacer por si mismo, y lo cual no puede ser hecho al menos
que él desee que sea hecha por su propia libre opción, es ridículo. Se burlan
de Dios los que oran a él para que haga por ellos lo que ellos pueden hacer por
si mismos. Supón que un hombre tiene la habilidad para creer y arrepentirse.
Supón que su habilidad para creer y arrepentirse este solo en su libre albedrío
y que Dios no puede por su gracia obrar en él, sino solo persuadirlo a
arrepentirse y creer, y de darle buenas razones porque lo deba de hacer, ¿cual
seria el propósito de orar a Dios? ¿Porque pedirle a Dios que le de fe y arrepentimiento?
Es porque muchos
creen que tienen en su propio poder el arrepentirse y creer cuando así lo
deseen, porque piensan que las oraciones Cristianas son sin uso y tontas.
Pero es igual de
fácil persuadir a una persona a regenerarse por medio de persuadirse a si mismo
de arrepentirse y creer como lo es de persuadir a un hombre ciego que vea, o un
cojo que ande normal o aun muerto que se levante de la tumba.
Conclusión: La obra de regeneración no es el Espíritu Santo
persuadiendo a los pecadores a arrepentirse y creer.
C. COMO LA REGENERACIÓN ES
CUMPLIDA
Al regenerar a
una persona el Espíritu Santo hace uso de la ley y el evangelio. No hay solamente
una obra moral sino también una obra directa de cambio de naturaleza del Espíritu
Santo en las mentes o almas de los hombres en la regeneración. Esto es de lo
que nos debemos sostener, o toda la gloria de la gracia de Dios es perdida y la
gracia que viene a nosotros por Cristo será descuidada. Pablo nos dice de esta
obra directa del Espíritu: .Para que sepáis cual sea aquella supereminente
grandeza de su poder para con nosotros los que creemos, por la operación de la
potencia de su fortaleza, la cual obró en Cristo, resucitándole de los muertos.
(Ef. 1:18-20). El poder aquí mencionado tiene una supereminente grandeza
atribuida, porque por este poder Cristo fue físicamente levantado de los
muertos.
Pablo nos deja
saber que el mismo gran poder el cual Dios obró en Cristo cuando lo levanto de
los muertos es el mismo gran poder el cual el Espíritu Santo obra en nosotros
cuando nos levanta de la muerte espiritual a la vida espiritual en la regeneración.
Por este mismo gran poder somos preservados por Dios hasta el día de salvación.
Es por este mismo gran poder que continuamente obra en los Cristianos que son
preservados de jamás caerse como para estar eternamente perdidos.
Es dicho que Dios
.hincha de bondad todo buen intento, y toda obra de fe con potencia. (2Ts.
1:11; 2P. 1:3). Por lo tanto en la Escritura la obra de gracia en la conversión
se le llama hacer vivo, crear, formar, el dar un corazón nuevo. Todo esto enseña
que una verdadera obra se ha hecho en las almas de los hombres. Y todas estas actividades
son atribuidas a Dios. Es Dios quien nos crea de nuevo, nos hace vivos y nos
engendra de su propia voluntad. Pero cuando la regeneración se refiera a
nosotros, estas actividades son expresadas pasivamente. Somos creados en Cristo
Jesús. Somos nuevas criaturas. Somos nacidos otra vez. A menos que estas cosas
sean forjadas en nosotros por el poder directo de Dios el Espíritu Santo como
la Biblia lo dice, tales cosas no podrían posiblemente existir. Así entonces la
Escritura claramente nos enseña que el Espíritu Santo sí hace una obra
poderosa, efectiva y directa en nuestras almas y mentes cuando nos regenera.
Esta obra es
infalible, por la cual quiere decir que no falla en hacer su obra en el que él escoge
para regenerar. No puede ser resistida, y siempre es victoriosa. Donde Dios se propone
regenerar una persona, esa persona es regenerada y no puede de ningún modo resistir
a la voluntad de Dios en la cuestión.
Donde alguna obra
de gracia empezada en una persona no tiene como resultado la regeneración y la
salvación de esa persona es porque Dios nunca se propuso regenerar a esa
persona, y por lo tanto no obró esa obra en él.
Hay un principio
doctrinal importante para aprender aquí. Cuando el Espíritu Santo se propone
regenerar a una persona, remueve todos los obstáculos, vence toda resistencia y
oposición, e infaliblemente produce el resultado que se propuso.
Cuando el
Espíritu Santo hace su obra de regeneración en nosotros él obra de acuerdo a la
naturaleza de nuestras mentes, corazones y voluntad, no pasando por encima, forzándolos
o lastimándolos. Él obra en nuestras almas de acuerdo a su naturaleza, poder y
habilidad. Aquí hay algunos ejemplos de la Biblia. .Conviérteme y seré
convertido. (Jer. 31:18). Llévame en pos de ti, correremos. (Cnt.1:4). Dios nos
acerca con las .cuerdas de un hombre. La obra misma es descrita como
persuasión. Dios persuadirá a Jafet. (Gn. 9: 27). La obra también es descrita
como .inductiva. .Yo la induciré, y la llevare al desierto, y hablare a su
corazón. (Óseas 2:14).
De la misma
manera como en estas obras del Espíritu Santo, la regeneración de ninguna
manera lastima nuestras facultades naturales.
El Espíritu Santo
en nuestra regeneración no forma en la mente, grandes impresiones entusiastas.
Ni tampoco obra en nosotros como lo hizo en los profetas, por inspiración especial,
por la cual sus mentes y órganos del cuerpo eran meramente instrumentos pasivos,
movidos por él por encima de su propia capacidad y actividad natural. Pero él obra
en las mentes de los hombres y en y por sus propias actividades naturales, por
medio de una influencia e impresión directa forjada en ellos por su poder.
.Crea en mi, o Dios, un corazón limpio; y renueva un espíritu recto dentro de
mí. (Sal. 51:10). El Espíritu Santo .obra el querer como el hacer. (Fil. 2:13).
El Espíritu Santo
entonces no fuerza o compela a la voluntad. Si la voluntad es forzada, es
destruida. En la parábola de la gran cena donde el amo de la casa manda a sus sirvientes
a traer mas gente, el dice, .Fuérzalos a entrar. (Lucas 14:23). Esto no quiere decir,
.fuérzalos en contra de su voluntad., si no mejor dicho demuestra la seguridad
de la invitación invalidando su sorpresa e incredulidad, de que ellos de todas
las gentes hubieran sido invitados.
Pero la voluntad
del no regenerado esta .ajena a la vida de Dios. (Ef. 4:18). Esto es, esta
llena, y poseída por el odio a lo que es espiritualmente bueno. Está en
continua oposición a la voluntad de Dios porque está bajo el poder de la .mente
carnal la cual es enemistad contra Dios. (Ro. 8:7).
Sin embargo, a
pesar de estas cosas, el Espíritu Santo vence toda oposición y triunfa en su
obra. Pero, bien podemos preguntar, ¿como se puede hacer esto sin forzar y compeler
a la voluntad?
En la obra de la
conversión a Dios, hay reacción entre la gracia y la voluntad.
Inicialmente la
gracia y la voluntad de los no regenerados están opuestas la una a la otra.
Sin embargo la
gracia gana la victoria sobre la rebelde y no regenerada voluntad, por las siguientes
razones.
1. La enemistad y oposición de la voluntad no regenerada esta en contra
de la gracia así como se le presenta a la voluntad en la Palabra de Dios. De
esta forma los hombres resisten al Espíritu porque resisten a la predicación de
la gracia. Ahora si la predicación de la gracia es solo presentada a la
voluntad, entonces los hombres siempre la resistirán.
2. La enemistad en su corazón prevalecerá en contra de la predicación.
Pero la obra de regeneración es una obra interna, transformando nuestra mera
naturaleza. Esta obra de regeneración no es predicada a la voluntad y por eso
no es resistida por la voluntad, sino obra efectivamente en la voluntad,
renovándola maravillosamente.
3. La voluntad, en el primer acto de conversión, no desea o escoge
actuar primero y después es regenerada. Mejor dicho primero es renovada por la
regeneración y entonces desea o escoge.
4. La voluntad queda pasiva e inerte hasta que es animada por el
Espíritu Santo en la regeneración. Hay un acto secreto, todopoderoso e interno
de poder produciendo u obrando en nosotros el deseo de ser convertidos a Dios.
Este acto de poder obra de tal forma en nuestra voluntad que libremente y
felizmente deseamos lo que Dios quiere que nosotros deseemos y escojamos, lo
cual es hacer su voluntad.
5. El Espíritu Santo entiende a nuestras almas mas maravillosamente que
lo que nosotros jamás pudiéramos. Así que al hacer esta obra de regeneración en
nuestras almas él maravillosamente cuida de ellas, las preserva y, de ninguna
manera lastimando la libertad de nuestra voluntad, efectivamente obra en ellas
la regeneración y conversión a Dios.
Así que
aprendemos dos grandes principios bíblicos:
(I) Aprendemos que la obra de conversión misma,
especialmente el acto de creer, es expresadamente dicho ser la obra de Dios. Él
es el que obra la conversión en nosotros, y él es quien nos da fe.
Nada
es dicho en la Escritura sobre algún poder dado al hombre para capacitarlo a creer
antes de que crea.
OBJECIÓN: ¿Pero que de Pablo diciendo, .Todo lo puedo en
Cristo que me fortalece. (Fil 4:13)?
RESPUESTA: Si lees el verso cuidadosamente no encontraras nada
en el que nos diga que a la persona no regenerada se le ha dado un poder para
capacitarlo para cumplir su primer acto de fe en Cristo. Todo lo que Pablo esta
hablando es de un poder en sí mismo como creyente. El regenerado tiene gracia
morando en él para recurrir. El no regenerado no tiene tal gracia morando en
él.
LA PALABRA DE DIOS CREA FE. La palabra de Dios obra fe en nosotros por una obra
de creación (Ef. 2:10; 2Co. 5:17).
La primera obra de Dios en nosotros es de capacitarnos para querer (Fil.
2:13). Ahora el querer creer es creer. Este Dios obra en nosotros
por gracia. Él obra en nosotros sin nuestra ayuda, la voluntad siendo pasiva. Pero la voluntad en su
propia naturaleza es lo
bastante capaz para que el Espíritu
Santo obre en ella, quien por su gracia la levanta a la fe y obediencia. Si Dios puede restablecer la vida y salud a un cuerpo
muerto, él es bien
capaz para restaurar a la voluntad a
su propósito original de su creación.
Algunos
creen y enseñan que a todos los que se les predica el evangelio se les da el poder
para creerlo si así lo desean. Ellos citan Marcos 16:16, que enseña que todos
los que no creen al evangelio perecerán eternamente. Pero, se discute, no seria
recto que ellos perecieran eternamente al menos que tuvieran el poder para
creer al evangelio cuando se les predica.
Los que no creen
no tienen remedio para sus pecados (Juan 8:24).
Pero la
inhabilidad del hombre para creer es su propia culpa (Juan 12:39).
Los que rechazan
al evangelio lo hacen por su propia libre opción (Mt. 23:37; Juan 5:40).
La
Escritura claramente enseña que los hombres están completamente incapacitados
para creer (Juan 12:39; 1Co. 2:14).
No
les es dado a todos los hombres el conocer los misterios del reino celestial,
sino solo a algunos (Mt. 11:25; 13:11).
No es de todos la
fe. (2 Ts. 3:2).
Solo los
escogidos de Dios tienen fe (Tito 1:1; Hch. 13:48).
Seria
también engañoso para nosotros que se nos diga en la Escritura que Dios obra la
fe en nosotros, si en realidad él no hace semejante cosa (Fil. 1:29; 2:13).
Jesús
nos dice que nadie puede venir a él si el Padre no lo trae (Juan 6:65).
Pablo
nos dice que la fe por la cual somos salvos .no es de vosotros pues es un don
de Dios. (Ef. 2:8).
Seria
engañoso que la Biblia nos diga que la fe es un don de Dios para nosotros, si no
es su don después de todo, sino algo que nosotros podemos hacer.
DIOS DA ARREPENTIMIENTO: La
Biblia claramente enseña que cuando Dios convierte a un pecador por el mismo
poder que levantó a Cristo de los muertos, él
verdaderamente obra la fe y el arrepentimiento en el pecador (2ª Ti. 2:25; Hch. 11:18).
Es
verdadero arrepentimiento y verdadera fe lo que Dios obra en nosotros, y no solo un poder para
arrepentirse y creer, el cual podemos escoger si usarlo o no como lo deseemos cuando lo
tenemos.
(II) El segundo principio bíblico que aprendemos es que
cuando Dios obra la fe y el arrepentimiento en nosotros, lo hace por su poder,
y la obra es hecha infaliblemente y no puede ser resistida por la voluntad del
hombre. Al hacer esta obra de regeneración, el Espíritu Santo quita todo sentimiento
de repugnancia y vence toda resistencia a Cristo y a su evangelio (Dt. 30:6).
Pablo explica lo
que es tener un corazón circuncidado (Col. 2:11).
Es el quitar el cuerpo
de pecados de la carne por la circuncisión de Cristo, esto es, por nuestra conversión
a Dios.
Jamás algún
hombre ha circuncidado su corazón. Ningún hombre puede decir que empezó a
hacerlo por el poder de su propia voluntad, y después Dios lo ayudo por su gracia.
La circuncisión del corazón hecha por el Espíritu Santo quita la ceguera, obstinación
y terquedad que está naturalmente en nosotros. La circuncisión del corazón quita
todos los prejuicios de la mente y el corazón los cuales estorban y resisten a
la conversión. Ahora, si toda esta resistencia y oposición son quitadas, ¿como
puede el corazón resistir la obra de gracia? (Véase Ez. 36:26, 27; Jer. 24:7;
31:33, Is. 44:3-5).
¿Esta bien que oremos que Dios haga en nosotros y
en otros lo que él ha prometido hacer?
Podemos orar por
ambos, por nosotros y otros, que la obra de nuestra conversión sea renovada,
continuada y perfeccionada. Pablo dice, .Estando confiado de esto, que el que comenzó
en vosotros la buena obra, la perfeccionara hasta el día de Jesucristo. (Fil.
1:6).
La regeneración
es una obra completa y terminada, pero también es el principio de la obra de
santificación. Mientras estemos en este mundo la santificación no es una obra completa,
y como tal debe de ser continuamente renovada. La santificación es la mortificación
continua de los restos del pecado en nosotros y el continuo crecimiento y fortalecimiento
de la gracia de Dios en nosotros. Y es correcto que debamos orar por otros por
la misma obra que Dios obra en nosotros.
¿Verdaderamente Dios hace en nosotros lo que él
prometió hacer?
Si no lo hace,
¿donde esta su veracidad y fidelidad? ¿Prometió él convertirnos solo si nos convertimos
nosotros mismos? Si Dios no obra en nosotros como él prometió, es porque no
puede, o porque no lo hará. Pero ninguna de estas se puede decir de Dios.
El sujeto de
estas promesas es el corazón. Antes de la obra de gracia el corazón es de piedra.
No puede hacer nada mas que lo que una piedra puede hacer para agradar a Dios.
Un corazón de
piedra es obstinado y terco. Pero Dios dice que él quitará el corazón de piedra
(Ez. 11:19).
Él no dice que
tratara y lo quitará, o darnos algún poder para que nosotros lo podamos quitar,
sino que él lo quitara. Cuando Dios dice que él lo quitará, él quiere decir que
él infaliblemente lo quitara y que nada lo puede parar de quitarlo. Él promete
darnos un corazón nuevo y un espíritu nuevo. Yo os daré un corazón nuevo. (Ez. 36:26).
Él hace esto para
que le temamos y andemos en sus caminos. Él prometió escribir su ley en
nuestros corazones. Esto simplemente significa que él pondrá dentro de nosotros
una habilidad y poder para andar en obediencia a él (Hechos 16:14).
D. LA GRACIA DE LA
REGENERACIÓN
La regeneración
es llamada .levantamiento a vida, o dar vida. (Ef. 2:5; Juan 5:25; Ro. 6:11).
La obra misma es
nuestra regeneración (Ef. 4:23, 24; Juan 3:6).
El Espíritu Santo obra en la mente: Él da entendimiento (1Juan 5:20).
El hombre por el
pecado vino a ser como las bestias, sin entendimiento (Sal. 49:12, 20; Jer. 4:22; Ro.
3:11).
David ora por
entendimiento (Sal. 119:34).
Pablo ora para
que los creyentes experimenten la revelación de Cristo (Ef. 1:17, 18).
Por esto él
quiere decir iluminación subjetiva para que nosotros podamos comprender lo que es revelado, no nuevas
revelaciones objetivas. Pablo no ora para que los Cristianos en Éfeso recibieran nuevas revelaciones.
Hay un ojo en el
entendimiento del hombre. Este ojo es la habilidad para ver cosas espirituales.
A veces es dicho que esta ciego, cerrado en oscuridad. Por estas descripciones
se nos enseña que la mente natural no puede conocer a Dios personalmente para
salvación, y tampoco puede ver, esto es, discernir cosas espirituales. Es la
obra del Espíritu de gracia de abrir este ojo (Lucas 4:18; Hechos 26:18). Él
hace esto, primeramente, al darnos el espíritu de sabiduría y revelación.
Segundamente, nos da un corazón para conocerle (Jer. 24:7).
Hay entonces en
la conversión una obra efectiva, poderosa y creativa del Espíritu Santo en y
dentro de las mentes de los hombres, capacitándoles para ver o discernir las cosas
espirituales de una manera espiritual. Esto se llama la renovación de nuestras mentes
(Ef. 4: 23; Col 3:10; Ro. 12:2; Tito 3:5). Por ello Dios da luz a nuestras
mentes (2ª Co. 4:6).
EL
ESPÍRITU SANTO OBRA EN LA VOLUNTAD: La frase .muertos en pecado se refiere a la voluntad
naturalmente depravada del no regenerado. La voluntad se puede ver de dos modos.
Puede ser vista como la facultad vital y racional de nuestras almas, o puede ser
vista como un principio libre y gobernante, la libertad siendo de su esencia o naturaleza.
Esta voluntad,
entonces, es renovada en nuestra conversión por el Espíritu Santo. El Espíritu
Santo implanta en la voluntad un principio nuevo de vida espiritual y santidad.
Si el Espíritu
Santo no obra directamente y efectivamente en la voluntad, si él no crea en la
voluntad un nuevo principio gobernante de fe y obediencia, si él no
infaliblemente determina todos los actos libres de la voluntad, entonces toda
la gloria de nuestra conversión es para nosotros. Entonces seria por nuestra
propia libre voluntad obedientemente respondiendo al evangelio que nos haría
diferenciarnos de otros que no responden al evangelio. Todas estas semejantes
afirmaciones falsas van en contra de las enseñanzas de Pablo (1Co. 4:7).
Si es por nuestra
propia libre voluntad y opción que somos salvos, entonces el propósito de Dios
de convertir a una sola alma puede ser frustrado. Dios puede determinar salvar
a un alma. Pero después que ha hecho todo lo que se debe hacer o puede hacerse
para la salvación de esa alma, sin embargo si la voluntad queda sin cambiar, y
Dios no puede hacer nada para renovar esa voluntad, el alma no será convertida.
Así la voluntad determinada de Dios es frustrada. Esto es contrario a los testimonios
de Cristo (Mt. 11:25, 26; Juan 6:37; Ro. 8:29).
Tampoco pueden
las promesas que Dios hizo a Jesús concerniente al gran número de gente que
creerían en él ser infaliblemente llevadas acabo, si es que es posible que
ninguno creería en él. Entonces todo dependería en la libre voluntad indeterminada
del hombre si cree en Jesús o no y la salvación seria .de aquel que desea, y de
aquel que corre, y no .de Dios que tiene misericordia del que tiene
misericordia. (Ro. 9:15, 16).
Por lo tanto
hacer al propósito de Dios de salvar por su gracia depender de la voluntad del
hombre no es consistente con nosotros ser la .hechura de Dios, criados en
Cristo Jesús para buenas obras. (Ef. 2:10).
Ni tampoco, en
esta suposición, los hombres conocen lo que oran cuando oran por la conversión
propia y de otros a Dios.
Tal obra del
Espíritu Santo en nuestra voluntad ya que puede curar y quitar la depravación
es por eso necesaria. La voluntad debe ser liberada del estado de muerte espiritual
y capacitada para vivir para Dios. La voluntad debe ser renovada y re-establecida
a un nuevo principio gobernante de fe y obediencia.
EL
ESPÍRITU SANTO NOS HACE CRIATURAS NUEVAS: Todo esto es la obra del Espíritu Santo. Él nos
trae, los que estábamos muertos en delitos y pecados, a la vida. Él nos da un corazón
nuevo y pone un espíritu nuevo en nosotros. Él escribe su ley en nuestros corazones,
para que sepamos y hagamos la voluntad de Dios y así caminar en sus caminos. Él
obra en nosotros el querer como el hacer por su buena voluntad. Hace a los indispuestos
y obstinados a querer y ser obedientes, y eso por su propia libre voluntad y
opción.
De la misma
forma, él implanta en nuestros corazones un prevaleciente amor a Dios, causando
al alma a aferrarse a él y a sus caminos con deleite y satisfacción (Dt. 30:6;
Col 2:11).
Por naturaleza,
el corazón esta depravado, para que la mente y la voluntad deseen llenar las
concupiscencias que están en él. (Ga. 5:24; Sant. 1:14, 15), pero el Espíritu
Santo circuncida el corazón con sus concupiscencias y deseos, y nos llena con
amor santo y espiritual, gozo, temor y deleite. El Espíritu Santo no cambia la
esencia de nuestros deseos pero los santifica y los guía por su luz salvadora y
sabiduría. Por medio de esto él une los deseos con su objeto propio el cual es
Cristo.
CONCLUSIÓN.
La regeneración
es claramente atribuida en las Escrituras a Dios o específicamente a su Espíritu
(1P. 1:3; Stg. 1:18; Juan 3:5, 6, 8; 1Juan 3:9). La Escritura excluye a la
voluntad del hombre de cualquier parte activa en la regeneración (1P. 1:23;
Juan 1:13; Mt. 16:17; Tito 3:5; Ef. 2:9, 10)